LATITUD MEGALÓPOLIS
PERFIL DE MÉXICO
Armando Ríos Ruiz
Dicen que personas expertas en imagen han recomendado a la Presidenta que procure sonreír, porque no sabe hacerlo y siempre muestra un rostro duro. De pocos amigos. Principalmente porque todos los días está en los televisores y redes sociales y a querer o no, cualquiera se topa con ella sin desear tal cosa. Lo menos que puede hacer es mostrar un semblante tranquilo. Que transmita serenidad al pueblo que gobierna y que cree en sus constantes mentiras.
Durante los últimos días se ha desatado una carga importante de críticas en su contra y no es para menos. Solamente envió al Senado una ley en materia de telecomunicaciones y radiodifusión, para su aprobación inmediata, con el propósito de sepultar la libertad de expresión. Envió casi 300 cuartillas a las 10 de la noche, para que al día siguiente fuera aprobada por todos sus lacayos.
Quiero saber quién tiene la capacidad de leerla. de discutirla. de analizarla en ese lapso. Los morenistas sólo deberían levantar la mano en señal de aprobación, con la irresponsabilidad de aprobar una ley por demás perniciosa en contra de los mexicanos, muchos de los cuales aún no saben y no sabrán nunca de que se trata, Es más importante saber cuándo inicia el pago siguiente que compra sus conciencias y hasta sus libertades.
Y con ese rostro agrio que ya no puede cambiar, aunque recurra a los botox, o a la neurotoxina que sirve para suavizar su apariencia, se inventa una sonrisa para decir que no pretende censurar la libertad de expresión, lo que entonces revela que ni siquiera conoce el texto de su propuesta y que sólo ordenó su confección y entrega al Senado, con la orden de aprobarlo.
Las críticas fueron originadas por un artículo que dice que la nueva agencia de Telecomunicaciones podrá bloquear una plataforma digital cuando lo considere procedente por incumplimiento a disposiciones y obligaciones previstas en las normativas que sean aplicables, pero no habla de qué supuestos ameritarían un bloqueo ni en qué plataformas. Resulta obvio que, de aprobarse, su voluntad acabará con la libertad de expresión. ¡Otro golpe mortal a la democracia!
Cuánta será la incongruencia y el abuso que pretende cometer, que hasta la ONU llamó al Senado para que considere los estándares internacionales en materia de libertad de expresión, información, privacidad, derechos digitales e indígenas. Esto obligó a la señora a meter reversa temporalmente, cuando el proyecto ya había sido aprobado en comisiones.
La cúpula del poder no se cansa de trabajar sólo para someter. Desde el sexenio pasado inició la destrucción de instituciones y leyes que servían como muros para soportar la carga de nuestra sociedad. Ahora inició intentos para destruir las libertades que aún persisten, mientras la población adormilada por las dádivas prefiere cerrar los ojos y permitir hasta su propia sentencia de muerte.
Muchos inclusive creen que, como la señora es de muy limitados alcances, sólo obedeció al verdadero presidente de este país que permanece escondido quién sabe dónde, cansado de que, aún sin estar presente ya, es recordado por la prensa libre que circula en las redes sociales, principalmente, por la estela de abusos cometidos en todos los sentidos, desde haberse convertido en el más corrupto de la historia, hasta haber sembrado muerte en todos lados.
La ley es una perversión más, que tolerarían mexicanos que no tienen la vocación de informarse y prefieren permanecer borrachos de una miseria en la que decididamente continuarían, mientras exista un gobierno que los alimenta con el sopor embriagante de la dádiva. Y mientras por un lado hay quienes defienden sus derechos y libertades, por otro están ellos, que hasta eso ignoran.
Dijo Alessandra Rojo de la Vega, entre la multitud de opinantes, que “la ley no es para favorecer a nadie. Sino para controlar”. Mientras, la Presidente remacha que es incapaz de hacer daño a nadie. Es obvio que no es capaz entonces de reparar en que el solo hecho de imitar a su benefactor, al peor de los presidentes, es más dañino que un sorbo de vitriolo.
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