FRANCISCO RODRÍGUEZ
A contracorriente del mundo entero, en sólo dos años en México corremos aceleradamente para atrás, a una velocidad turbo. El sistema, en lugar de aspirar al Estado social y democrático de Derecho apunta hacia el reforzamiento de las bases fascistas que nunca nos han abandonado, a pesar nuestro.
Es preciso recordar que al tomar posesión del Gran Consejo Fascista, órgano en el que estaban representados los veinte máximos jerarcas del partido italiano, su dirigente, Benito Mussolini, Il Duce, quien nombraba al secretario general y todos los cargos inferiores, fijó la doctrina: ” el fascismo no tiene estatutos ni reglas”.
Esa era la mejor síntesis sobre los principios que lo guiaban. Entre ellos, la desaparición del estado de Derecho, la concepción totalitaria del aparato, el desarrollo de un autoctonismo imperialista, la sustitución del sistema sindical por el corporativismo, la libre actuación del Partido Nacional Fascista, único comendador.
Y único legalizado y utilizado como arma persuasiva sobre la población civil y encima de la concepción piramidal del poder en la que la reducida cúspide dirigente detentaba todo, desde la instauración de una dictadura autoritaria, hasta la aniquilación de los adversarios políticos y de toda la sociedad.
Las bases doctrinales del fascismo fueron: la oposición a la democracia y al parlamentarismo, el odio al socialismo y al internacionalismo, el rechazo a la creencia del progreso y al pacifismo, el desprecio por los derechos individuales, la exaltación del Estado como suprema entidad histórica, irrebatible y obligatoria.
Subordinaron todas las libertades a la primacía de su caudillo
“Mussolini ha sempre la ragione“, máxima de Il Duce sentó las bases de un totalitarismo intelectual, potenciador de la creencia en la posesión absoluta de la verdad, para dictarla en toda ocasión. Conformó una estructura de propaganda que comenzaba en el sistema educativo por la movilización de la juventud…
… y alcanzaba el monopolio de los medios de comunicación con propaganda agresiva, campañas sucias y victimistas. A través del desarrollo de un imperialismo colonialista pretendía resucitar el Imperio Romano y una de sus primeras víctimas fue Etiopía, liberada después por el emperador Haile Selassie, El Gran León de Judá.
El mito de la romanidad se articuló orgánicamente con las estructuras del partido en diversas formaciones: los grupos de choque, los militantes regulares organizados en legiones, cohortes, centurias, manípulos y escuadras, las formaciones juveniles y femeninas.
Al triunfo de ese bodrio, se proclamó oficialmente el Estado Fascista. Para velar su cumplimiento se creó una policía política, la represión del antifascismo, y un tribunal de excepción. Subordinaron todas las libertades, razones y derechos a la primacía del Estado, personificado por su caudillo.
Grupos filo fascistas operan desde las cavernas del terrorismo político
Mussolini acaparó todo el poder, desapareció a los otros poderes y a los órganos del partido que había fundado. Hizo que todas las instancias del poder se identificaran y se plegaran a los objetivos de su estado. Algo absolutamente parecido a lo que está proponiéndose en el México de nuestros días.
Pero al contrario de aquí, los ciudadanos aceptaron el régimen de Mussolini con actitudes que fueron desde la pasividad y la abulia hasta el entusiasmo; la pérdida de la libertad y la arbitraria represión fueron menos importantes que el creciente bienestar económico, la quietud pública y el exacerbado orgullo por la política exterior de conquista africana y balcánica.
La desaparición trágica de Il Duce, que fue colgado de cabeza por sus propios partidarios y orinado por cuanto perro pasaba frente al cadáver, no acabó con el fascismo; su influencia los siguientes ochenta años ha permanecido latente en grupos filo fascistas que operan desde las cavernas del terrorismo político, como si necesitáramos vejigas para nadar.
Los (mal) llamados Siervos de la Nación, ejército de jóvenes falangistas
Las estructuras verticales del partido oficial, Morena –para llamar de algún modo a eso– reproduce a pie juntillas ese viejo concepto, derrotado y desastroso. En gran medida, el voto de castigo de los ciudadanos se está nutriendo de muchos de sus atrevimientos, errores y garrotazos de ciego constantes.
Un desorganizado ejército de jóvenes falangistas, que opera desde los presupuestos originariamente dedicados a los programas sociales del aparato gubernamental –dicen que veinte mil activistas– los (mal) llamado Siervos de la Nación, responden hacia arriba a coordinadores regionales, estatales y super delegados.
Para esta estructura, el nuevo huevo de la serpiente no existe la autoridad republicana. La cabeza es Il Duce Gabriel García Hernández, quien abreva de los juniors de Tepetitán y formalmente es el coordinador nacional de los programas de desarrollo, por encima de la Secretaría de Bienestar.
Programa de penetración demasiado caro, por los pobres resultados
La tarea fundamental de los Siervos de la Nación es la de recorrer palmo a palmo las viviendas en las comunidades urbanas y rurales de los estados con mayor padrón electoral, para vender los programas fallidos del gobierno que, en nómina, nos cuestan a los contribuyentes algo así como 300 mil millones de pesos anuales.
Lo mismo de siempre: fotos para recoger credenciales de elector, integrar en el papel bases electorales, integrarlos a la población vulnerable, tengan o no los perfiles de necesidad de adultos mayores o discapacitados, y las tarjetas de bienestar para recibir sus dineros mensuales, siempre y cuando no haya mermas de rigor, usted sabe.
Un programa de penetración demasiado caro, a juzgar por los pobres resultados que reflejan las últimas encuestas serias que se levantan sobre preferencias electorales en todo el país. Es tal el fracaso que hasta la hija de Monreal, capitalista exitosa en los negocios de su papi, ha reculado en…
… sus pretensiones de ser candidata a diputada federal por el distrito cuatro de Zacatecas, la tierra donde su tío va como candidato a gobernador de Morena. Los pésimos candidatos también colaboran a dar al traste con la idea fascista de capitalizar los programas sociales en una sola idea de benefactor y de estado.
Muchachitos fanáticos de la 4T se ponen y reparten las vacunas
En catorce de quince gubernaturas en disputa el próximo junio, los candidatos opositores al partido oficial van muy adelante de los cachorros de la Cuarta Corrupción. No es para menos, son francamente unos hígados difíciles de digerir, menos de vender por los brigadistas ubérrimamente pagados, a despecho de los exangües presupuestos para programas productivos de empleo, alimentos e infraestructura, entre muchos otros.
Y es que los votantes por el cambio en 2018 no esperaban el sopapo de más estructuras privilegiadas y piramidales de corte fascistoide. Mucho menos ésa puntada de repartir las desaparecidas vacunas contra el Covid a través de muchachitos fanáticos asesorados por chairos de reventón.
Los tiempos de las ideologías fascistas no deben ser los tiempos de la transformación del país. Ni el oportunismo ramplón puede justificar tamaños fantasmones.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: La aplicación de la vacuna contra Covid-19 a los “Servidores de la Nación» o “Siervos de la Nación” ha causado polémica por no ser personal médico que está en la primera línea frente a la pandemia y por su cercanía a Morena. Los Servidores de la Nación surgieron en 2018 tras el triunfo de Andrés Manuel López Obrador como presidente. Este grupo se conformó con parte de los integrantes que promocionaban el voto a favor del ahora mandatario federal; ahora como servidores públicos tienen como función recorrer el país y llevar los programas sociales hasta la puerta de las viviendas de los ciudadanos. Este ‘ejército’ está conformado por 22 mil 914 personas que son parte de la Secretaria de Bienestar y nos cuestan a los pagaimpuestos 3,587’455,488 pesos al año sólo en salarios. Según datos de la Secretaría de la Función Pública (SFP) actualmente hay 18 mil 894 enlaces de Servidores de la Nación desplegados en el país con un sueldo de 8 mil 482 pesos mensuales; 252 directores regionales que reciben 50 mil 158 pesos; 32 delegados estatales de Programas de Desarrollo, mejor conocidos como “superdelegados” que ganan 87 mil 998 pesos, y 3 mil 736 personas dedicadas a diversas actividades administrativas y técnicas. Son el ejército de Morena para comprar el voto de los electores.
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