Joel Hernández Santiago
En Fuente Ovejuna, Lope de Vega relata en 1619 un hecho ocurrido en 1476 en un pueblo cordobés de España. El Comendador del pueblo no respeta las leyes y abusa de su poder, traiciona los principios feudales y se comporta como un tirano…
… Luego de muchas vicisitudes el pueblo, ya harto de los robos, atropellos y crueldades del Comendador, decide unirse y tomar la justicia por su mano. En el juicio, cuando el juez les pregunta quién mató al Comendador, todo el pueblo responde: “Fuente Ovejuna, señor”.
En 1956 Edmundo Valadés publicó “La muerte tiene permiso”. Ahí relata las injusticias cometidas en contra de campesinos del pueblo de San Juan de las Manzanas por parte del presidente municipal. Éste les robó las tierras, hace cobros falsos y con elevados intereses; mató al hijo de Sacramento cuando fue a reclamarle lo de las tierras… y muchas más tropelías…
Por todo esto, ante el presidente de la asamblea de gobierno piden que les den permiso para matar al presidente municipal. Tras ciertas objeciones, pero en base a los argumentos ciertos, el permiso les es concedido: “Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el presidente municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.
Sí. Es literatura y muestra la permanente necesidad de justicia individual y colectiva. Pero hoy en México la realidad es trágica porque los linchamientos no buscan justicia; son desahogo, catarsis y demostración de fuerza de la mayoría en contra de inocentes o culpables: no importa.
De unos años a la fecha en México se ha incrementado el número de linchamientos. Turbas enloquecidas dicen tomarse la justicia por su propia mano porque ‘las autoridades no les hacen caso’ y porque ‘la corrupción dejará libres a sus culpables’ y porque ‘están hartos’.
La noche del lunes 8 y madrugada del 9 de agosto en la comunidad de Ignacio Zaragoza, en Centla, Tabasco, una turba decidió que un grupo de muchachos que estaban levantando una encuesta sobre pobreza y satisfacción de servicios públicos eran ladrones.
‘El reclamo de los habitantes de Ignacio Zaragoza fue subiendo de tono. Los pobladores querían saber a quién habían pedido permiso para levantar las encuestas. Les llamaba la atención un hombre que los vigilaba desde su automóvil. Rogelio Ronzón viajaba en su coche supervisando a los muchachos y a otros dos que estaban en la colonia aledaña Lázaro Cárdenas…
‘Los encuestadores iban identificados con credenciales presentadas esa misma mañana a la policía municipal. Eso importó poco a los pobladores que comenzaron a golpear a los jóvenes. Cuando Ronzón intervino se llevó la peor parte. Nada tranquilizaba a la turba, que los llevó ante la víctima de un robo reciente para que los identificara: “Esta persona dijo que no eran los ladrones”, aun así, ni las autoridades ni los delegados del municipio frenaron el linchamiento’…
¿Por qué? ¿Quién decide el linchamiento? ¿Por qué la multitud acepta? ¿Quién asesta el primer golpe y quienes los que siguen hasta conseguir masacrar a otro ser humano? ¿Y la justicia? ¿Esa es la justicia por propia mano? ¿La muerte tiene permiso? ¿Y a autoridad? ¿Y las leyes? ¿Y la CNDH?
Cierto. Hay una crisis de gobernabilidad en todo el país. Hay desconfianza y cansancio social. La seguridad pública de México está en entre dicho. Los gobiernos federal, estatales y municipales son incapaces de garantizar esa seguridad pública tan necesaria en toda sociedad y, por lo mismo, ocurren el abuso y el crimen, la corrupción, la impunidad…
Casos de linchamientos en México son más frecuentes cada vez. El periódico Presente, de Tabasco documentó un total de 63 casos en la entidad a lo largo de 2016 “donde 85 personas han sido ‘castigadas’ por la ciudadanía.”
También han ocurrido linchamientos recientes en Chiapas, en el Estado de México, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, Hidalgo, Puebla. Todos en unas cuantas semanas.
Sí. La debilidad de gobierno es uno de los motivos; esa reiteradísima corrupción, impunidad, ilegalidad, incapacidad y el desasosiego permanente. La violencia criminal está al acecho: todo es cierto. Pero aun así, nada justifica la impunidad colectiva; nada justifica que enmascarados en la multitud asesinos potenciales convivan en comunidad.
Y si el gobierno quiere parar estos hechos deberá hacer una exhaustiva revisión de sus procedimientos de administración y aplicación de la justicia; deberá revisar sus protocolos de seguridad pública y una limpia pronta y justa de cuerpos policiacos, ministerios públicos y jueces.
Así, entonces, deberá castigarse a quienes incitaron a la muerte de gente inocente. La justicia no se soluciona con discursos de reprobación y de conmiseración propia: la justicia es eso, bajo toda circunstancia, en Tabasco y en todo el país.