Luis Alberto García / Moscú
*Dos poderosos equipos españoles y una historia casi olvidada.
* Los vascos, catalanes y madrileños que maravillaron a Europa.
*José Antonio Roca no subió al avión no fue a la Copa Rimet de 1954.
*El 1978, regresó de Argentina con doce goles en contra y en último lugar.
Heroicas y conmovedoras son las historias que, a fines de la tercera década del siglo XX, provocó la guerra civil en España a causa del levantamiento contra la República legítima, con Francisco Franco -“sapo Iscariote y ladrón que reparte castigos y premios”, le dijo León Felipe, poeta del exilio- a la cabeza de la asonada militar del 18 de julio de 1936.
En la hermosa y convulsa saga del futbol mundial –especialmente en los Campeonatos del Mundo, de 1930 en Uruguay, a 2018 en Rusia- se han escrito y descrito las más extrañas, y digamos, hasta rocambolescas realidades referidas, por ejemplo, a los “Niños de Rusia”, obligados a salir de España debido al conflicto que la desgarró durante casi tres años.
Hay un dejo de relato increíble por los hechos dramáticos que mostraban las circunstancias del pasado, como las que contaba don Ignacio Aguirre Ortiz sobre, cómo un grupo de futbolistas, formaron una selección de deportistas vascos que viajaron con fines recaudatorios y de representación política.
En esos avatares de quienes de niños tuvieron que huir a la antigua Unión Soviética en 1937, aparecen los nombres de Ruperto Sagasti, Agustín Gómez y los de todos y cada uno de los integrantes de la selección vasca (la Euskadi Selekzioa) que maravilló a Europa antes de inaugurarse el holocausto mundial en septiembre de 1939, con la invasión alemana a Polonia.
Ese combinado de camisa verde como la ikurriña –la bandera del País Vasco-, de pies alados y cabezas bien instaladas en su lugar -que con patriotismo y prestancia llevó la bandera republicana, gualda y oro por las canchas de Francia, Checoslovaquia, los países escandinavos y la Unión Soviética- se disolvió en Moscú y, con tristeza, “emprendió la América”, encontrando en México el mejor de los refugios.
Hay que reiterar que, nostálgicos o desafectos, algunos jugadores retornaron a España, mientras otros tomaban el sendero hacia el continente americano, como lo documentaron Víctor Manuel Calatrava, José García Candau y José Gotzon al referirse a las historias y estadísticas del futbol español.
Ésos y otros autores escribieron sobre el deporte durante la guerra civil, el principio y el fin de la selección de Euskadi, de la que formó parte importante Isidro Lángara, quien inicialmente jugó en el San Lorenzo de Almagro de Argentina, junto con Ángel Zubieta, antes de viajar a México, donde también aparecerían Luis Regueiro y el catalán Martín Vantolrá.
Otros más se incorporaron al futbol mexicano, años antes de que éste, en 1943, se convirtiera al profesionalismo, en la misma época en que el régimen franquista intentaba consolidarse; pero sin abandonar su autoritarismo criminal, de fusilamientos, torturas y represalias contra los vencidos.
Paralelamente y respaldándose en la Alemania nazi, mantenía sumida en la miseria económica y moral a España, cuyos exiliados habían sido solidariamente recibidos en México por el gobierno del general Lázaro Cárdenas de Río, durante y después de la guerra civil.
Cuando las malas relaciones con México empeoraron, hubo funcionarios españoles que pensaron que la presencia de dos equipos de futbol compuestos por peninsulares –el España y el Asturias- agravaba la situación diplomática, rota desde que, en julio de 1936, Franco traicionó a la República.
Pasados los años, se inició un intercambio deportivo apenas notable, y una Selección B de España viajó a México para, en 1950, disputar varios partidos en el estadio de la Ciudad de los Deportes de la colonia Nochebuena, propiedad de la familia Cosío, foro vecino de la plaza de toros México, inaugurada el 5 de febrero de 1946.
José Luis Lamadrid, delantero mexicano que incursionó en el balompié español, mundialista en Suiza en la Copa Jules Rimet de 1954 y posteriormente cronista deportivo, recuerda que, en aquella visita de 1950, el equipo ibérico ganó el primer duelo, empatando (0-0) el segundo compromiso y con una anécdota: el árbitro Carlos Esteva evitó un gol de los mexicanos cuando estaba a punto de concluir el partido.
El balón iba a cruzar la línea de meta, dio el silbatazo final y corrió a esconderse en los vestidores, enfureciendo al público que, entre chiflidos y mentadas, comenzó a arrojar a la cancha todo lo que tuvo a la mano en señal de protesta.
El sainete fue suficiente para que el general José Manuel Núñez, mandamás de la Federación Mexicana de Futbol (FMF) durante más de un decenio, prohibiera a la selección nacional presentarse a la cena que, el 28 de mayo de 1950, iba a ofrecerse a la delegación visitante en el Club España.
Lamadrid evocó aquella época al decir que, ante tan penosa situación, un representante del gobierno franquista se quejó de que, debido a ése y los posibles problemas que podrían suscitarse, sugería se eliminara la participación de ambos clubes españoles en el campeonato mexicano de Liga.
Dizque caballeroso, aunque célebre más bien por sus modos altaneros, siempre mal encarado y habituado a plantones y descortesías, el general Nuñez –jefe del Estado Mayor presidencial durante el sexenio del general Lázaro Cárdenas (1934-1940) y de la policía capitalina cuando, en agosto de 1940 fue asesinado el dirigente comunista León Trotski-, entró al medio del futbol para evitar la desaparición del Atlante, el equipo del pueblo, de donde surgió Juan “Trompo” Carreño, anotador del primer gol mundialista mexicano contra Francia, en Uruguay 1930.
Con esos antecedentes y un estilo idéntico que se prolongaría hasta fines de la década de 1950, cuando gracias a la influencia del empresario Emilio Azcárraga Vidaurreta –quien recién había adquirido al Club América, propiedad hasta entonces del empresario refresquero Isaac Bessudo, como regalo para su hijito Emilio, alias el “Tigre”-, Núñez fue sustituido en la presidencia de la FMF por Guillermo Cañedo de la Bárcena.
Otro arranque del voluble estado de ánimo de Nuñez en relación con un Campeonato Mundial de futbol, ocurrió cuando, antes del vuelo a Suiza para participar en la V Copa Jules Rimet, la lista de futbolistas estaba excedida, y como el señor general vio que el nombre de José se repetía, eliminó a uno de los jugadores.
El afectado y tristísimo jovencito que no abordó la aeronave resultó ser un defensa del Zacatepec, futuro entrenador de la fracasada selección mexicana participante en el torneo mundialista de Argentina, José Antonio Roca, quien en 1978 regresó con el “Tri” clasificado en el lugar número 16 de los 16 participantes.
En la Copa del Mundo Brasil 50, México recibió seis goles y anotó uno; en Suecia 58, le anotaron siete e hizo uno; en Chile 62 le marcaron cuatro y contabilizó tres a favor; pero en Argentina 78, los mexicanos acumularon una docena en contra y dos a favor: el director técnico era José Antonio Roca, a quien el general Nuñez impidió subir al avión casi un cuarto de siglo atrás.
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