Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
La figura es bastante plástica como para no entenderla: El gasto público genera encadenamientos económicos que, a su vez, generan crecimiento.
(En esa lógica, subyace el papel del Estado como motor del desarrollo. Si el Estado se retrae, el proceso económico cae, como solía decirse antes, en atonía. De la atonía vienen la contracción y la desaceleración, cuya siguiente fase es la recesión, que culmina en depresión. Ya se perfiló en 2008, pegándole a la línea de flotación del barco de gran calado de Felipe Calderón.)
El contenido del primer párrafo de esta entrega se lo debemos al análisis de las finanzas públicas del Instituto Mexicano de Contadores Públicos, órgano colegiado que encuentra que, en los primeros meses de la nueva administración, se registra ya un subejercicio del gasto federal del orden de los 100 mil millones de pesos.
Aunque existen diversos argumentos contables para darle soporte a la tesis, el Instituto apela al ejemplo del suministro de medicamentos al Sector Salud.
El mayor subejercicio en lo que va del siglo XXI
De acuerdo con los Contadores Públicos, ese fenómeno hacendario astringente es el mayor en el siglo XXI, pero debemos recordar que, hacia 2015, el gobierno de Enrique Peña Nieto hizo recortes al gasto por un monto de más de 100 mil millones de pesos, castigando particularmente a las empresas productivas del Estado: Pemex y la Comisión Federal de Electricidad.
El propio Instituto señala una traba a la dinámica económica, consistente en los recortes de personal federal que afecta al consumo (según otros especialistas, un agente imprescindible que impacta las variables fundamentales de la macroeconomía.)
Hace unos días se dio a conocer un convenio Gobierno-Iniciativa Privada, por el cual se concertaron inversiones por unos 600 mil millones de pesos en proyectos prioritarios.
La cuestión es que esas notificaciones tienen una correa de trasmisión de ida y vuelta: El capital privado se mueve convocado por el Estado a licitaciones de contratos de obras y servicios. Si esas licitaciones no se dan con oportunidad o, lo que es peor, se demoran o se cancelan, el inversor timorato se retracta de sus compromisos.
Estamos pues, ante un círculo vicioso que sólo se convierte en círculo virtuoso si, en vez de la mano invisible del mercado, el Estado lubrica el proceso económico. Es regla de párvulos.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.