Javier Peñalosa Castro
Termina la semana con la asunción de Donald Trump como el presidente número 45 de Estados Unidos y con el inicio de lo que promete ser una nueva etapa de fuertes turbulencias en la ya de suyo problemática y compleja relación entre México y Estados Unidos.
Habrá que esperar hasta dónde es capaz este histriónico sujeto de contravenir las leyes y tratados internacionales y las normas de la más elemental convivencia para convencer, al menos a la minoría que lo entronizó con su voto, de que habrá de llevar a su país a una época de prosperidad pocas veces vista en la Historia.
Sin embargo, la realidad será aún más necia que el burdo empresario venido a más, y terminará por demostrar que las ocurrencias tienen un límite, que es el del sentido común, y que cuando las decisiones no sólo afectan a otros, sino al propio Estados Unidos, el Congreso, las instancias competentes y, sobre todo, los poderosos intereses económicos que controlan la economía y la política en Estados Unidos y buena parte del mundo, habrán de poner freno a buena parte de sus desvaríos.
De entrada, y como para dejar claro que “no sabe rajarse” Trump insistió en su discurso inaugural como presidente en que perseguirá a los migrantes, combatirá a los musulmanes en una guerra santa sui generis, abandonará el Acuerdo Transpacífico y revisará a conveniencia sus relaciones comerciales. Específicamente dijo que México tendrá que renegociar el TLCAN (cualquier cosa que ello signifique), y que si no lo hace, Estados Unidos se retirará.
Populismo de derechas
También ofreció a quienes votaron por él, en su mayoría estadounidenses blancos de la clase trabajadora, que aquel país volverá a ser quien mande en el mundo, que terminará con el desempleo y que desterrará la demagogia de frases huecas y falsas promesas. En esto último, luego de revisar sus alocuciones cargadas de reiteraciones, lugares comunes y promesas incumplibles, sólo cabe la posibilidad de que aplique en política una terapéutica propia de la homeopatía (similia similibus curantur [lo semejante se cura con lo semejante]).
Además, en un rapto de autoritarismo inconcebible en un régimen como el estadounidense, amenazó con terminar con las “ciudades santuario” que protegen a los migrantes indocumentados de redadas y acciones represivas. Habrá que ver hasta dónde lo permiten las autoridades locales y los influyentes grupos de activistas que existen en Nueva York, Los Ángeles y otras urbes.
Habría que ver quién atiende en territorio estadounidense aquellos trabajos que ni los negros (Fox dixit) quieren hacer y quiénes, en Detroit, Chicago y las grandes zonas industriales olvidadas quieren trabajos en los que se les pague no digamos el miserable mínimo mexicano, pero ni siquiera el mínimo estadounidense, que para el costo de la vida allá resulta también exiguo.
Ni en su casa lo quieren
La toma de posesión de Trump estuvo marcada por las protestas callejeras que tuvieron lugar a unas cuadras del Capitolio y la Casa Blanca, que incluyeron quema de botes de basura, pedradas y algunos vidrios rotos fueron reprimidas por la policía, y que dejaron cerca de una centena de manifestantes detenidos.
Con menor violencia, pero igual fuerza, comunidades como la LGBTTTI, los grupos antirracistas, feministas, de defensores de los derechos humanos y de los migrantes , así como buena parte de la comunidad intelectual y científica han manifestado su rechazo a la postura intolerante, racista y machista del hoy presidente, y es de esperarse que mantengan su posición.
El propio Barak Obama advirtió que, de ser necesario, recurriría al activismo y dejaría a un lado la costumbre de que los expresidentes no participen en actividades públicas si Trump no recula en sus pretensiones protofascistas. Lo mismo ocurre con actores, actrices, músicos y otros artistas, que rechazan el populismo, el racismo y la intolerancia el flamante presidente de Estados Unidos.
¿Perro que ladra no muerde?
En otras circunstancias, opinaría que no hay que hacerle caso, pues “perro que ladra no muerde”. Sin embargo, este ejemplar parece rabioso, y dado que, al menos de momento, no hay quien lo amarre o lo apacigüe, habrá que estar preparados para evitar y aun combatir sus embates para mantener la integridad e ir pensando en una estrategia que nos permita, de una vez por toda, superar sus amenazas.
De acuerdo con lo que marcan los cánones, el gobierno de México felicitó al nuevo jefe del gobierno estadounidense. Lo que sigue es ir tres pasos delante de Trump, diseñar y seguir una estrategia inteligente y llevar la iniciativa a la hora de negociar.
Por supuesto, no cabe amedrentarse con las amenazas que no dejará de proferir Trump, y habrá que definir y seguir un plan de acción inteligente para contrarrestar los embates y balandronadas del nuevo mandamás del mundo.