Claudia Rodríguez
Cada campaña electoral en México, se ha tornado en los últimos tiempos en una sucesión de eventos candentes a nivel local y por supuesto a nivel federal.
En este 2018 el próximo domingo primero de julio estarán en disputa alrededor de 3 mil 400 cargos de elección popular para elegir desde presidente de la República, hasta diputados, senadores, gobernadores, alcaldes, legisladores locales; que ya son postulados de entre los partidos políticos y como candidatos independientes. Sólo este hecho podría explicar lo natural de lo competido del proceso electoral, pero en nuestro país existen ingredientes que hacen de la disputa electoral un asunto muy agreste en donde el hastío ha venido a ocupar el de mayor volumen ante los actos de corrupción e impunidad de quienes detentan y han detentado el poder político, económico y judicial.
Ese aparato nos contrapone cada elección llevándonos a un espacio de mercado electoral en donde existen de manera primordial dos clientes principales en número: los pobres y los contribuyentes.
La pobreza tiene como primer problema el sustento alimentario de más de 50 millones de mexicanos, lo que conlleva de facto a la carencia de muchos otros satisfactores constitucionales y elementales para la dignidad humana, por lo que se torna surreal su participación ciudadana en su elección política, y no porque sean incapaces de pensar, sino porque el señor Gobierno los pone en una trampa asistencialista.
No sólo el mercado de los pobres es de suma importancia para la manipulación de los votos. La mano poderosa dispone de ese segmento de sus recursos a diestra y siniestra, como si por sólo una dádiva, quienes la dan y la presumen, se convirtieran de facto y sin que nadie los cuestione, en los dueños de todo su espectro, su ser, su vida y su futuro.
No obstante, en México, ya no se sabe qué es peor; sí ser parte del grupo de quienes reciben apoyos aunque mínimos, o ser parte del cajón de asalariados y contribuyentes; a quienes el Gobierno nos retira sólo por trabajar, el 35 por ciento de nuestro sueldo y además nos cobra impuestos altísimos en combustibles, electricidad, medicinas y en casi todo lo que adquirimos vía económica.
De tal suerte, un gran número de mexicanos llegamos al día de la votación a sufragar por dos razones principales: por el que nos da y ojalá nos siga dando o por aquél que promete quitarnos menos.
Es así que lo más complejo y difícil para todos los votantes no es votar, sino que el producto no nos falle. Pero la trampa está expuesta.
Acta Divina… Las elecciones de 2018 se darán en un momento “complejo y difícil”, no sólo por la coyuntura política, sino también “por altos niveles de desconfianza en las instituciones, corrupción, crecientes desigualdades sociales, crisis económica e inseguridad”, afirma Janine Madeline Otálora Malassis, magistrada presidenta de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Para advertir… Una elección en donde otra vez, lo que importa es el bolsillo y la dignidad.
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