Por María Manuela de la Rosa Aguilar.
En medio de una crisis energética, alimentaria y económica, con bajos índices de popularidad y con las elecciones intermedias en riesgo, Joe Biden juega sus cartas en la diplomacia internacional, con audacia, conocimiento, pero con una realidad poco favorable, sobre todo por la guerra en Ucrania, que ha requerido atención prioritaria en aras de proteger la hegemonía de Occidente.
Y pese al riesgo personal de comprometer su popularidad e imagen, ha corrido el riesgo, aguantando las duras críticas tras su reunión con el cuestionado príncipe heredero de Arabia Saudita, haciendo a un lado el orgullo personal, por los intereses superiores de su nación. ¿Habrá valido la pena? En el mediano y largo plazo lo sabremos.
E.U. y la hegemonía occidental.
En su reciente gira por Oriente Medio, el presidente norteamericano Joe Biden buscó consolidar el apoyo de Israel, Arabia Saudita y Palestina, con pocos resultados palpables. Aunque conoce muy bien la región y es un diplomático experimentado.
En Israel fue recibido con escepticismo, puesto que su discurso giró en torno a detener a Irán para que no desarrolle un arma nuclear, usando la diplomacia como la mejor vía, lo cual no convenció al Primer Ministro israelí, Yair Lapid, quien afirmó categórico que las palabras no detendrán a Irán, sólo si saben que si continúan desarrollando su programa nuclear se usará la fuerza militar para detenerlos, ya que es la única manera de disuasión. Esta consideración tiene todo el fundamento, dados los acontecimientos de los últimos años, no sólo de su interés por enriquecer el uranio, sino dando claros indicios de ello, lo que ha generado diversas crisis a lo largo de las últimas décadas.
En su encuentro con el monarca de Arabia Saudita, Salmán ben Abdelaziz y el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán en busca de apoyo para paliar un poco la crisis energética con el aumento de la producción de petróleo, los resultados no fueron los esperados.
La actual coyuntura no le es del todo favorable, sobre todo porque la crisis fortalece a los países árabes, que saben y dominan el arte de negociar y tienen la certeza del poder que representa el contar con amplias reservas de hidrocarburos.
Este esfuerzo de Biden le ha representado un gran costo político y de imagen, ya que fue ampliamente cuestionado por su encuentro con el príncipe heredero, pues después de haberlo condenado por sus abusos durante su campaña presidencial, ahora se ve obligado por las circunstancias a buscar su apoyo. La opinión pública vio esto con muy malos ojos, pero sólo un estadista como él puede dimensionar y poner en perspectiva el bien mayor y en este caso se trata de los intereses de los Estados Unidos, no era una cuestión de honor personal. No obstante el riesgo mediático que corrió Biden, sólo logró que Arabia Saudita aumentara un poco su producción petrolera, manteniéndose fiel a los acuerdos de la OPEP para que el precio del crudo continúe estable, porque además un aumento en la producción no sería económicamente redituable para el país árabe. El audaz político norteamericano se enfrentó con la vena empresarial saudí y no hubo argumento a su favor.
Sin embargo, el príncipe heredero anunció que el reino aumentará la capacidad máxima de producción diaria de petróleo hasta 13 millones de barriles para el 2027, pero tras el alza no habrá la posibilidad de incrementarla para satisfacer la creciente demanda de crudo en medio de la crisis energética global. Una respuesta sutil, hábil y que dice mucho de la capacidad del príncipe heredero para asegurar escenarios prospectivos; si bien, correspondiendo al acercamiento de Biden y como muestra de su reconocimiento por el riesgo que para el presidente norteamericano significó este importante gesto diplomático.
Durante su visita, el presidente norteamericano pensaba proponer una alianza de seguridad regional que incluía a Jerusalén, para combatir las amenazas iraníes, pero el Ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, el príncipe Faisal bin Farhan Al Saud, señaló no estar al tato de ninguna discusión sobre una alianza de defensa del Golfo-Israel, puesto que el reino no está involucrado en tales conversaciones. Y por otra parte, el príncipe heredero, Mohamed bin Salmán le expresó que “imponer valores por la fuerza es contraproducente”. Negocios, diplomacia y política de alto nivel, sin duda alguna.
Durante su visita al país árabe, Joe Biden participó en la cumbre con los seis líderes del Consejo de Cooperación del Golfo: Arabia Saudita, Qatar, Baréin, Kuwait, Omán y los Emiratos Árabes Unidos, además de Jordania, Egipto e Irak, que se celebró en la ciudad saudita de Yeda. En esta reunión se habló sobre seguridad regional y relaciones bilaterales con Washington, donde Biden intentó, sin éxito, reafirmar el liderazgo de E.U. en Medio Oriente, afirmando que seguirán siendo un socio activo en la región, para la construcción de un futuro positivo, basado en principios, discurso que fue soslayado. El príncipe heredero ya había establecido su posición el respecto.
Los líderes árabes expusieron sus puntos de vista sobre los principales problemas de la región:
El príncipe Mohamed bin Salmán mandó un mensaje a Irán, instándolo a cooperar con las naciones del Golfo, pidiendo asimismo que no interfiriera en los asuntos internos de otros países. Mensaje a interpretar, adhesión para fortalecer a la región, pero sin compromiso en asuntos externos, llámese Libia, Ucrania, etc.
Elocuente intervención del futuro monarca, que no sólo da muestra de su capacidad política y perspectiva estratégica, sino de los bríos con que enfrentará los retos del futuro, fortaleciendo su posición y la de Arabia Saudita en el contexto internacional, por lo que no sería extraño que estemos ante una nueva conformación geopolítica de la región, en donde los Estados Unidos tendrán que buscar cartas más fuertes para negociar y mantener su liderazgo.
Por su parte, el Emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad Al Thani, hizo hincapié en que los ataques de Israel a Palestina aportan inestabilidad a la zona, a la vez que sus actos violan el derecho internacional, lo que constituye una de las causas más importantes que generan inestabilidad, que continuará, a menos que Israel deje de violar el derecho internacional, con la construcción de asentamientos, que transforman cada día el carácter de Jerusalén, con el continuo asedio a la franja de Gaza, por lo que dijo es infructuoso que los árabes sigan haciendo propuestas para que Israel continúe rechazándolas. y aumentando su intransigencia.
Y aunque no se mencionó, se evidenció que las acciones de Israel han sido pasadas por alto por parte de los Estados Unidos, manteniéndose como aliados prácticamente incondicionales de Israel, lo cual nunca ha pasado inadvertido para los países árabes, cuya prudencia diplomática parece diluirse.
Pareciera poco, pero muy significativo lo que sí logró Biden, que fue abrir un corredor aéreo para Israel. Sin embargo, Una vez que la cumbre había finalizado, el ministro de Relaciones Exteriores de Arabia Saudita, el príncipe Faisal bin Farhan Al Saud, señaló que la decisión de Riad de abrir su espacio aéreo a todas las compañías aéreas, incluidas las israelíes, no tiene nada que ver con el establecimiento de lazos diplomáticos con Jerusalén y no podía tomarse como un indicio de tal consideración.
Pese a todo ello, como bien lo calificó Biden, es un paso histórico, resultado de meses de esfuerzos diplomáticos entre su administración y el reino árabe.
El contrapeso soviético.
Vladimir Putin, al igual que Biden, intenta buscar alianzas y consolidar las relaciones con Irán y Turquía, por lo que ayer estuvo en la capital persa, donde se reunió con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, así como con el ayatolá y líder supremo de Irán Alí Jamenei.
Vladimir Putin viajó a Teherán para consolidad acuerdos de cooperación sobre seguridad internacional, así como en materia comercial y si bien no se habló de ello, sí de posibles compras de equipo y armamento militar, para reforzar su ejército en la guerra contra Ucrania, que seguramente se prolongará mucho más de lo esperado, pues ya lleva seis meses y aún no se define, pese a que Ucrania prácticamente está en ruinas, pero con un espíritu de lucha que ha dado muestras de heroicidad para defender su territorio, con el apoyo de occidente.
Asimismo, Putin abordó el conflicto sirio, que será tratado en la próxima reunión del llamado formato Astaná, a celebrarse en Rusia, aunque no se ha anunciado la fecha de dicha cumbre, denominada asimismo “troika” de Astaná, en donde Turquía tiene un gran interés, debido a los grupos terroristas que afectan la frontera sur de su territorio.
Pero no sólo en busca de consolidar la relación, que ha guardado una afinidad de intereses mutuos entre Rusia e Irán, sino el hecho de que la nación chiita tiene amplia experiencia en evadir las sanciones internacionales, por lo que Rusia requiere saber cómo enfrentar las fuertes restricciones en sus actividades bancarias, el bloqueo económico, las exportaciones e importaciones.
Por otra parte, es de su interés la industria militar iraní, pues han circulado informes de inteligencia norteamericana sobre la presencia de militares rusos en Irán, en el aeródromo iraní de Kashan, para presenciar exhibiciones del funcionamiento de los drones de combate Shahed-191 y Shahed-129, para una posible compra, aunque el asesor del Kremlin, Yury Ushakov, aseguró ante la prensa rusa que el presidente Putin no trató el tema, aunque una gran parte de funcionarios de su delegación, entre ellos altos mandos militares, llegaron a Teherán el día anterior, por lo que sería lógico suponer que este tema se trató con antelación.
Cabe destacar que líder ruso logró total apoyo de Jamenei en el caso de Ucrania, al considerar que si Putin no hubiera tomado la iniciativa, Ucrania hubiera atacado a Rusia, una aseveración cuya lógica sólo se puede entender a la luz de la política.
En la reunión en Teherán entre los mandatarios de Irán, Alí Jamanei, Vladimir Putin de Rusia y Recep Tayyin Erdogan de Turquía, llamó la atención que el presidente turco, hizo esperar a Putin, lo que la prensa internacional aprovechó para tomar fotos y víde; y los medios turcos interpretaron como una venganza por la espera que en el 2020 Putin hizo esperar al presidente Tayyin Erdogan. En el juego de la diplomacia los detalles lo dicen todo.
Turquía buscó asimismo lograr la anuencia para un posible ataque contra grupos armados y organizaciones políticas del norte de Siria liderados por los kurdos alineados con los Estados Unidos para aislarlos, objetivo que no logró consolidar.
La reunión cara a cara entre Putin y Erdogan, no estuvo desprovista de tensión, pues Turquía, como miembro de la OTAN, quitó el veto para que Suecia y Finlandia se integren al Tratado del Atlántico Norte, con lo que su posición se debilitó ante el gigante ruso, aunque el líder turco, en un intento de suavizar la relación, recordó que condicionó la entrada de dichos países a realizar los pasos necesarios y cumplir sus condiciones.
Putin y Erdogan también pusieron sobre la mesa el tema de la exportación de grano desde los puertos ucranianos, en donde es de reconocer que Turquía ha tenido un papel fundamental para destrabar las negociaciones y abrir un corredor que permita el comercio hacia Europa. Sin embargo, Ucrania ha denunciado que más de 20 millones de toneladas de granos permanecen varadas debido al bloqueo ruso en los puertos del Mar Negro.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan mantuvo encuentros bilaterales con dirigentes iraníes, que reiteraron su oposición a una ofensiva turca en el norte de Siria, por lo que este conflicto es uno más sin resolución que afecta en gran medida a toda la región y se agrega a los problemas de la guerra en Ucrania.
Turquía está en una difícil situación, por un lado, es un país de la OTAN, además con importantes intereses en occidente, pero además, es socio estratégico y comercial de Rusia, en donde con gran habilidad diplomática ha sabido sortear la situación, mediando en el conflicto de Ucrania para salvar la producción agrícola, un mérito que no se puede soslayar; aunque desde el punto de vista geopolítico, ha desafiado a Rusia y tendrá que participar junto con Suecia y Finlandia para defender la frontera con Rusia. Porque si bien la inserción a la OTAN de los dos países europeos está en proceso, es un hecho que difícilmente se revertirá.