In principio erat Verbum©
Simón Vargas Aguilar©*
“Si queremos un mundo de paz y de justicia hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del amor.”
Antoine de Saint-Exupéry
La violencia y las agresiones han sido un tema constante no solo en las últimas semanas sino desde hace años, y aunque si bien la principal labor de contención la ejercen las instituciones de seguridad, de procuración y de justicia también es necesario que desde el ámbito privado y personal se realicen esfuerzos para cambiar el crítico escenario al que nos enfrentamos.
Frente a un panorama tan complicado, diversos cuestionamientos aparecen, y no sólo se trata de preguntas con respecto a políticas públicas o el compromiso de instituciones gubernamentales y privadas, sino que también hay que plantearnos interrogantes personales, ¿la fe podría disminuir el crimen? o ¿podrían los líderes religiosos ayudarnos a alcanzar la paz? Entre otras.
Las asociaciones religiosas desempeñan también un papel fundamental en la prestación de servicios sociales, sobre todo con poblaciones vulnerables, y es que éstas proveen a las comunidades de infraestructura y crean redes con otras instituciones para atender diversos problemas como la violencia, la falta de atención médica, o la carencia de alimentos, entre otros.
Incluso Antonio Guterres, titular de la Organización de las Naciones Unidas, durante su participación en el Consejo de Seguridad, mencionó que todas las grandes religiones apelan a los llamados de fraternidad humana, respeto mutuo y comprensión, valores universales que también inspiran la Carta de las Naciones Unidas y constituyen el núcleo de las tareas de la organización en favor de la paz, la justicia y los derechos humanos.
Y es que aunque muchos podrían opinar lo contrario y aseverar que diversos conflictos han sido iniciados o impulsados por las religiones; hoy lo único que debe buscarse es la unión y el trabajo conjunto, bien lo diría el Papa Francisco durante el Séptimo Congreso de Líderes de Religiones Mundiales del año pasado: el mundo espera de nosotros el ejemplo de almas despiertas y de mentes claras, espera una religiosidad auténtica. Ha llegado la hora de despertarse de ese fundamentalismo que contamina y corroe todo credo, la hora de hacer que el corazón se vuelva transparente y compasivo […] las religiones no son un problema, sino parte de la solución para una convivencia más armoniosa […] Dios es paz y conduce siempre a la paz, nunca a la guerra.
También en nuestro país las organizaciones religiosas se han dado a la tarea de trabajar en conjunto, es así que la Conferencia del Episcopado Mexicano, la Conferencia de Superiores Mayores Religiosos de México (CIRM) y la Compañía de Jesús han implementado foros y conversatorios por la seguridad, la justicia y la paz, los cuales se realizan no solo en las diferentes diócesis de México sino que también se llevan a cabo en Universidades y han buscado la participación de empresarios, especialistas, universitarios y por supuesto la sociedad civil, entre otros.
Es cierto que las religiones no son la única fuente de servicio y quizá en nuestra época la confianza en las instituciones ha decaído, sin embargo, no podemos dejar de lado que la fe es más que una iglesia; la fe nos impulsa a trabajar en concordancia con los valores, a ir más allá de nuestro propio ego, pero sobre todo nos insta a tratar de entender aquello que hemos ignorado: el amor al prójimo.
Estoy convencido que el trabajo en conjunto, entre instituciones gubernamentales, públicas y privadas nos ayudará a disminuir el odio, la polarización y la violencia que golpea cada vez con más fuerza.
* Analista en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
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