MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
El colega Pablo Marentes Martínez fue asesinado, hacia el mediodía de ayer lunes en la colonia San Miguel Chapultepec, jurisdicción de la alcaldía Miguel Hidalgo de la Ciudad de México, supuestamente una zona con vigilancia vecinal y policiaca. Supuestamente.
Y, en la colonia San Felipe de Jesús, en la alcaldía Gustavo A. Madero, al norte de la capital del país, la policía evitó el linchamiento de tres individuos acusados de robar a usuarios del transporte público, una actividad delictiva que forma parte de la postal citadina.
En otras zonas de la Ciudad de México los delincuentes no han corrido con la misma suerte de ser rescatados por la policía cuya tarea se presume debe ser preventiva, y los han linchado; en localidades conurbadas con el Estado de México, incluso los vecinos ofendidos, hartos de ser víctimas de la delincuencia han golpeado a los pillos hasta matarlos. O llevarlos a la hoguera.
¿Fuenteovejuna? Cruda realidad, elemental diríase frente a esta delincuencia organizada y desorganizada, capos que son poder fáctico en la capital de la República Mexicana que el ex jefe de gobierno, Miguel Mancera, negó recurrentemente durante su gestión y que su sucesor ha debido aceptar obligado por la evidencia cotidiana de asesinatos, ajustes de cuentas entre integrantes de las bandas que venden derecho de piso en toda la ciudad, vendedores de droga…
Pablo Marentes escribió en algún momento en el diario Ovaciones la columna “Políticamente Incorrecto”, la contraparte a lo que se estima políticamente correcto entre quienes nos gobiernan, entre estos personajes que en el Congreso de la Unión se disputan el poder y dejan las migajas a aquellos que disfrutaron de esas mieles hasta tiempos muy recientes.
Huelga citar nombres, porque de nada sirve evidenciar a estos aprendices de brujo que ningunean a los servidores públicos heredados de la administración que apenas hace maletas.
Pero éstos junto con los que aún no han rendido protesta en el cargo, como el licenciado Andrés Manuel López Obrador, se hacen pedazos entre sí en esa disputa, insisto, por el poder, para registrar al mejorportadoconeljefedejefes, el que más se ajusta a los dictados del Presidente electo.
Y, mire usted, precisamente cuando se presumía estaban dispuestos a enderezar a la golpeada maquinaria utilizada en el fracasado combate a la delincuencia organizada y el narcotráfico, suspenden los foros de consulta en las entidades que registran los mayores índices de inseguridad y criminalidad.
¡Ah!, pero el aspirante a Eliot Ness salió al paso y aclaró que, bueno, pues ya tienen suficientes elementos para apresurar la elaboración del plan para combatir a la delincuencia y que, aquellas propuestas que desee hacer el ciudadano, pues que las mande a una dirección, con la promesa de que serán atendidas como debe ser. ¿Y?
Mientras tanto, cabalgando en los lomos de la demagogia va el discurso que habla en futuro. ¿Perdón y Olvido? ¿Usted cree que Pablo Marentes padre, maestro universitario, ex diplomático y funcionario público perdonará al sujeto que descerrajó un balazo a su hijo Pablo?
¿Quiénes son los dueños de la Ciudad de México y de su zona conurbada, de Ecatepec y Ciudad Nezahualcóyotl y Valle de Chalco y…?
Porque mientras la señora Claudia Sheinbaum anda en reuniones de prospectiva para su gobierno y da a marcha atrás a lo prometido en campaña y, como el licenciado López Obrador, sigue este periplo de dizque agradecimiento. ¿Vale gastar millones y millones de pesos para ir a dar las gracias a quienes votaron por él?
Y, bueno, la autoridad que ya se va, está pasmada y ha dejado el paso abierto a los delincuentes de toda monta. En las colonias de la Ciudad de México la vigilancia es nula y, cuando un uniformado aparece no sirve para maldita la cosa porque el nuevo sistema penal acusatorio prohíja a la delincuencia y somete a los ciudadanos.
En la colonia Lindavista, por ejemplo, en el cuadrante en el que está la estación del Metro Lindavista y las plazas comerciales del mismo nombre, en las calles Chosica, Manta, Ricarte y en las avenidas Montevideo e Instituto Politécnico Nacional, los delincuentes tienen asolado al vecindario. De la policía la ausencia.
¿Conoce usted a quien gobierna su jurisdicción? ¿Sabe usted el nombre del jefe de la policía o secretario de seguridad pública? Seguramente millones de mexicanos no sabemos cómo se llaman éstos dizque servidores públicos, por más que los veamos en recurrentes publicaciones impresas o en los medios digitales en actos públicos, políticos, en los que presumen su trabajo que es un espejismo.
¿Sabrán mis vecinos que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, se llama José Ramón Amieva, y que el secretario de Seguridad Pública, es el ingeniero Raymundo Collins?
Sí, hay una disputa por el poder: Morena contra Morena. Yo no me casé, dice el licenciado López Obrador para zafarse de lo evidente, de esa incongruencia entre el decir y hacer.
Y sus huestes oficiosas repiten la cantaleta: no son funcionarios públicos, no usaron dinero público en la boda del amigazo del alma del señorpresidenteelecto. ¿Y?
Pero, vaya, mientras todo México se solaza con esa comidilla del jet set moreno, en el país, en mi colonia, en su colonia, la delincuencia organizada y desorganizada manda. Esa, sí, ésa es la dueña del país. ¿Alguien lo duda? Conste.
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