Por Aurelio Contreras Moreno
Uno de los fenómenos más folklóricos y a la vez perniciosos de la partidocracia mexicana es el de la creación de los llamados “partidos satélite” del poder.
Fue en la época de la aplanadora priista que surgieron los primeros “partiditos paleros” de la época moderna de México, como el PARM y más tarde el PPS –que en sus orígenes sí tenía visos de oposición al régimen-, cuya función era la de legitimar el sistema político mexicano aparentando que existía una competencia partidista y electoral real, y no un único partido con posibilidades de acceso al poder, como en los hechos sucedía.
Conforme fue imposible mantener ese vergonzante régimen hegemónico y monolítico, la competencia se abrió para partidos que no jugaban a ser comparsas del PRI, desde la derecha y la izquierda. Pero el sistema no dejó de alimentar a sus “franquicias”, que cumplían con el rol de “oposición leal” –al gobierno, por supuesto- y que además le ayudaban a pulverizar el voto y con ello mantener el estatus quo político electoral, en el que el partido oficial se quedaba con la mayor tajada de poder y solo “concedía” algunos espacios a los demás.
El debilitamiento final del priismo omnipotente que llevó a la alternancia partidista del año 2000 –aunque no a una verdadera transición a la democracia- tuvo ya como protagonistas a dos de los partidos “sanguijuela” más despreciables de la historia de México: el Partido del Trabajo –de inspiración y creación salinista- y el Partido Verde Ecologista, el mayor mercenario succionador del erario de que se tenga memoria.
El PVEM es el ejemplo más acabado de la ausencia de ideales, de programa y de escrúpulos. Embozados en un falso ecologismo, lo mismo se aliaron con el foxismo en el 2000 que con el PRI desde 2003 y hasta 2018, “colgándose” siempre de quien les garantizase supervivencia, posiciones de poder y acceso a presupuestos públicos.
En nada han cambiado en la actualidad. Ante la inminencia de la derrota del priismo tecnócrata en los comicios de 2018, los “verdes” pactaron de facto con el priismo populista, o sea, el lopezobradorismo, para impulsarlo en los territorios bajo su influencia, como el estado de Chiapas y algunas regiones de Veracruz, a cambio de más posiciones de poder y la posibilidad de sobrevivir, ahora gracias al pragmatismo de los supuestos “transformadores de la vida pública” del país, que no tuvieron prurito alguno para transar con ellos una alianza electoral para el proceso de este año.
Pero, ¿por qué conformarse solo con el PVEM y PT, si el morenato puede crear sus propios “satélites”, exactamente igual que su “padre biológico”, el más viejo PRI?
Así, vimos aparecer el año pasado a esos nuevos partidos que sin siquiera intentar disimularlo se declaran serviles al lopezobradorismo, mientras que a la cada vez más deformada “4t” no le causa ningún escozor recibir el apoyo de algunos de los grupos y personajes más detestables de la política mexicana.
Bodrios como Redes Sociales Progresistas –el partido de Elba Esther Gordillo infestado de resabios de la “fidelidad”, misma que además “regentea” la “franquicia” veracruzana del PVEM- contarán con recursos y estructura para dinamitar cualquier posibilidad de que se logre un equilibrio legislativo que frene los delirios, disparates y sobre todo las amenazas de la mal llamada “cuarta transformación” contra los escasos avances democráticos alcanzados en las últimas décadas.
Y otros, como Fuerza Social por México, servirán como “válvula de escape” para dar espacio político a morenistas resentidos que no alcanzaron “hueso” en la “matriz”, como su nueva adquisición veracruzana Gonzalo Vicencio; de priistas relegados como el dirigente sindical Pedro Haces; de saltimbanquis de la política como el “líder” estatal en Veracruz Eduardo Vega Yunes –sobrino renegado del ex gobernador panista-; de prófugos del morenovallismo poblano como su dirigente nacional formal Gerardo Islas; y hasta de mafiosas como las hermanas acayuqueñas Regina y Fabiola Vázquez, hijas del malogrado cacique del sur de Veracruz, Cirilo Vázquez Lagunes.
Los “chupasangre” de la “4t” representan una promiscua revoltura que bien refleja la calidad y nivel de la política de la era de la supuesta “transformación”.
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