Por Aurelio Contreras Moreno
En las elecciones del próximo domingo 4 de junio se juega mucho más que tres gubernaturas en el país y 212 presidencias municipales en el estado de Veracruz.
Para el gobierno de Enrique Peña Nieto y para el sistema político priista en general, los comicios de este domingo pueden representar su funeral como opción de gobierno. El repudio a las prácticas corruptas que han distinguido al priismo niveles parece haber llegado a un punto de no retorno, una debacle que sólo podría ser detenida, momentáneamente por lo menos, a través de la operación de la maquinaria del sistema que, a pesar de todo, aún funciona cuando se le echa a andar.
Sin embargo, esta vez ni eso podría ser suficiente para que el PRI salga bien librado. Salvo en Coahuila, donde la oposición aún no es tan fuerte y el priismo aún tiene una oportunidad de ganar sin tanto apuro, en el resto de las entidades en disputa se encuentra al borde del precipicio.
En Nayarit es prácticamente un hecho la victoria del candidato del PAN-PRD-PT Antonio Echevarría García. Y en el Estado de México, por primera vez en su historia el PRI está en serio riesgo de perder la gubernatura frente al Movimiento de Regeneración Nacional.
Una derrota del Revolucionario Institucional en territorio mexiquense, su último gran bastión y la tierra natal del actual Presidente de la República, significaría la expedición de su acta de defunción adelantada, pues su salida de Los Pinos el año entrante sería casi inevitable.
Pero aun cuando por arte de la “alquimia electoral” el priismo pudiera sacar la victoria en el Estado de México, esta sería invariablemente por un muy pequeño margen de diferencia, lo que en los hechos también representaría una derrota frente al lopezobradorismo, máxime si se toman en cuenta las limitaciones personales de la candidata de Morena, Delfina Gómez, que sin la figura de Andrés Manuel López Obrador a su lado jamás habría llegado hasta donde está, como sucede con casi todos los candidatos de Morena en el resto de los estados.
En Veracruz no se juega la gubernatura, pero el resultado de los comicios es tan importante como el del Estado de México. Con todo y que diferentes análisis sobre los escenarios del 4 de junio vaticinan una catástrofe para el PRI, al que si bien le va ganaría unas 40 presidencias municipales, principalmente en la zona norte, también auguran una caía de la alianza PAN-PRD, producto del desgaste y la decepción por la falta de resultados del gobierno estatal, y en casos como el de Xalapa y otras de las principales ciudades de la entidad, como una revancha por los despidos masivos de burócratas que ejecutó el yunismo al inicio de la presente administración.
Nuevamente, es Morena el partido que podría dar el campanazo ganando la mayoría de las alcaldías, colocándose también en posición de disputar seriamente la gubernatura veracruzana en 2018, cuando además esté en juego la Presidencia de la República y su líder máximo, Andrés Manuel López Obrador, aparezca en las boletas, lo cual siempre ha ayudado a todos los candidatos que lo acompañan.
Lo que está de por medio este 4 de junio es la reconfiguración del espectro político de la República Mexicana para los próximos años, así como la supervivencia de un régimen que parece haberse agotado por completo, pero para cuya sustitución no existe una propuesta realmente viable, que aglutine en torno suyo el consenso de todo el país.
Una sociedad fragmentada saldrá a decidir este domingo. Ojalá que la división no se convierta en quebranto.
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