La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Sí los actos presentes se justifican por los hechos pasados, le ponemos camisa de fuerza al futuro
Como suele ocurrir, el conflicto generado por la invasión de Rusia a Ucrania, provoca diversas interpretaciones, que más que interesadas en buscar una solución, intentan justificar a las partes en disputa.
Hay quienes afirman que Putin no tuvo opción, ya que, la OTAN se convirtió en una amenaza a la seguridad de su país, al instalar bases en naciones que formaban parte del Pacto de Varsovia. Hay quienes dicen que la OTAN hizo lo correcto, para buscar contener al autócrata.
También se alega que los Estados Unidos han invadido Vietnam, Kosovo, Irak, Somalia y otros territorios, como diciendo ¿y los rusos por qué no? ¿qué nada más los gringos pueden?
Sin embargo, el principal punto a considerar, son los estragos que resultan de la acción armada, si antes ha ocurrido en otras zonas, eso no alivia el dolor de los que ahora padecen.
Familias divididas, muertos, hambre, desplazados, devastación de la infraestructura, esperanzas perdidas, enfermedad, terribles daños al medio ambiente, animales de compañía y silvestres sufriendo, dolor espiritual, en fin, por donde se le vea, un retroceso civilizatorio.
El objetivo primordial radica, en eliminar la guerra de cualquier punto de la Tierra, ora Palestina, ora Yemen, ora Siria, ora Europa, eso es lo trascendental, no el pretendido machismo analítico, que busca imponer la razón de unos a los otros.
Si hoy es Ucrania, mañana puede ser Cuba, El Salvador, Lituania, Taiwán o Nepal. Por ello, resulta torpe validar los actos presentes, acusando que antes otro los realizó, ello lleva a replicarlos en el futuro, en una perversa dinámica de venganzas geopolíticas.
No es factible un mundo feliz, pero si uno en el que, al menos, se respete el derecho a una vida digna. No se trata de que gane Biden o Putin, lo necesario es que las diferencias no se resuelvan a balazos.