Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
Desde finales de la pasada semana comenzó la promoción del cuarto informe de gobierno que por ley le corresponde al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
El hilo argumental de todos los spots que se transmiten profusamente en todos los medios y plataformas electrónicas –en un promedio de 21 mil promocionales al día en 777 canales de televisión en todo el país, más las radiodifusoras e internet- es la frase con la que inicia López Obrador en todos: “no somos iguales”, para luego hablar de alguno de los temas específicos.
Recurrir al contraste con sus antecesores en gobiernos anteriores parecía una idea acertada y hasta lógica en el primer año, como resabio de campaña y ante los enormes retos de un país que, harto de la corrupción priista, había decidido dar un vuelco hacia quien ofrecía desterrarla.
Pero seguir con lo mismo en el cuarto año solo es signo de lo poco –si es que algo hubiere- que tiene el régimen de la autoproclamada “cuarta transformación” para presumir.
Instalados en el reino de los “otros datos”, los mensajes de los promocionales del cuarto informe de López Obrador reiteran hasta la saciedad el discurso de “nosotros los buenos” contra “ustedes los malos”, tergiversando en varios casos la realidad, cuando no mintiendo descaradamente. Por ejemplo, al afirmar que el aeropuerto “Felipe Ángeles” es el mejor de América Latina, siendo que no está ni siquiera entre los diez mejores de la región y peor aún, no figura ni de cerca entre los cien mejores del mundo.
Todos los spots del informe contienen información engañosa o falsa –por ejemplo, cuando asegura que ya no se permite la corrupción en el gobierno siendo que el caso Segalmex es tan escandaloso como la “estafa maestra”; o como cuando con vehemencia sostiene que ¡ya se acabó la pandemia!- que no soporta el mínimo contraste con las cifras del propio gobierno federal. Por lo que cabe preguntarse, ¿entonces qué se informa?
Nada. Nada en realidad. Los datos, por ejemplo, sobre los supuestos ahorros gracias a la austeridad languidecen cuando se checa el brutal sobrecosto de los megaproyectos del sexenio, como la refinería “Olmeca” en Dos Bocas, Tabasco –de ocho a 18 mil millones de dólares-, o el Tren Maya –de 150 mil a 409 mil millones de pesos- que, además, está causando un brutal ecocidio en todo el sureste de la República. Y así cuando habla del campo, de los bancos del bienestar o de la “soberanía energética”. Verborrea.
Las ceremonias de los informes de gobierno en realidad nunca han sido ejercicios de rendición de cuentas. En los tiempos de la hegemonía priista, eran actos faraónicos de culto a la personalidad del primer mandatario, que hacía de ése SU día. No por nada se le llamaba precisamente así, “el día del presidente”.
El lopezobradorismo, que abrevó directamente de esa cultura de adulación y sometimiento al poder presidencial, añora volver a esos días, en los que el titular del Ejecutivo acudía ante el Congreso de la Unión a ser adorado, a dar manotazos o a cometer exabruptos mientras el auditorio aplaudía a rabiar.
Como poco hay de destacable –a lo mucho, las pensiones para adultos mayores, que tampoco creó esta administración y que nada tienen que ver en montos con las pensiones de los ex presidentes que canceló al principio del sexenio, y con las cuales las compara-, los promocionales de las acciones del cuarto año de gobierno se sostienen con retórica, con el eslogan de fácil consumo y el mensaje con un destinatario claro: su base de seguidores, cuando un informe tendría que dirigirse a toda la sociedad mexicana. Pura saliva sin sustancia.
No han logrado aún la hegemonía. Pero nos atascan de demagogia.
Siete ejecuciones para empezar la semana
Hablando de los “éxitos” de la “4t”, en Veracruz comenzamos la semana con siete personas asesinadas en dos acciones de alto impacto en Tlalixcoyan y San Andrés Tuxtla. Cuatro pertenecían a una familia completa, con un menor de edad entre las víctimas.
Así de “sereno” se encuentra el estado.
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