Historias para Armar la Historia
Ramsés Ancira
Al iniciar la segunda mitad del sexenio se eleva la polémica en torno a la gestión de los presidentes de la república en México, pero esta vez será mucho peor, ante un grupo de partidos políticos huérfanos de ideas y proyectos de Estado; carente de personajes que hayan destacado por su trabajo ciudadano como para poder convertirse en dignos candidatos.
Con honrosas excepciones, la mayoría de los suspirantes está compuesta de chapulines, que han brincado no solo de partido, sino de cámara de senadores a cámara de diputados y viceversa.
Hasta ahora Andrés Manuel López Obrador queda a deber mucho, sobre todo en materia de Derechos Humanos y en la indispensable reforma al poder judicial mexicano, uno de los más corruptos e ineficaces del planeta. Aun así, el presidente, cuenta con una aprobación mayoritaria e incluso admiración al borde del fanatismo.
Por otra parte, en su favor, el tabasqueño terminó en los hechos con la cantaleta que había durado más de 100 años de que para repartir dinero primero hay que acumularlo. Obvio, para los enfermos acumuladores nunca hay suficiente, la brecha social se ensanchó durante décadas, con lo que crecieron el resentimiento y el delito.
Además, está el hecho de que durante las décadas previas, e incluso en el sexenio de AMLO, el negocio del crimen es administrado precisamente por quienes están en las nóminas de gobiernos; principalmente estatales. Señaladamente policías, jueces, magistrados, directores de periódicos (y ahora de páginas de Internet). No hay que olvidar a ex presidentes y grandes empresarios, aparentemente respetables, a los que se les dio la concesión para alimentar a los presos o administrar prisiones federales. Ellos le cobran al gobierno por lo menos mil 300 pesos diarios por cada prisionero, pero le dan de desayunar, literalmente, un atole aguado e insípido o un café. Por ese precio, bien podrían dar la concesión a Sanborn´s, cuyo propietario Carlos Slim, al menos tiene una fundación que paga las fianzas de los presos indígenas acusados de delitos no graves.
Con 30 mil pesos mensuales que paga por cada preso la administración de López Obrador, los empresarios carceleros también podrían hacer convenios con universidades privadas o darles un seguro de gastos médicos de los hospitales de Olegario Vázquez Aldir, que además de ser propietario del noticiero de Ciro Gómez Leyva, también lo es de algún reclusorio federal. Una cosa es cierta, vale lo mismo una medicina comprada sin receta en una cárcel mexicana, que, en los Hospitales Ángeles, tal vez, incluso, un poco más cara.
Vayamos pues al tema que anuncia el título de este trabajo, lo que la mayoría de la gente no conoce de López Obrador.
Andrés Manuel López Obrador se hospedó, mientras estudiaba en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la casa del estudiante tabasqueño, fundada por el poeta Carlos Pellicer. Esto le permitió expresarle la preocupación por la miseria en que vivían los indígenas chontales. El autor de Discurso para las Flores, lo invitó a trabajar. A finales de la década de los setenta, Obrador encabezó el Centro Coordinador Indigenista Chontal. En 1977 lo nombraron director del Instituto Nacional Indigenista.
A principios de la década de los ochenta, José López Portillo lo mandó a buscar para que “le bajara” a las críticas contra Roberto Madrazo Pintado. El emisario presidencial lo buscó en Villahermosa, porque eso era lo que hacían los delegados del Instituto Indigenista, ubicarse en las capitales de los estados. No lo encontró. Estaba viviendo en una vivienda en el poblado de Nacajuca.
Cuando el comisionado presidencial lo encontró, en una choza, su hijo José Ramón estaba desnudo en una cuna rústica. La esposa, Rocío Beltrán Medina salió a recibir a la visita con las manos llenas de harina. Ella misma preparaba el pan que consumían en su casa.
En 1983, Adolfo Lugo Verduzco era presidente del PRI. A diferencia de los otros dirigentes del partido que buscaban triunfos al costo que fuera, él hizo famosa la frase “En las elecciones se gana o se pierde”. Una verdad de Perogrullo, pero que sin embargo estaba fuera de los usos y costumbres del Revolucionario Institucional. A principios de ese año López Obrador fue nombrado presidente del partido en Tabasco, pero al pedir que se transparentaran los presupuestos de las alcaldías, sus compañeros de partido lo acusaron de impulsar ideas socialistas. Lo obligaron a renunciar antes de cumplir un año en el puesto.
En 1984 la economista de origen judío y egresada de la UNAM, Clara Jusidman presidía el Instituto Nacional del Consumidor. Anunció que necesitaba una persona completamente honesta para trabajar con ella como Director de Promoción Social. Le dieron el nombre de Andrés Manuel, quien aceptó y llegó de Tabasco, con su esposa e hijo, a rentar un departamento muy modesto en Copilco. Antes, también había vivido ahí, compartiendo cuartos de azotea con otros jóvenes estudiantes .
Cuentan los que lo visitaban, que no tenía ni siquiera una mesita para ofrecer café. Andrés Manuel y su esposa Rocío vivían con lo mínimo indispensable. Mientras preparaba su tesis para titularse en la Facultad de Ciencias Políticas ocurrió el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU). Quizá por ello, o por su relación con Jusidman, conoció a Claudia Sheinbaum. El dato es relevante porque López Obrador es muy apreciado por la comunidad judía progresista de México.
Esto explica también el odio de Alfredo Jalife por Claudia Sheinbaum: ella y su compañero de entonces, Carlos Imaz, se dieron cuenta que el supuesto doctor (es la hora en que la UNAM no encuentra su tesis) era un espía y lo alejaron del movimiento del CEU. Al mismo tiempo Alejandro Frank Hoeflich se desempeñaba como investigador asociado del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM. Aunque no participa en política, ha sido otra de las víctimas frecuentes del odio de Jalife Rahme Barrios.
El neochayoterismo y otras bitácoras suplementarias
Al “chayo” se le conoce así porque es una metáfora de la forma en que recibían dinero los reporteros o sus jefes de información en sexenios pasados. Espinoso al tocarlo, una vez salido de la cáscara, se convierte en un fruto dulce. En la cuarta transformación no ha desaparecido, sólo, justamente, se ha transformado. Algunos de los you tubers que más dinero ganan no necesitan hacer periodismo, basta cortar segmentos de la transmisión del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales (CEPROPIE), poner un cartel amarillista como “Felipe Calderón es un asesino, él mismo lo confesó” y de inmediato se empieza a “monetizar”.
Los presidentes y sus estudios
Miguel Alemán Valdés fue el primer presidente de México que estudió derecho en la UNAM; Adolfo Ruiz Cortinez, estudió contabilidad en un colegio jesuita; Adolfo López Mateos estudió la secundaria gracias a una beca de los maristas, y la Universidad, con el padrinazgo de Isidro Fabela, en la Escuela de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, fundada por Daniel Cosío Villegas, dentro de la Facultad de Jurisprudencia.
Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid, son egresados de la licenciatura en derecho. Carlos Salinas de Gortari, para vergüenza de la maestra Ifigenia Martínez, que era la directora de la Escuela Nacional, Economía. Ernesto Zedillo, también Economía, pero en el Instituto Politécnico Nacional. Vicente Fox tuvo un título express como licenciado en Administración de Empresas, aunque interrumpió varios años sus estudios en la Universidad Iberoamericana de León, Guanajuato.
Felipe Calderón, es egresado de la Escuela Libre de Derecho. A pesar de las acusaciones de plagio en su tesis, Enrique Peña Nieto se tituló como abogado en la Universidad Panamericana. Andrés Manuel López Obrador es el primer presidente de México egresado de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, y aunque se le ha fustigado por haber tardado más de 10 años en obtener su título, lo consiguió mientras cumplía también diez años de trabajo ininterrumpido desde el Instituto Nacional Indigenista, hasta el Instituto Nacional del Consumidor.
Huelen a gas
Con el anuncio de que el gobierno creará una nueva empresa para vender gas a bajo precio a la gente más pobre, que lo consume en cilindros metálicos, López Obrador abrió un nuevo frente de batalla. Se les olvida a sus detractores que el Estado es propietario del suelo y el subsuelo, así como de todo su contenido. Si el gobierno no ha subido el precio a los distribuidores ¿Por qué estos han aumentado el costo al público en 50 por ciento en seis meses, diez veces más que la inflación? Solo hay una respuesta, especulación. El gobierno está obligado a detenerla.
Educados por You Tubers
Con motivo de la vacunación para el Covid a mayores de 20 años, se desató la búsqueda para saber que significaba “Estado de Postración”. Una clara muestra del fracaso de muchos nuevos medios de información, para proveer un mínimo de alfabetización a los jóvenes.