Ricardo Del Muro / Austral
Al cumplir 95 años, Fidel Velázquez, el eterno líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), dispuso que la celebración del Primero de Mayo se hiciera en el Teatro del Ferrocarrilero y se suspendieran el tradicional desfile obrero y la manifestación en el Zócalo de la Ciudad de México.
La clausura de la celebración del Primero de Mayo en 1995 en el Zócalo capitalino se ubica al inicio de la crisis del neoliberalismo priísta, entre el último año del gobierno de Carlos Salinas y el primero de Ernesto Zedillo. Asimismo, fue la primera vez en que la celebración se fragmentó en dos actos: uno de corte oficial y otro opositor al corporativismo, en dos actos plenamente definidos entre una ceremonia sin desfile y un desfile sin ceremonia.
Desde el punto de vista del historiador Salvador Maldonado Aranda, este hecho representa el símbolo dominante de la transición política en el plano sindical.
Por un lado, si bien la celebración oficial se desplaza a un espacio privado, fuera del simbolismo nacionalista que arropaba su conmemoración, no queda exenta de variadas protestas por parte de algunas fracciones del sindicalismo oficial que rehúsan ocupar el papel de espectadores. Desde entonces, las ceremonias oficiales serán objeto de burla por parte de sindicatos ¡oficialistas! Como el ferrocarrilero, electricista y petrolero, quienes por medio de burlas, carcajadas, sátiras y mofas criticarán a los oradores gubernamentales y dirigentes de sus sindicatos.
A partir de esa fecha, la CTM y el sindicalismo oficial quedaron marginados de la celebración popular del Día Internacional de los Trabajadores. Este primero de mayo, por ejemplo, en la Ciudad de México habrá 19 manifestaciones de sindicatos y organizaciones independientes.
Mientras tanto, los dirigentes del sindicalismo oficial, se reunirán en Palacio Nacional con el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien dará un informe sobre los logros alcanzados en la política laboral y firmará el acuerdo para que entre en vigor el controvertido Fondo de Pensiones para el Bienestar.
En la celebración del año pasado, López Obrador convocó lo mismo a dirigentes aliados, como el senador y líder del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, que a los dirigentes sindicales ligados al corporativismo priísta como Carlos Aceves del Olmo, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México. Sin embargo, este año, en el contexto de las campañas por la sucesión presidencial, será interesante observar quienes serán los líderes sindicales que acudirán al Palacio Nacional. Varios de ellos, como Aceves del Olmo, son candidatos de partidos opositores a Morena.
Mucho ha cambiado México desde aquel primero de mayo de 1995. En sus últimos años, el anciano Don Fidel Velázquez se esforzaba por permanecer vigente, exponiéndose a la mofa de los reporteros que en son de chacota acudían a su conferencia de cada lunes, aunque el patriarca después diría que su voz había sido falsificada – todavía no se utilizaba el término “clonado”- en las grabaciones con declaraciones incómodas.
“Su rostro ajado, sus fatigas, sus quebrantos, son los de la clase política de que ha sido ejemplo y resultado”, escribió Miguel Angel Granados Chapa (1966).
Antes de concluir su periodo como secretario general de la CTM, que terminaba hasta 1998, el 21 de junio de 1997, a los 97 años de edad y víctima de un paro cardio – respiratorio, Fidel Velázquez Sánchez falleció en el Hospital del Estado Mayor Presidencial, en la ciudad de México.
En la Memoria Política de México, Doralicia Carmona señala que a través de la CTM, bajo el liderazgo de Velázquez, durante más de 50 años consiguió prebendas para la burocracia sindical, además de puestos públicos y candidaturas a cargos de elección popular para los líderes obreros, quienes llegaron a ocupar gubernaturas, curules y escaños por varias décadas, e inclusive heredar liderazgos sindicales como el de Napoleón Gómez Sada y otros más a nivel de los estados.
Sin embargo, la inmovilidad de los dirigentes de la CTM hizo que la organización envejeciera al parejo de sus principales líderes y que la poderosa organización obrera que fue en 1940 llegara a ser en los noventa una organización caduca y poco relevante para los gobiernos priístas neoliberales.
El sucesor de Fidel Velázquez fue Leonardo Rodríguez Alcaine, el líder charro de los electricistas, conocido popularmente como “La Güera”, apodo que, según algunas versiones, le fue impuesto por Adolfo López Mateos. También le llamaban el “cuñado de los periodistas” por haberle dicho a un reportero que “le pasara a su hermana”. Y más que por su labor sindical, se le recuerda por ser de los primeros legisladores en utilizar un vocabulario vulgar y altisonante.
Al morir Rodríguez Alcaine en 2005, Joaquín Gamboa Pascoe llegó a la secretaria general de la CTM. Abogado egresado de la UNAM aunque los viejos reporteros de la fuente obrera lo recordaban como el hombre que cargaba el portafolios de Jesús Yurén Aguilar, uno de los “cinco lobitos”, líder de la Federación de Trabajadores del Distrito Federal, quien al morir le dejó su lugar a Gamboa.
Todopoderoso entre los trabajadores del DF, dejaba correr los mitos de su cercanía con don Fidel. “Es su yerno”, solían decir en los pasillos del edificio de Vallarta 8. También fue conocido como El Figurín, por su trajes caros y suntuosos autos y quien ante las críticas de que estos lujos no correspondían con la imagen de un líder obrero, dijo que a él nunca “lo iban a ver de huaraches”.
En la disputa por la dirigencia de la CTM, Gamboa venció a Carlos Romero Deschamps, por lo que el líder petrolero se alejó de la central obrera, aunque después se volvería famoso por el Pemexgate, como se le llamó al desvío de mil 500 millones de fondos sindicales de Pemex en apoyo a la campaña de presidencial de Francisco Labastida Ochoa.
Al morir Gamboa Pascoe en 2016, llegó otro anciano a dirigir la CTM: Carlos Humberto Aceves del Olmo, que tiene 83 años (cinco años menos que la CTM) y, siguiendo la tradición sindicalismo oficial, el PRIAN lo quiere convertir en senador, aunque la CTM ahora ni sombra es, como dice una canción juchiteca. RDM