Durante 2011, el último año del atraco peñanietista en el Estado de México, la clase política atracomulca festejó en grande el cumpleaños de su gobernador, con un fiestón en la Hacienda de Cantalagua. Tenían mucho que celebrar, sobre todo el advenimiento de tiempo$ impensables que Televisa y otros poderosos de ocasión les habían ofrecido.
En la mesa de veinteañeros de la pachanga, los verdes Manuel Velasco y Emilio González, entre otros, brindaban repetidamente con Tomás Uribe Moreno, el hijo del presidente colombiano Álvaro Uribe, montado en su reelección en el país andino. El júnior, arrebatado por la emoción etílica se posesiono del templete de cantantes… y tomó el micrófono.
Echó de su ronco pecho algunas cosas que ruborizaron a los recatados toluquitas: que Colombia y México eran como hermanos… y que Peña Nieto iba derechito a ser Presidente, que su papi y amigos lo querían mucho y otras cositas delicadas, que implicaban entendimientos mayores. Muchos ofrecidos quisieron callarlo, pero el daño estaba hecho. Y como los borrachos y los niños dicen la verdad, pues…
Lo que sonrojó a los toluquitas es que llegara a saberse lo acontecido en un momento en que debían guardarse las formas del sigilo, pues el muchachito de Atracomulco todavía ni había sido pustulado (de pústula, pues) como candidato del otrora partidazo, y una indiscreción de ese tamaño no sería bien vista.
A nadie pasó desapercibido el nivel de relación familiar de Peña Nieto con Álvaro Uribe, el entonces retrógrada presidente de Colombia, así como con sus principales achichincles, como Juan Manuel Santos, su delfín, secretario de la Defensa y hoy mandatario colombiano, obsecuente como el que más a los caprichos del atolondrado toluquita.
En Colombia, transnacionalizaron el crimen y la corrupción
Por ello, los constantes viajes de Peña Nieto a Colombia. Juntos están en empresas que transnacionalizan el crimen y la corrupción. La primera, con motivo de la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico, el 22 de mayo del 2013. Entonces, EPN y su principal testaferro, Juan Armando Hinojosa, el aparente dueño de la constructora paraestatal Higa, llegaron como sultanes a Medellín, a bordo del avión presidencial del pueblo de México.
Como se ha reseñado, iban acompañados de Lozoyita, el truhán reventador de Pemex; Roberto Miranda, jefe del Estado Mayor Presidencial; Ildefonso Guajardo, el hombre de Emilio Gamboa Patrón en los negocios de la sal; Francisco Guzmán, hoy jefe de la Oficina de Los Pinos… y de La Gaviota, que acababa de tomar posesión de la casita blanca de Las Lomas, cual presente de Hinojosa Cantú.
El objetivo de la visita no era de Estado, sino de negocios personales. Se trataba de meter las uñas en el jugoso contrato de la construcción del tren Puerto Buenaventura – Quintio- Antioquia, 500 kilómetros de vías férreas para darle salida al Pacífico al mineral de carbón de las entrañas colombianas… y fundamentalmente a productos sicotrópicos y heroicos.
FC colombiano, sí; el de CDMX a Querétaro, no
Y sí. Juan Manuel Santos acababa de anunciar un año antes que había regresado de Beijing con las maletas llenas para tal propósito ferroviario. Contarían con el financiamiento chino hacia la empresa Ferrocarril del Pacífico del Valle del Cauca, cuya accionista mayoritaria es Impala, con sede en Suiza.
Una excelente ocasión para probar las malas artes de los peñanietistas en aquello de defraudar las confianzas orientales en el tren bala México – Querétaro, para acabar entregándole los bártulos a Higa y a los cuñados de Salinas de Gortari, los hermanos Gérard, como sucedió poco después, causando un conflicto internacional de polendas, de insondables consecuencias, como todos los que causan los ignorantes rateros de Toluca.
Un sueño de Simón Bolívar hecho realidad, pero…
El tren del Pacífico colombiano es, desde hace dos siglos, un proyecto bolivariano, en la mayor extensión de la palabra. El Libertador se lo encargó personalmente a Tomás Cipriano Mosquera, su hombre de confianza, quien al ver truncado el cometido, debido a diversas revueltas civiles, optó por formar su propia empresa, la Compañía Empresarial del Camino de Ruedas, de Buenaventura a Cali.
Durante dos siglos los rieles quedaron abandonados, las brechas en breñas y los derechos de paso inutilizados, hasta que Juan Manuel Santos dio la buena nueva que gracias al financiamiento chino, se podría lograr la “movilización de un millón de toneladas de carbón para el año 2013”. Mientras, el puerto de Buenaventura, un prodigio natural…
… se convertía en “La capital del horror”, donde bandas paramilitares de criminales dedicados al narcotráfico y el secuestro, como fue documentado por diarios europeos, descuartizaban a sus víctimas, antes de arrojar sus desechos y cadáveres al mar… una película que aquí se repitió en Guerrero, con motivo del encubrimiento del trasiego de “la chiva” en las montañas guerrerenses de Iguala y Ayotzinapa.
EPN no fue a la boda “real” de la hija de Hinojosa
El “brinco” ferroviario se hizo. La prueba es el último viaje en fuga de Peña Nieto a Colombia, hace unos días. Pero parece que hay un prietito en ese arroz: un serio diferendo entre el llamado Presidente y su testaferro Juan Armando Hinojosa, muy probablemente en relación al monto de los moche$. Ha sido palpable el enfriamiento y la distancia en las relaciones de los socios.
No obstante la entrega de más de cuarenta mil millones de pesos en contratos y concesiones que el peñanietismo le hizo al fraudulento constructor en Toluca, y que su hijo se había matado tras despegar su helicóptero de otras de las fiestas de Cantalagua.
Fue palpable el sábado 22 de octubre pasado, durante la boda en el recinto cuasi oficial de Las Vizcaínas, reservado sólo para eventos de gran postín, donde contrajeron nupcias Fernanda, la hija de Hinojosa y Alan Rider: no se asomó un solo miembro del gabinete toluquita. Nada más llegaron Manzur –secretario general de Gobierno en el EdoMex–, obligado por el regalo de la casa en Metepec que le obsequió Hinojosa Cantú, y Carolina Monroy –secretaria general de lo que queda del PRI–, por los múltiples negocios que la unen con Higa.
La fiesta, los decorados, el menú… todo de primera. Pero en el ambiente flotaba la pregunta: ¿Por qué no vino Peña? ¿Por qué nadie del gabinete? ¿Ni siquiera el güero de rancho Ruiz Esparza? Nadie.
Y al otro día, Hinojosa se fue antes de llegar EPN
Al día siguiente, durante otra de las celebraciones del centenario de El Gran Diario de México, en la casona de Lomas Altas del dueño del rotativo, amenizado por Los Tigres del Norte y sazonado con platillos sinaloenses, servidos y pagados por Mario López Valdés, el gobernador dizque aliancista, se encontraban Hinojosa y su señora, Teresita, en el sitio más apartado, al fondo del banquete.
Y aunque Pedro Pablo Treviño, hijo del vocero de Hinojosa y premiado con la doble cachucha de la Lotería Nacional y Pronósticos Deportivos, quiso aparentar haber puesto su cuerno para la celebración –por aquello de que Peña lo acusa de “no invertirle a la política”–, sus esfuerzos fueron en vano. Todo el crédito se lo llevó el ofrecido Malova, cual motejan al mochiteco.
Pero cuando anunciaron la inminente llegada de Peña Nieto y su Gaviota, Hinojosa Cantú tomó sus prendas y emprendió las de Villadiego para alejarse del convite, en un gesto inocultable de disgusto y desaprobación a tan “estimable” presencia.
¿Por qué no quiso encontrarse con EPN?
¿Tan grande es el pleito?
El problema de México no es la mafia, “es la corrupción presidencial”
Si a lo anterior se suma que el coyote mayor de los negocios de infraestructura de los atracomulcas, el güero de rancho Gerardo Ruiz Esparza, le ha ordenado a sus subalternos que lo excusen de asistir a cualquier evento donde esté Juan Armando Hinojosa, es prueba irrefutable que últimamente no se ponen de acuerdo en los reparto$.
No es extraño. Todo mundo se queja de la falta de palabra que caracteriza a Peña Nieto en esta materia y en muchas otras. De que la perra es brava, hasta a los de casa muerde. Hasta los sicarios más cercanos al legendario capo de la droga colombiana, Pablo Escobar, acusan al toluquita de traidor a su propia patria.
Hacen circular videos con verdades de catedral, donde señalan línea por línea toda la serie de atracos que el pueblo mexicano ha sufrido de manos del toluquita Peña Nieto. El problema de México no es la mafia, exclaman, es la corrupción presidencial.
¡Qué vergüenza! No les alcanza la patria para medrar. Ahora transnacionalizan el crimen y la corrupción.
¿Por qué tiene que andar el anterior prestigio mexicano en esas barbas?
¡Ya basta! Han llegado al lugar sin límites. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Como ya lo hemos comentado aquí, Juan Armando Hinojosa se salió –aparentemente– del multimillonario “bisne” de la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la CDMX, dejando su lugar a su nuevo gran amigo Carlos Slim. Y digo que dejando su lugar, porque los ganones del negocito son e-xac-ta-men-te los mismos que, con Higa al frente, construirían el frustrado tren “bala” a Querétaro: Vázquez Raña, los Gerard –cuñados de Carlos Salinas–, Hank Rohn. Ayer, en Forbes, la colega Dolia Estevez comentó que “una unidad del conglomerado global de Carlos Slim, Grupo Carso, está cerca de formar un consorcio con la constructora española FCC (mayoritariamente propiedad de Slim’s Grupo Carso) y la constructora española rival Acciona para ofertar por el proyecto de 3 mil 500 millones de dólares, informó Reuters la semana pasada. Y comenta que: “Se espera que el consorcio dirigido por Carso se enfrente a un formidable rival. El gigante español de infraestructuras Ferrovial, cuyo presidente es el millonario español Rafael del Pino y Calvo Sotelo, (que) también planea presentar su candidatura para el proyecto de la terminal aeroportuaria de la Ciudad de México”. Muchos, pero muchos, millones de dólares para los mismos. ¿Con el respectivo moche, también, para los mismos? + + + Y ahora, para variar un mucho, un epigrama beisbolero del muy aplaudido –sus Calaveras 2016 fueron un rotundo éxito– El Poeta del Nopal: “Un conjuro: Abracadabra, / un ríspido mano a mano, / un relevista cubano / con más potencia que el Viagra; / la leyenda de una cabra, / insólita, extraordinaria, / no le provocó urticaria / a una valiente novena, / que enterró, sin pena ajena, / ¡la maldición centenaria!”
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