El pasado 2 de febrero, recordamos un aniversario más del Tratado de Guadalupe-Hidalgo firmado en 1848 y que arrebató a México los territorios norteños que hoy conforman buena parte de la boyante geografía estadounidense. Sin duda alguna la hora más negra en la historia de una nación que aún hoy en día merece jornadas mejores. Más adelante durante la revolución se perdió de manera dramática la posesión Clipperton, desolado atolón en el Pacifico, pero rodeado de una inagotable riqueza pesquera. Por ende, el tema de la soberanía nacional nunca será menor y siempre sensible para los mexicanos.
En este contexto es donde surge la figura de dos presidentes de la república, dos hombres de estilos diferentes y particulares, pero con la marcada característica de haber desplegado una intensa política exterior, que cubrió a México de prestigio internacional y la solvencia para erigirse en un líder en Latino América. El presidente Adolfo López Mateos (1958-1964) hombre de enorme carisma, querido por todos los estratos sociales, si bien tuvo la ventaja de vivir las jornadas del desarrollo estabilizador, también la asignatura de enfrentar marcadas protestas sociales con gremios como los ferrocarrileros y las formaciones de izquierda.
Nacionalizó la energía eléctrica, pero sobre todo logró un enorme triunfo moral al lograr la devolución del territorio del Chamizal por parte de los Estados Unidos. El Chamizal es una fracción de territorio de alrededor de 177 hectáreas que por razones naturales del cauce del rio Bravo, quedó en el siglo XIX del lado norteamericano de la frontera. Entonces surgió un añejo litigio desde tiempos de Juárez.
Kennedy dispuso zanjar el problema comprando el territorio, y cuando se lo propuso al presidente de México, López Mateos respondió al emisario: “Diga Usted al presidente Kennedy que el presidente de México no es un agente de bienes raíces” Poco después en 1963 el asunto se resolvió de manera favorable para México y López Mateos selló el logro con su vibrante frase: “Vuelve un jirón desprendido de la patria.”
El presidente Luis Echeverría Álvarez, fue un decidido nacionalista, desde su juventud tuvo muy claro que su destino era servir a México. Contó con la fortuna de tener a su lado a su compañera, María Esther Zuno, de raigambre republicana que heredó de su padre el connotado jalisciense José Guadalupe Zuno. Doña María Esther ha sido sin duda alguna la más activa de nuestras primeras damas, el juicio objetivo e imparcial de la historia da cuenta de ello.
Como ya se mencionó, Echeverría llevó a cabo una intensa política exterior, así como recorrió cada rincón del territorio nacional, de la misma forma lo hizo por todos los continentes, se reunió prácticamente con todos los líderes mundiales de los más variados orígenes, tendencias e ideologías. En los tiempos tirantes de la guerra fría, supo con maestría no alinearse a bloque alguno manteniendo y fortificando la digna tendencia de la diplomacia mexicana hacia la autodeterminación de los pueblos. Esta postura no le resto a México, sino que acrecentó nuestro sitio en el concierto de las naciones.
Su prestigio internacional y su sentido nacionalista, derivaron en que al igual que López Mateos, Echeverría restituyera territorio a México. Con visión, amparándose en el Derecho Internacional y con una magnifica participación de México en diversos foros como la Conferencia de Mar Patrimonial en Santo Domingo y la Tercera Conferencia sobre el Derecho del Mar en la ONU, logró la Zona Económica Exclusiva que se tradujo en la reforma constitucional de febrero de 1976 que adicionó para México las 200 millas marinas a partir de las 12 millas de mar territorial.
En suma, Echeverría no solo consolidó una vasta riqueza pesquera y de recursos naturales para la nación, sino adicionó más territorio al país del que contamos en tierra firme, sin duda alguna no solo un triunfo sino una asignatura obligada para una nación que cuenta con litorales en dos regiones marinas, la del Pacifico con los golfos de California y Tehuantepec y la del Atlántico con el golfo de México y el mar caribe.
La nula pericia del presidente López Obrador en materia de política internacional, su renuencia a viajar fuera del país, así como convertir al servicio exterior mexicano en una agencia de colocaciones para ex gobernadores priistas que le han servido, hace inevitables las comparaciones, pero también el reconocimiento a los diplomáticos de carrera que hoy honran a pesar de todo nuestra añeja tradición diplomática y por supuesto también el recuerdo de estadistas de la talla de Adolfo López Mateos y Luis Echeverría Álvarez que acrecentaron nuestra geografía en la tierra y en el mar.