RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Andaba este escribidor dando vueltas en torno a cuál podría ser el tema de esta colaboración primera de 2024, año que deseamos sea pleno de salud y éxitos para todos, cuando nos encontramos el Tomo I de las Obras Completas de ese mexicano de excepción que lo fue Ignacio Homobono Serapio Manuel Altamirano Basilio, el miembro del grupo de LOS HOMBRES DE LA REFORMA a quien con énfasis mayor identificamos con el tema de la educación.
Ante eso, y dada la crisis por la que hoy atraviesa la educacion pública en México, de entre los trabajos que se presentan en las 311 páginas que integran el volumen, seleccionamos el relacionado con la enseñanza. Se trata del discurso que pronunciara, el 31 de enero de 1871, en su calidad de presidente de Sociedad de Beneficencia para la Educación y Amparo de la Niñez Desvalida. Pero no podemos dar pie al contenido del discurso sin antes realizar un bosquejo breve de lo que era esa institución.
La Sociedad arriba referida fue fundada, el 6 de octubre de 1846, por el filántropo Miguel Vidal Alcocer. Este personaje, quien formara parte de las tropas del Generalísimo Morelos y Pavón, tenía por objetivo lograr que la educacion fuera un vehículo para que los niños más pobres pudieran tener acceso al conocimiento y a partir de ahí poder abandonar su condición paupérrima.
Cuando Alcocer fallece, en 1860, la Sociedad sostenía 17 escuelas. Ello, no implicó que dejaran de funcionar. Cuando la República triunfó, gracias al apoyo otorgado por el Gobierno Federal, el Ayuntamiento de la Ciudad de México y la filantropía de varios individuos operaban 33 centros escolares. Bajo ese marco, el Estadista Benito Pablo Juárez García se ocupó de entregar personalmente reconocimientos a los educandos que acudían a esas escuelas. Con certeza el oaxaqueño recordaba su infancia y como fue que gracias a la educación pudo transformar su vida para bien.
Ante el Jefe del Estado Mexicano, Altamirano procedió a realizar un resumen breve de lo que fue la creación de la Sociedad, las vicisitudes que enfrentaba para sobrevivir y poder cumplir con el objetivo para el cual fue creada: “Difundir las luces de la instrucción primaria entre las clases más infelices de la población de México, entre aquellas que parecen desheredadas completamente de la suerte y a quienes la miseria más espantosas arroja a los barrios más apartados de la capital, como ahuyentados de este circulo de luz que la ciudad encierra en su dorado centro”.
A la vez el maestro guerrerense apuntaba que “el desaliento es la primera consecuencia de la miseria y en nuestras clases menesterosas con mayor razón, supuestos su carácter, sus hábitos y su educacion religiosa. así es que esta circunstancia, por una parte, que obliga al padre pobre a retener en su rincón miserable al hijo desnudo y privado de alimento, y por otra la escasez de recursos, son los dos más grandes obstáculos que solo la perseverancia de la Sociedad ha podido vencer”. Tras de eso, Altamirano Basilio procedió a dar cuenta de como se realizaban las acciones.
Indicaba que “La Casa de Asilo de huérfanos situada en el antiguo Colegio de San Gregorio, no solo ha estado abierta para los niños que carecen de padres y que no tienen apoyo en el mundo; sino aun para aquellos que, teniéndolos, por su infelicidad suma, se hallan en la misma situación que los expósitos o los huérfanos.
En la Casa de Asilo no solo han encontrado los niños alimentos, casa e instrucción; sino que se ha procurado mejorar su condición material haciéndoles llevar un traje que al mismo tiempo engendre en ellos mejores aspiraciones y los acostumbre a modales más cultos … El traje influye poderosamente en el alma del niño y él solo produce más efecto que las amonestaciones y las reglas, porque engendra el hábito, despierta la dignidad y crea las necesidades que más tarde serán la fuente del trabajo”.
En los tiempos presentes, con toda certeza, las autoridades criticarían a Altamirano por andar soliviantando el espíritu aspiracionista, pero así eran LOS HOMBRES DE LA REFORMA quienes miraban hacia el futuro con el objetivo de crear una sociedad de seres productivos y no dependientes de la dádiva gubernamental.
Don Ignacio apuntaba que “en la Casa de Asilo se han abierto tres talleres y dos clases de grande utilidad: el dibujo lineal y la música. Así, al mismo tiempo que se educan artesanos honrados e instruidos, se les abre un horizonte que les permita salir de la orbita rutinaria del antiguo menestral [asalariado] y se dulcifica su carácter, predisponiéndolos por estas razones a loa goces tranquilos, que son el fruto del amor a las bellas artes”. Una muestra más de que aquella generación aspiraba a lograr fines superiores y no hundir en la mediocridad y la chabacanería los gustos de los mexicanos, independientemente de la condición social a la que pertenecieran.
Acto seguido, enfatizaba que la Sociedad “sin el concurso de la filantropía no podrá tener el magnifico desarrollo a que deben aspirar los que amen el progreso de México, los que vean en la ilustración de las masas la garantía de las instituciones republicanas y los que aspiren a desterrar de nuestro pueblo esas tinieblas espantosas a las que habían condenado la tiranía política y el fanatismo religioso, dos manos de hierro que acaban siempre por ahorcar el cuerpo social mas vigoroso, y por postrarlo moribundo en la losa de la vergüenza, de la servidumbre y la barbarie”.
¿Podrá alguien dudar que las palabras del Maestro Altamirano parecieran haber sido escritas ayer por la mañana? La tiranía política y el fanatismo religioso edulcorado continúan siendo la amenaza para sumirnos en la ignorancia. Retomemos el texto de aquel discurso.
Lanzaba una advertencia que, por desgracia, no se atendió y mucho daño habría de causar. Enfatizaba: “… la venenosa serpiente del fanatismo religioso, que no ha muerto, como podría suponerse, aplastada por los triunfos de la Reforma, sino que ha estado aletargada en el invierno de su humillación, comienza a despertar, se mueve, sus espantosos anillos empiezan a agitarse y en breve, si nosotros la dejamos libre volverá a enlazarse al árbol del pueblo para marchitarlo y corroerlo. Por donde quiera se siente ya el movimiento de la reacción católica e intolerante. El clero arrojado de los conventos se ha refugiado en el hogar, y desde allí organiza su propaganda liberticida”. Y como no se iba a quedar en enunciados, el nativo de Tixtla, Guerrero los llamó por su nombre.
Señalaba que “las sociedades jesuíticas se apoderan de la enseñanza primaria; revistiendo el manto seductor de la caridad, se introducen en las familias, imponiendo como un pago a sus limosnas, el odio a la libertad y al progreso; sus Misiones no sabiendo afrontar ya el furor del salvaje hacen la propaganda en nuestras ciudades populosas y en fin y para mayor pena, se han apoderado lentamente de la prensa de México. Contad el número de sus publicaciones y luego poned cuidado hasta en los periódicos que pertenecían a nuestra comunión. En cada uno encontrareis escondido en la forma de acolito a un agente de los jesuitas”. A continuación, delineaba como operaban estos sujetos.
En su afán por trastocar el estado de cosas y buscando llevar agua a su molino, “se maldice públicamente y todos los días, no al gobierno de la nación, sino al progreso; se abandonan al escarnio los mas sagrados dogmas del crédito democrático, conquistados a costa de tantos sacrificios; se arroja lodo a la frente de nuestros mártires republicanos, se trata de oscurecer nuestras glorias nacionales, se responde a nuestro olvido generoso con el deprecio y el insulto, se blasfema de lo que tenemos hoy más santo que es nuestro triunfo sobre la invasión extranjera, se enaltece como virtud lo que hay de mas execrable y lo que debiera hacer hundir en el polvo la frente de los culpables, que es la traición a la patria y en fin… solo la imposibilidad impide que se vuelva a poner la independencia de México en subasta en los mercados de Europa.
Y todo esto se prepara, haciendo uso de la vieja mascara del fanatismo, mascara ya hecha pedazos tantas veces por el pie indignado del pueblo, pero que el jesuitismo recoge para proseguir sus trabajos de oscurantismo y tiranía”. Don Ignacio Manuel tenía toda la razón, aun cuando ya no lo comprobaría personalmente, los hechos futuros así lo demuestran.
Cuando todo estaba listo para que la transición pactada se materializara, en 1911-1913, los jesuitas no se quedaron quietos y, a través de sus chicos, clérigos y laicos, entre estos últimos uno de apellido Urrutia, tuvieron mucho que ver con el asesinato de don Francisco Ygnacio. Ellos fueron el cerebro que diseñó la reyerta inútil con la que trataron de evitar el nacimiento del Estado Mexicano Moderno. En años más recientes, la guerrilla no estuvo exenta de su presencia y no podemos dejar de recordar el asesinato de Don Eugenio. Detrás de la charlotada chiapaneca ahí estaban ellos. Como olvidarnos de que en sus aulas abrevó el ignaro con botas.
Y para que se vea que en eso de causar daños los jesuitas no respetan fronteras, recordemos que, en los EUA, el vicerrector de Georgetown University, Edmund A. Walsh, fue quien diseñó la campaña conocida como “el macartismo”, para apoyar la reelección del borrachín senador por Wisconsin, Joseph Raymond McCarthy, uno de cuyos financieros principales lo era Joseph Kennedy cuyo hijo, Robert Fitzgerald, actuaba como ayudante del beodo wisconense. Y de lo de hoy, simplemente hay que revisar las noticias diarias para percatarnos de lo que hace su exponente máximo convertido en la mano que mece la cuna. Pero retornemos al texto de 1871.
Entonces Altamirano Basilio apuntaba que “nosotros sabemos bien que estas doctrinas y estos trabajos están ya condenados por la civilización del siglo XIX; pero debemos reflexionar en que ellos detienen la marcha de la reforma e impiden la ilustración del pueblo. La tolerancia de nuestro sistema no nos permite que se impidan estas maniobras; pero por eso mismo se hace más urgente que los combatamos con las armas de la razón, con la enseñanza del pueblo, con la propaganda de la verdad en todas partes, y particularmente allí en donde la ignorancia ofrece un campo más fácil de invadir, al fanatismo”.
Pero ahí no concluía su advertencia, precisaba: “Es preciso trabajar, es preciso educar al pueblo, es preciso oponerse a esas numerosas escuelas que hay en México, en las que en lugar de moral se enseña el Ripalda, y en el que se habitúa a los niños a odiar el progreso; es preciso oponer, repito, otros tantos seminarios de civilización en que se enseñe a practicar la virtud, a amar a la patria, a adorar la libertad y a preparar el porvenir de este país destinado a ser grande por el trabajo y la ilustración”. En esa forma, LOS HOMBRES DE LA REFORMA planteaban el futuro con la vista puesta hacia adelante y no lanzando arengas para retronar al pasado.
Aspiraban a que fuéramos un país de ciudadanos deseosos de adquirir educación y cultura quienes miraran en el trabajo el vehículo para alcanzar mejores estadíos de vida y nunca esbozaron la creación de una sociedad de seres conformistas esperanzados a la dádiva gubernamental, para irla pasando, carentes de aspiraciones superiores. Los de ahora buscan a toda costa crear una generación de ignorantes a quienes les dicen que la mejor educación es aquella que no los incita a custionar, ni les da las herramientas para desarrollar el pensamiento crítico, todo lo reducen a la adoración del líder y sus proclamas.
En nada se diferencian de aquello que Ignacio Manuel Altamirano Basilio advertía con toda razón, lo único que se busca es convertir a los educandos en seres manipulables, enemigos de la libertad y el progreso. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (24/01/01) Me permito compartirles que ya se ha publicado mi libro tercero titulado: “Treinta y cuatro relatos mágicos de un cuentista fantasmagórico e historiador”. Se trata de una serie de narraciones que por momentos pudieran parecer fantasías, de ahí su magia, pero ninguna lo es, la realidad las respalda. Cada uno de los textos está dedicados a un miembro de mi familia y a quienes en un momento determinado de mi vida académica, profesional y personal han tenido una actuación muy importante.
Añadido (24/01/02) El día primero de 2024, la Ciudad de México amaneció convertida en una pocilga atmosférica. No podía ser de otra manera cuando la noche anterior, encabezados por las propias autoridades, se dio rienda suelta a la quema de juegos pirotécnicos. Eso sí, inmediatamente a decretar contingencia atmosférica, pero ni quien mencionara la responsabilidad de los funcionarios. Una vez más, se demostró que los automóviles no son los responsables de los altos niveles de contaminación como ya sucedió durante la pandemia cuando estos siguieron altos y para evitar que exhibieran su incapacidad, ordenaron se escondiera la información.
Añadido (24/01/03) Ha sido destituida quien representa una muestra más de que ni el color de la piel, ni el género determinan que una persona sea mejor que otra. Se trata de la ex la rectora de Harvard University, Claudine Gay, quien considera sus enemigos a los que tienen una tonalidad de epidermis distinta a la suya. Asimismo, desprecia a quien no comulga con su perspectiva izquierdosa, o bien, se exhibe como una racista rabiosa, enemiga de los judíos.
A la vez, no ha tenido empacho en plagiar textos a diestra y siniestra. Sin embargo, para que esa institución educativa empiece a recuperar su prestigio académico es necesario que extirpe de su cuerpo de profesorado a quienes no son capaces de enseñar apegados a la objetividad y alejados de fanatismo extremos. Que conste, esto último es un mal que aqueja a la mayoría de las universidades estadounidenses.