MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
¿Honestidad valiente? ¿Austeridad republicana? ¿Congruencia y lealtad? No, no son atributos que lo identifiquen, por más que Andrés Manuel López Obrador los enhiesta como banderas de su carrera rumbo a Los Pinos.
Integrantes de ese primer círculo que acompañó a López Obrador en esa obsesión por ser presidente de México y que supo de sus traiciones y deslealtades, con quienes le creyeron en la promesa del reparto de posiciones en el gobierno del entonces Distrito Federal y, sobre todo de respetar espacios ganados y comprometidos en la administración, primero, de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y, en el relevo sustituto a cargo de Rosario Robles Berlanga.
Consultado acerca de este paso de Andrés Manuel por el Partido de la Revolución Democrática y de los damnificados que dejó a su paso, en la construcción del Movimiento de Regeneración Nacional, Jesús Zambrano Grijalva lo califica:
“Es un ególatra, obsesivo, mentiroso, traidor y ególatra, falto de palabra en su obsesión por el poder. Quiere ser Presidente de la República y se montó en la ira social con ofertas que no cumplirá; no va a cumplir lo que promete”.
–¿Traicionará a quienes lo siguen, a los que se han sumado de otros partidos, a los intelectuales que se sacaron la foto con Carlos Salinas?—le pregunto a Zambrano mientras el café se enfría.
–Nos traicionó a quienes lo apoyamos en su aspiración por ser Presidente. Traicionó al ingeniero (Cuauhtémoc) Cárdenas y a Rosario Robles. Cuando ganó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, apretadamente, hizo a un lado a colaboradores del ingeniero Cárdenas, a Porfirio Barbosa y César Buenrostro, por ejemplo.
Y es que, la reacción de Andrés Manuel, cuando jefe de Gobierno, a la marcha ciudadana en cuyo frente iba Cuauhtémoc Cárdenas, ordenó que grupos pagados por su administración fueran a gritarle “¡traidor!” Vaya, instruyó ir con todo contra Cuauhtémoc, quien recientemente recordó en una entrevista que, en la campaña presidencial de 2006 López Obrador le ofreció la dirección general de Pemex, a cambio de su apoyo.
Por supuesto, el ingeniero se negó, postura que igual asumió en la actual campaña presidencial y prefirió apoyar a Marco Antonio Rascón Córdova, candidato del Partido Humanista.
Además, contra lo que presume, Andrés Manuel no fue fundador del Partido de la Revolución Democrática, se sumó cuando el PRD ya tenía registro y objetivos, estatutos y estructura en la que no participó el tabasqueño, quien aún en esos días convulsos negoció con Carlos Salinas de Gortari la gubernatura de Tabasco, incluso con el apoyo de Manuel Camacho Solís, entonces jefe del Departamento del Distrito Federal, quien le aportaba recursos económicos, mediante Marcelo Ebrard, para alimentar a su movimiento que llegó a desestabilizar al estado de Tabasco y generó enormes pérdidas económicas a Pemex.
Pero, llegado el momento también traicionó a Marcelo Ebrard, quien se encontraba mejor posicionado, en el exterior del PRD, para la candidatura a la Presidencia de la República. Andrés Manuel, posicionado con los grupos internos del perredismo, pero a la baja entre el perredismo externo, convenció a Marcelo de dejarle la candidatura, a cambio de que lo apoyaría en la nominación de la sucesión presidencial en 2018.
No le cumplió y lo dejó a la intemperie, tanto que Marcelo debió irse del país.
–Pero—pregunto a Zambrano– ¿qué le prometió en esta ocasión para sumarse a su campaña como operador, incluso, de una circunscripción nacional?
–Algo importante para que Marcelo regresara, aunque ya lo traicionó una vez, como lo hizo en su momento con René Bejarano, Imaz y Gustavo Ponce. ¿Crees que operaron por cuenta propia? ¡Claro que no! Andrés Manuel sabía lo que pasaba, pero cuando estalló el escándalo, los dejó, los abandonó a su suerte y se lavó las manos.
–¿Honestidad valiente?
–Tú dirás.
Y, bueno, en este paso por el PRD, ¿por qué lo arroparon?
–Creímos en él y, sobre todo, cuando hizo campaña con el PT y apoyó a Juanito, en una clara violación a la ley electoral, porque públicamente comprometió a Juanito a que, de ganar, le cedería el cargo en la jefatura delegacional de Iztapalapa, a Clara Brugada.
–¿Por qué no lo expulsaron del PRD?
–No se hizo para no generar problemas. Chucho Ortega era el presidente del PRD y decidió que no es expulsara a Andrés Manuel del partido.
Pero terminó por dividir al PRD y, desde dentro, cuando presidió al partido, comenzó a construir Morena. Traicionó a quienes lo arroparon.
–¿Traicionará a quienes lo sigue con algo más que simpatía política? ¿Con estos crímenes contra políticos habrán despertado al tigre?
–El tigre son ellos—acota Zambrano. Chairos, pejezombies y todos estos personajes enajenados que sólo creen en lo que dice el Santo Padre de Macuspana, deben irse preparando porque la traición es uno de los sellos personales de Andrés Manuel.
–¿Un encantador de serpientes?
–Sí –conviene Zambrano. Encantador de serpientes que se aprovechó del momento que vive México; se montó en la crisis de credibilidad social, en el hartazgo que hay contra el gobierno. Se montó en la crisis social y promete todo. Es el responsable de la división de la izquierda.
Al PRD lo dejó endeudado en el 2006 con el plantón en Paseo de la Reforma, acción a la que se opuso la dirigencia nacional perredista, pero Andrés Manuel se impuso y echó por la borda el mayor apoyo que había tenido con los votos de los capitalinos. Ahí comenzó su derrota en la elección de 2012.
Estas son pinceladas de ese perfil de quien, desde que llegó al PRD aprovechó espacios y tejió acuerdos que incumplió, alianzas que rompió, en la obsesión por llegar a la Presidencia de la República. Luego le platico más. Digo.
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