FRANCISCO RODRÍGUEZ
Lo que hacía mucha falta en este país: los desvaríos constantes, intermitentes del Caudillo han puesto en el primer plano de la atención pública la fragilidad y la inviabilidad de la institución clave del sistema político, el presidencialismo absoluto, tan duradero que está a punto de cumplir doscientos años de haberse establecido sobre una sociedad inerme.
Una figura errática, errabunda, sin controles del poder, que hoy se estrella frente a su improcedencia sensata, no porque los otros poderes oficiales, federales y estatales puedan ponerle coto, puedan señalarle límites, sino por la aparición reciente de un fenómeno indiscutible: las arcas no tienen dinero para seguir practicándolo. Las fuerzas económicas del país ya no pueden ni deben sostenerlo.
Los poderes ilimitados del Caudillo de la Cuarta Transformación se enfrentan incapaces a su propio verdugo, construido a conciencia o inconsciencia desde el capricho. Muy pronto o ya, las maletas salvíficas no alcanzarán para cualquier dislate, y aunque usted no lo crea, hay muchas cosas que ni el dinero puede comprar en política.
Todo aquello que el inverecundo puede procesar porque hasta hoy todas las contradicciones sociales llegan a sus manos por ser la última instancia en las negociaciones políticas y económicas, ya no llegarán a sus manos y atribuciones escandalosas, porque simple y sencillamente ya no tendrá forma de resolverlas a su antojo. Llegó al límite el círculo cuadrado.
El presidencialismo mexicano ya se convirtió en un modelito inútil
Si en otros países, los desmanes de los iluminados en el poder han sido frenados por el Congreso o por mecanismos de contraloría horizontal, en México esto no podía ser posible por la falta de previsión en los creadores del sistema. Nunca se pensó que fuera necesario, y jamás se hizo. Ahora, el ejotito puede reventar por esa pequeña casualidad.
El presidencialismo mexicano se convirtió en un modelito inútil para las épocas cruciales porque el sistema autocrático que lo hizo posible y poderoso, el personalismo, donde una sola cabecita decidía por todas las demás que le rendían pleitesía y lealtad interesada, ya no tiene nada qué ofrecer en nuestro tiempo. Es un modelito que ya no corresponde a esta época.
Quien quiera entender el tamaño de esta insensatez debe saber que sólo dieciocho países en el mundo, de los más atrasados política y democráticamente, sostienen todavía la esencia del presidencialismo unipersonal, pero con mucho menos facultades que las que nosotros hemos tenido que soportar durante ya doscientos años.
Aparentemente sólido al interior, en lo internacional sólo era una tapadera
El actual presidencialismo mexicano sostiene una estructura pesada, fantasmagórica de un individuo que por el sólo hecho de ser elegido por una mayoría relativa de las listas nominales de electores, se inviste de Jefe de Gobierno, Jefe de Estado, del Ejército, de la Justicia, de la Legislación, de la seguridad y del dinero de nuestros impuestos.
Y así como aparecía aparentemente sólido al interior, en el terreno internacional sólo era una tapadera de las decisiones del poder financiero, al único al que reconoce y se agacha ante el mundo. El que fija el tamaño de nuestra economía, el valor de nuestra moneda, el porcentaje del crecimiento, la capacidad productiva y los bestiales techos de la deuda externa.
No hay en toda el área de influencia hegemónica de los Estados Unidos un país como el nuestro que lleve tantos años sometido a sus dicterios. Los que nos acompañaban en esa insensatez suicida nos abandonaron hace muchos años, cuando se dieron cuenta de que el sistema yanqui los estaba llevando a la ruina. Se fueron para crecer y no regresar jamás.
Nosotros seguimos lamiendo esa coyunda. No nos hemos cansado de ser los esclavos designados de esa manera de dirigir el presente y el futuro en contra de los intereses populares. El presidencialismo mexicano ha sido la mejor fórmula, la que más se apega a ese método de dominación que no tiene piedad con los humildes.
Crónica y terminal la imposibilidad de utilizar racionalmente los recursos
El presidencialismo, hasta ahora, no ha dado cuentas a nadie. Si se equivoca, vuelve a mandar. Y atrás de cada matraca y cada cuatrotero enfebrecido se esconde y vive una historia de mentiras sin límite, una forma de saquear la conciencia histórica, un procedimiento indigno de lograr la estabilidad a costa del sacrificio de los bolsillos de todos. Una manera esquizofrénica de vivir, creyendo que somos superiores.
Por seguir ese camino de infantilismo político, los mexicanos contemplamos la agudización de los problemas sociales, el costo creciente de la vida y de la pobreza, la marginación económica y democrática, la galopante inflación, el estancamiento nacional.
Pero en el sistema presidencialista de la Cuarta Transformación, se ha hecho crónica y terminal la imposibilidad de utilizar en forma racional y óptima los recursos naturales, geográficos, financieros, humanos, tecnológicos y administrativos para lograr la participación equitativa en el proceso del desarrollo nacional.
Ya no hay dinero para solventar las ocurrencias y los desatinos de la 4T
Así arribamos al crecimiento menos cero, así estamos invitados a engrosar las legiones de menesterosos, en medio de un país generoso, rico, abundante y prometedor…
… sin haber plantado la semilla de un movimiento popular auténtico que se asentara sobre las bases de la conciencia colectiva, con planteamientos reales de reivindicación, con las ganas de transformar a este país desde sus cimientos, de corregir los rumbos hacia donde lo han llevado los reaccionarios y entreguistas: sus mandarines esquizoides.
Pero la misma serpiente cuyo huevo empollamos a base de abulias y abstenciones, se mordió la cola: no hay ya para dónde hacerse, quién sabe si, afortunadamente, antes de que tuviéramos que pagar un costo demasiado alto en términos de vidas humanas.
Una solución que puede ser benéfica en términos de racionalidad. Una solución que, como las previsiones que nunca tomamos para amarrarle las manos a los chalados, puede ser hoy la diferencia que nos enfrente a nuestra propia realidad de país necesitado, en la cuarta pregunta de su parteaguas histórico.
El hecho que ya no haya dinero para solventar las ocurrencias y los desatinos, puede ser la vía que nos encare a nuestra propia responsabilidad civil, que reduzca a cero el margen amplio de maniobra con el que siempre nos engañaron, haciéndonos creer en la magia y en la infalibilidad de los presidentillos de turno.
Primera vez que México se enfrenta a la incapacidad y la ignorancia
Una bofetada en el rostro de una Nación escarnecida y sacrificada durante doscientos años de presupuestos unipersonales y metaconstitucionales que ya nos estaba llevando no sólo al despeñadero de todos tan temido, sino a la ruina absoluta perpetrada por un grupo de inconscientes y enfermos.
Es la primera vez que México se enfrentará al intríngulis de la incapacidad y la ignorancia.
Sin dinero, no hay poder absoluto, más que en la desgracia total.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: No todos los días habrá cheques de 2 mil millones de pesos recuperados por la Fiscalía General de la República para solventar chifladuras como esa de la rifa del avión donde el premio no es el avión. No todas las semanas se aparecerá Alejandro Gertz Manero con un chequesote para que el Caudillo destine esos dineros a cumplir cualquiera de sus despopósitos. No todos los meses habrá recuperación de millones incautados a quienes en el pasado inmediato saquearon al país. ¿O sí?
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