GONZALO GARCIA RAMIREZ
agosto de 2022
Cuando leí el libro de Ricardo Alemán, México vivía otra realidad. Alemán lo llamó, en 1990 o 1991, “Guanajuato, espejismo electoral”. A mi me queda claro que, lo que se ventila en ese libro influyó, en alguna medida, en la candidatura presidencial de Vicente Fox. Influir quiere decir –para mí– que al convertir del dominio público nombres, fechas y lugares (relacionados con determinada clase política) se transparentan componendas de los llamados “renglones torcidos” de Dios. Se ponen al desnudo pactos sectarios y de grupo, pero también, con libros como el de Alemán, se va haciendo camino como lo hizo Fox, primero entre la clase dominante y empresarial de Guanajuato y luego en el norte del país, para rematar en todo lo que resta del territorio, que va de Puebla hasta la zona henequelera de Yucatán.
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Yo alguna vez supe que corrió entre corrillos, de las principales dependencias del gobierno federal, la especie de que Carlos Slim pudiera ser candidato presidencial. Es decir, por aquellos años, de entre el 2005 al año 2011, aquí en nuestro país nos hubiera gustado que un empresario con el dinero tipo Donald Trump se hiciera a la política de lleno y condujera magistralmente los destinos de México a como, creo yo, se dirige el rumbo empresarial de todo un consorcio nacional e internacional, como Grupo Carso. Sobraban las alusiones acerca de que a Slim lo querían candidatear para “la grande”. Nada de eso ha sucedido y es casi un hecho de que algo así no tendrá verificativo en el proceso electoral del 2024.
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Fue exactamente durante la tarde del pasado 8 de julio en que se efectuó la reunión entre Andrés Manuel López Obrador y el ingeniero Carlos Slim. Claro, éste último acompañado de toda su comitiva. Además, a esa cita en Palacio Nacional también acudió Bernardo Gómez, copresidente ejecutivo de Televisa y de Televisa Univision México. No se debe olvidar que apenas unos días después, el 12 de julio, AMLO inició la más memorable de sus giras. El primer mandatario viajó a territorio norteamericano, en donde sucedió esa plática “de negocios” con el presidente Joe Biden. Muy lamentablemente, hay que decirlo, ese encuentro bilateral entre ambos presidentes, se hizo más famoso por las fotos de todos conocidas, que por lo que haya comentado Biden, antes y durante ese encuentro. Bueno, bueno, pero este texto se debe referir a la reunión de AMLO con empresarios mexicanos, aquí en Palacio Nacional, no al desaguisado que ofreció el tabasqueño a medios de comunicación –nacionales e internacionales– allende las fronteras. El apunte es que, dicen los que saben, que de esa reunión AMLO-Slim salieron muy importantes acuerdos en lo que se refiere a las etapas cinco y hasta seis del Tren Maya.
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En nuestro país no ha sucedido (ni creo que suceda) que un empresario con mucho, pero con mucho dinero, decida llegar a la Presidencia. Pero lo que sí ha sucedido, es que unos aprendamos más de los otros. Yo hago un respetuoso llamado a que AMLO aprenda un poco de la sencillez con la que Slim ha recorrido calles del Centro Histórico de la ciudad de México. Yo sé, como muchos, que al presidente López obrador no le gusta que lo comparen ni que lo relacionen con nada que tenga que ver con el PRI de ahora y mucho menos con el tricolor de hace décadas, pero yo vi a José Antonio Meade, el ex candidato presidencial en el año 2018, caminar de Palacio Nacional a sus oficinas en la SRE de avenida Hidalgo. Así, al menos dos veces lo vi recorrer estas calles con desparpajo, siempre con la mirada fija, al frente, perfectamente erguido y con la sencillez que sólo caracteriza a unos pocos. Y entiendo que AMLO es la figura presidencial y que no puede andar así como así entre tumultos y entre el trajín de la gente de a pie. Sin embargo, mucho se le ha critica a López Obrador, que a la jefatura de gobierno llegaba en un Tsuru blanco y hoy únicamente lo vemos en suburban blancas.
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Bueno, pero aquí de lo que se trata es de hablar de la amistad entre un gobernante venido a menos y un empresario brillante como el crisol de una montaña al amanecer. Pablo Mireles y yo trabajamos juntos varios años, siempre al mando y acertada dirección del licenciado Rodolfo Sandoval. Sé que hicimos equipo con Alejandro Cano, Alejo Ruiz, Verónica Muñoz y la licenciada Cristina Hernández. Pablito –o pmireles para más señas–, me enseñó a inventar diálogos que se sostienen en los pasillos del poder. Imaginemos entonces una breve charla entre Carlos Slim y el jefe del Ejecutivo federal en turno.
— Señor Presidente, las medidas macroeconómicas hasta hoy implementadas no nos siguen asegurando un crecimiento medianamente sostenido del PIB para el último trimestre de este año y menos para el primer trimestre del 2023 –enfatiza en ingeniero, única y exclusivamente tomando su rico café con leche, preparado, obviamente en Sanborns.
— Estamos trabajando ese tema con un grupo de asesores muy calificados. Las cosas irán mejorando, estoy muy seguro de ello –responde el jefe del Ejecutivo, mostrando el semblante de quien va ganando una partida de ajedrez.
— Hay empresarios, señor Presidente, que insisten en que vaya habiendo un poco de apertura. La inversión de empresas extranjeras se sigue yendo a Asia, a Sudamérica. Hasta China se está viendo beneficiada de esto –puntualiza el ingeniero.
— Todo lo hemos ido reconstruyendo paso a pasito. Vamos bien. Vendrán mejores tiempos para México, ingeniero, de eso puede estar completamente seguro.
— Por cierto, le quiero confiar, sigue representándolo muy bien en el exterior nuestro canciller Marcelo Ebrard.
— Es de que… es de que los tiempos en Morena también llevan su metodología. Yo en eso, en este momento, no me meto. Estoy al cien por ciento concentrado en gobernar desde Palacio Nacional, desde la capital, donde tenemos a una muy eficiente colaboradora y muy preparada, por cierto. A usted le consta ingeniero, usted la conoce bien. Y los tiempos de nuestro partido son otra cosa en la que nosotros sabemos actuar de diferente forma. La gente de mi partido trabaja toda en conjunto, para un solo proyecto de nación, para un solo objetivo: que al pueblo le vaya mejor. No como antes. De que… ya sabe usted, de que todo se decidía todo allá en Los Pinos.
Termina el diálogo hipotético. Mi amigo pmireles y yo debemos regresar a nuestros respectivos trabajos.
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A muchos nos da gusto ver que gobernantes y empresarios aún se pueden poner de acuerdo ante tragedias como la sucedida en la línea 12. Se difundió, por todos lados, la información de que empresas de Slim participarían o participan en todo lo que tiene que ver con que esta línea del Metro pronto vuelva a brindar servicio. Y así como fueron del dominio público las reuniones que sostuvieron López Obrador y Slim acerca de lo sucedido en la Línea 12 del Metro, también es conocida su amistad que lleva décadas. Ojala que de esa amistad sigan saliendo grandes acuerdos. Que al salir de esos encuentros, de varias horas, sigamos viendo sonrisas y un paso firme en el andar de Slim y sigamos viendo un semblante relajado y amigable en la cara del presidente de México.
Si se me permite, podemos decir que ese tipo de acuerdos palaciegos entre AMLO y Slim han sido y serán por el bien de México. El proceder de un empresario sencillo, accesible y sensible como él –ante las penurias que vive México–, siempre será visto con buenos ojos y siempre dará gusto ver esas fotos en las páginas de los periódicos. Sobre estos acontecimientos, el sentir de la sociedad en su conjunto es a favor. Así ha sido por décadas y así seguirá sucediendo, me lo dice una corazonada.
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Respecto a los llamados acuerdos de alto nivel, hasta este mes del año 2022, es normal que lo que se diga en reuniones palaciegas no lo sepa cualquiera. Es normal y común que los hombres del dinero busquen fomentar sus negocios y busquen consolidar el trato con viejos conocidos, cuando de obras de gran calado de se habla. Como también es normal la libre competencia para ganar contratos miltimillonarios.
Lo que no debe ser normal es que se repita (a cada rato) lo sucedido a personajes como Eugenio Derbez. Al protagonista de las cintas como “No se aceptan devoluciones” o “Bajo la misma luna”, se le hicieron fuertes señalamientos, solo por defender la zona verde por donde pasará el Tren Maya). Lo que no debe ser normal es realizar mega obras, como las que tienen qué ver con ese tan publicitado tren, sin antes no haber agotado, disolver o eliminar, todas las protestas sociales. La capacidad de gestión y de negociación, mucho antes de asignar dinero para los contratos millonarios, no debe desaparecer como por arte de magia. (Muchos sabemos que mediante amparos y con la ley de su lado, en donde se iba a terminar de construir el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, uno, dos o tres ejidatarios ganaron al gobierno su derecho a no perder sus tierras allá por Texcoco).
Como tampoco deberá ser normal escribir libros, muy bien documentados y armados, en donde se señalan y enfatizan triquiñuelas gubernamentales, y que al final del día, éstos no sirvan de nada. Y estamos llegando al caso, hoy en día, en que libros de denuncia o que documentan “transas gubernamentales”, muy lamentablemente, ya no sirven ni para llenar libreros y mucho menos sirven para la famosa firma de autógrafos. Ese es el país que ve a la vuelta de la esquina el siguiente proceso electoral de una nueva elección presidencial. Ese es el México de hoy, tan lejos de Dios, pero tan cerca de Estados Unidos.
GONZALO G IZTAMATZATZIN
@Znog2Vena9
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