CIUDAD DE MÉXICO.- Florian Tudor, el sujeto de origen rumano que tejió toda una red para clonar tarjetas y robar a turistas en casi todo el mundo, con lo que obtenía más de 240 millones de dólares al año, no actuaba solo; contaba con la complicidad de muchos de sus coterráneos con los que se coordinaba para actuar lo mismo en Quintana Roo, México, que, en Estados Unidos, la India, Europa y decenas de países en todo el orbe.
De acuerdo con La Opinión de México, su brazo derecho, su principal hombre de confianza y al que terminaría asesinando por haberlo traicionado, era Constantin Sorinel Marcu, que fuera muerto de un tiro en la cabeza el lunes 11 de junio de 2018, en la Supermanzana 3 de la Ciudad de Cancún, en Quintana Roo.
La versión oficial de su muerte, fue que había sido abatido por el escolta de un empresario, en un acto por defender la vida de su jefe quien iba a ser privado de su libertad por el hombre que cayó abatido a tiros, acompañado por un cómplice que logró escapar.
El miércoles 20 de ese mismo mes, fue puesto en libertad Sergio “N”, el guardia de seguridad que había matado al individuo que, según lo señalado por las autoridades cancunenses, pretendió secuestrar a su jefe, un empresario de nombre Gabriel “N”.
La versión extraoficial fue distinta: Constantin llegaba a su casa, en las calles de Bonampak y cuando descendió de su auto, un vehículo intentó arrollarlo, pero logró esquivar el ataque, de un brinco, y echó a correr.
Del automóvil bajaron dos individuos y comenzaron a perseguirlo. Minutos más tarde se escucharon detonaciones y finalmente, Constantin fue hallado muerto con un balazo en la nuca.
Antes había sufrido otro atentado, resultado herido a puñaladas, durante un supuesto asalto, pero esa vez logró salir con vida.
Con su muerte quedó al descubierto su negro historial. Era un rumano buscado por la Interpol por los delitos de venta de droga, allanamiento de morada, robo y el homicidio de un compatriota, todos perpetrados en la ciudad de Craiova, en Rumania.
El crimen cometido por Sorinel Constantin, ocurrió el 11 de agosto de 2014, alrededor de las 13:30 horas, cuando tras una discusión apuñaló a un hombre dentro de una piscina en un hotel de Craiova. Fue llevado de emergencia a un hospital. Presentaba una herida de 10 centímetros en el cuello que prácticamente lo degolló y otra a la altura de la oreja izquierda. Murió cuando era intervenido.
La investigación fue llevada a cabo por los fiscales del Tribunal Dolj, que solicitaron a un juez el 15 de agosto de 2014, una orden de arresto en su contra, la cual fue emitida por el Tribunal hasta finales de octubre, sin embargo, para ese entonces Marcus ya no se encontraba en Rumania, había escapado a México.
El Tribunal Dolj emitió una orden de arresto de corta duración a nombre de Constantin, y posteriormente, en marzo de 2016, el acusado fue condenado en rebeldía a ocho años y tres meses de prisión, sin embargo, como no fue encontrado y encarcelado, Constantin Sorinel pasó a ser un fugitivo buscado por la Interpol.
DESCUBREN LA RED Y ROMPEN FLORIAN Y CONTANTIN
Cuando el periodista Brian Krebs publicó en el The Daily Mail su investigación sobre la mafia rumana dedicada a la clonación de tarjetas en la Riviera Maya, Florian Tudor, “El Tiburón” intercambió una serie de mensajes con su principal operador: Constantin Sorinel Marcu.
“El Tiburón: Mira esto (…) Mira el video y todo lo demás… Hay dos episodios. Hicieron una telenovela. Nos destruyeron. Ya está. Chinga su madre. Cierra todo (…) Diles que los voy a matar.
Marcu: Ok. Yo puedo matarlos, en cualquier momento, a cualquier hora.
El Tiburón: Están revisando todos los cajeros. Incluso en los bancos. Hallaron más de veinte.
Marcu: ¿Qué? ¿Los descubrieron? ¿Ya?
Sin embargo, poco después rompieron por desacuerdos en el reparto de ganancias y Marcu saboteó varios de los cajeros automáticos que la banda había instalado en Playa del Carmen, Tulum y Cancún, que contaban con un software ilegal que permitía robar la información de las tarjetas bancarias de turistas de todo el mundo: un negocio que dejaba al grupo alrededor de dos millones de dólares al mes tan solo en Quintana Roo.
“Te salvé de la tumba y te alimenté”, le reprochó El Tiburón a Marcu después del sabotaje. “Te saqué de la mierda porque todos se burlaban de ti.
Limpié la playa para ti”, le contestó Marcu.
El rompimiento entre Florian y Constantin, la información de un testigo protegido y una acuciosa investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, que demandó la revisión de miles de documentos, el rastreo de papeles y títulos de propiedad diseminados en cuatro continentes, puso al descubierto la estafa a gran nivel en casi todo el mundo.
Entre la cadena de ilícitos perpetrada por Florian y cómplices, figuraban: fraude mediante sistemas informáticos, clonación de tarjetas, tráfico de migrantes en la ruta Rumania-México, chantaje, homicidio y blanqueo de capitales.
Para llevar a cabo con mayor facilidad la clonación de tarjetas, Florian creó en Cancún la compañía Instacash (o Top Life Servicios), empresa registrada por su socio, también rumano, Adrián Tiugan, a nombre de otro personaje sentenciado en Rumania: Paul Daniel Ionete.
Mediante la empresa pantalla, los rumanos firmaron un contrato con el banco mexicano Multiva, a fin de colocar cajeros en lugares en los que esta institución carecía de presencia. El grupo de Tudor colocó cajeros de fabricación china, con el logo de Multiva, a los que instaló dispositivos ilegales que entregaban vía Bluetooth los datos de las tarjetas de los clientes.
Se instaló al menos un centenar de máquinas en la Riviera Maya, en las que miles de tarjetas fueron clonadas entre 2014 y 2019 y a pesar de que hubo infinidad de denuncias Multiva no hizo nada para evitarlo y tampoco hubo intervención alguna de las autoridades locales.
Para no despertar sospechas, la mafia solo retiraba 200 dólares de cada tarjeta clonada en los cajeros instalados en diversas partes del mundo y dejaban pasar al menos tres meses para utilizarlo, con lo que hacían más difícil ubicar en qué cajero fue clonada inicialmente la tarjeta.
Se presume que la banda rumana que manipuló cajeros automáticos, obtuvo más de 2 mil 200 millones de dólares que canalizó hacia inversiones en bienes raíces en al menos cuatro continentes.
El dinero era tanto, que no sólo les permitió adquirir propiedades en diversos países, sino que tenían que guardarlo de manera personal, no en el banco, desde luego, sino en escondrijos.
En cierta ocasión, Sorin Velcu, alias “El Músculo”, otro de los cómplices de Florian, llamó a su madre en Craiova, al sur de Rumanía, para pedirle 20 mil euros que le había entregado para que los guardara. Pero aquel dinero estaba enterrado en la tierra helada del patio trasero.
Estaba congelado.
“Alguien tiene que cavar, ya que está congelado”, le dijo la señora Paula Velcu a su hijo, de acuerdo con las grabaciones de una conversación que se produjo el 16 de diciembre del 2018 y que los fiscales rumanos proporcionaron a un tribunal, argumentando que pertenecían a una organización criminal.
Ese dinero era solo una fracción de lo que la banda escondió alrededor del mundo.
Tudor y su banda, procedentes de Craiova, llevaron a cabo su actividad criminal en países como Indonesia, las islas caribeñas de Barbados y Granada, México, en la Riviera Maya y en la península mexicana de Yucatán, donde las víctimas eran los millones de turistas que la visitan cada año.
Entre 2104 y 2019, la estafa les permitía obtener un estimado de 240 millones de dólares al año, sumando ganancias totales de mil 240 millones dólares, según un ex miembro de la banda.
Tudor cargaba los datos de las cuentas robadas de las víctimas en tarjetas bancarias clonadas, que luego empleaban para sacar pequeñas cantidades de dinero a la vez, en sitios de todo el planeta. Los fajos de efectivos tenían que juntarse y luego blanquearse para crear la impresión de que esos beneficios provenían de negocios legales y parte de ese dinero era invertido en bienes raíces.
Velcu se encuentra en Rumania, en espera ser juzgado como parte de una organización criminal, de extorsión y de portación de arma de fuego. Otros cinco miembros del grupo también fueron acusados.
Velcu ya había sido encarcelado en Indonesia, donde pasó siete meses tras las rejas tras ser condenado junto con otros tres integrantes de la banda. Los encontraron con tarjetas clonadas de víctimas procedentes de diez países de Europa y Estados Unidos.
Velcu y su equipo, incluida su compañera Alisa Sardaru, fueron detenidos en marzo de 2019 en la isla indonesia de Bali durante uno de sus viajes para recaudar el dinero. Viajaban por el mundo, retirando de diferentes cajeros el dinero de sus víctimas. Para evitar ser detectados, sacaban solo pequeñas cantidades a la vez.
En esos países lejanos, Velcu y sus chicos conseguían gente que realizaban giros a Rumania por Western Union. El dinero les llegaba a otros en Rumania, incluyendo residentes de Craiova, reclutados por la banda y Rebeca Tudor, la mujer del Tiburón.
Los fiscales rumanos encontraron numerosas personas de esa ciudad, incluyendo trabajadores de la construcción, estudiantes e incluso un sacerdote, que recogían sumas de hasta 3 mil dólares, según sus declaraciones.
Eduard Costel Raicea, de 28 años, les dijo a los fiscales que trabajaba en una casa que estaba construyendo Rebeca, cuando se le acercó a él y a sus compañeros.
“Nos pidió que recibiéramos un dinero de México por Western Union que su marido le hacía llegar, pero como era una cantidad muy grande de dinero ella no lo podía retirar y lo necesitaba para terminar la casa”, dijeron.
Rebeca le dio a cada uno de ellos un pedazo de papel con un número de control de transferencia y ellos retiraron cantidades entre 2 mil 800 y 3 mil euros y cada uno de ellos recibía en pago 100 leis rumanos, 20 euros, aproximadamente.
De esa manera, al transferir cantidades relativamente pequeñas de dinero y al utilizar a diferentes personas para hacerlo, la banda evitaba una potencial investigación por blanqueo de dinero.
Pese a sus esfuerzos para que las transferencias se mantuvieran por debajo del radar, la unidad de Inteligencia Financiera de Rumanía se fijó en esas sospechosas transacciones y lo notificó a la policía en 2016.
La banda también escondía el dinero en paquetes y lo enviaba por DHL o simplemente lo llevaba escondido entre sus ropas en vuelos internacionales, según la policía rumana.
En febrero de 2019, fue detectada la rumana María Dumitre, en el aeropuerto de Cancún, a donde había llegado procedente de Panamá, con 80 mil dólares de Barbados, unos 40 mil dólares estadounidenses.
Dijo a las autoridades mexicanas que ganaba entre 15 y 26 dólares al día por limpiar casas en calles donde el grupo de Florian Tudor, ya conocido como La Banda de Riviera Maya, tenía propiedades, y aseguró que recibió el dinero de un millonario del “país árabe de Israel” a quien había conocido en internet y que escondía el dinero porque su marido era muy celoso y no sabía que le era infiel.
El esposo de la mujer era Gheorghe Dumitru, uno de los colaboradores de Tudor, hermano de Velcu. Su primo, Antonio-Marian Dumitru, y otro integrante de la banda fueron detenidos en Barbados, solo unos días antes de que María fuera interceptada en el aeropuerto de Cancún.
Marian y su socio fueron detenidos cuando realizaban skimming en cajeros de Barbados. Un juez les multó con 20 mil dólares de Barbados y ordenó su deportación. Abogados de la isla contratados para defender a Antonio recibieron dinero de Craiova a través de Western Union en varios giros remitidos por distintas personas, entre ellas de su madre.
En 2016, Rebeca Tudor recibió 109 mil 755 euros en dos envíos realizados por su marido, que en ese momento dirigía la operación criminal en México. Ese año y el siguiente recibió otros 299 mil 419 euros, esta vez de parte de Adrián Enachescu, hermanastro de Florian y accionista de Top Life Servicios, la compañía que la banda creó para instalar los cajeros trucados en México.
Posteriormente Rebeca giró 127 mil dólares a Enachescu en México, lo que hizo saltar las alarmas. El empleado bancario la llamó al día siguiente, a lo que dijo que era la devolución de un préstamo, pero había quedado al descubierto el lavado de dinero a través de préstamos inmobiliarios.
Días antes, Rebeca había vendido un apartamento en Craiova por 92 mil euros a través de una sociedad que creó en 2016 llamada Seven Residence SRL. Ella había estado usando esa compañía para blanquear los fondos que iba recibiendo de la banda con préstamos a esa sociedad, que usó para construir un edificio de apartamentos.
El comprador del apartamento le pagó un adelanto de 30 mil euros en la cuenta de Seven Residence. El mismo día la compañía envió 48 mil euros a la cuenta personal de Rebeca, identificados como reembolso de un préstamo. Ella añadió a su cuenta 51 mil euros a través de un depósito en efectivo.
Después, hizo la transferencia a México.
Rebeca ha recibido dinero de la banda mediante transferencias bancarias y en metálico, que posteriormente se prestaron a Seven Residence para la construcción de apartamentos. Ella más tarde vendió los pisos a través de su compañía y enviaba de vuelta el dinero a la banda.
Estaba totalmente cerrado el ciclo de blanqueo de dinero.
En paralelo al edificio residencial, Seven Residence instaló una torre de oficinas en Balta Craiovitei, una zona pantanosa a las afueras de Craiova que la ciudad había decidido desarrollar.
“Vamos a transformar Balta Craiovitei de una tierra de ranas y serpientes, en una tierra de cuento de hadas para nuestros niños”, dijo Lia Olguta Vasilescu, entonces candidata a la Alcaldía de Craiova, en un anuncio de su campaña electoral del 2012.
Dos años después, cuando ya era alcaldesa, Vasilescu firmó permisos de construcción en parcelas de tierra compradas por Rebeca y su socio, Florian Tudor, que aparecía como copropietario de varias parcelas, según un contrato de compra.
Al surgir las investigaciones, Vasilescu dijo a OCCRP que no conocía a los Tudor, “no conozco ni a la mujer ni al caballero. Un alcalde firma 600 documentos al día. No acostumbraba relacionarme con aquellos que pedían permisos de construcción”.
Antes del proyecto de Seven Residence, Rebeca usó el dinero enviado de México para construir inmuebles a las afueras de Craiova. Una de estas fue vendida en julio de 2017 a un miembro de la banda de Tudor, Alin-Gabriel Stroe, que pagó 120 mil euros en efectivo.
Además de Rumania, el Tiburón también invirtió dinero en propiedades inmobiliarias en Estados Unidos y en Brasil. Pero las principales inversiones fueron en la región de la Riviera Maya de Quintana Roo.
La banda de Tudor compró en junio de 2015, un edificio a través de su compañía inmobiliaria Investun, que Enachescu creó en México tres semanas antes. Pagaron 214 mil dólares por el inmueble en Cancún, que previamente alojó el Instituto del Patrimonio Inmobiliario de la Administración Pública del Estado de Quintana Roo.
A finales de 2017, la banda de la Riviera Maya transformó el antiguo edificio gubernamental en un imponente gigante, con un gimnasio y un ascensor que llevaba a la piscina de la azotea. Este era el epicentro de las operaciones del Tiburón, pese a que dijo que era simplemente “su vivienda familiar”.
Inmobiliaria Investcun compró otra propiedad en 2017, un dúplex en la calle de detrás de la casa de Tudor en 111 mil dólares.
A través de Inmobiliaria Investcun, el Tiburón también posee un condominio de lujo y otras cuatro propiedades en Cancún, con un valor en conjunto de cerca de 2.2 millones de dólares, según registros obtenidos del ayuntamiento con peticiones de acceso a la información pública.
Todas se localizan en Puerto Cancún, una zona costera antaño cubierta de manglar y donde hoy destaca un nuevo edificio de 20 pisos en forma de aleta llamado Shark Tower.
El arresto en marzo de 2019 de Tudor y su amigo Cosmin Adrián Nicolae, arrojó luces sobre otra empresa inmobiliaria en la Riviera Maya. Fueron detenidos en un retén de la policía cuando se dirigían a Puerto Morelos.
Los agentes le encontraron una pistola Glock, de uso exclusivo de las fuerzas armadas, así como municiones y un total de más de 25 mil dólares que, según la Fiscalía General de la República, era para pagar trabajadores que construían un complejo residencial con un campo de golf, en un terreno de mil 400 hectáreas.
Inexplicablemente recobró su libertad en cuestión de días.
Los registros de propiedad muestran que Tudor también es dueño de un condominio de 1.37 millones de dólares en Sunny Isles Beach, un lujoso barrio de Miami. Él y Juceline Belmonte do Amaral, a la que se refiere también como su esposa, compraron esa propiedad en enero de 2016. En julio de ese año compraron un muelle adyacente por 94 mil 500 dólares.
En enero de 2020, crearon una compañía en Florida llamada Jucilene Amaral & Florian Tudor LLC, que luego usaron para obtener una hipoteca de 400 mil dólares sobre la propiedad.
La relación de Tudor con Belmonte do Amaral, parece coincidir con inversiones inmobiliarias en Brasil, su país, y con actividades en la región de Foz do Iguaçu, su ciudad natal. La ciudad se ubica junto a las mundialmente famosas cataratas de Iguazú, en el cruce fronterizo con Paraguay y Argentina, una zona conocida por ser un centro de tráfico de drogas, contrabando y trata de personas.
En 2016, la policía paraguaya de Ciudad del Este, justo al otro lado del río desde Foz do Iguaçu, detuvo a dos rumanos que conducían un vehículo registrado a nombre de Julio, uno de los hermanos de Belmonte do Amaral.
Llevaban tarjetas bancarias presuntamente clonadas y un lector de banda magnética. Uno de los hombres, Marian Zarcu, trabajaba para Tudor, coordinando equipos que retiraban dinero de las cuentas de las víctimas, según investigadores rumanos.
Dos años antes, Tudor le había comprado una empresa en México a otro hermano de Jucilene, Juliano Belmonte do Amaral, una casa de cambio de divisas, que hoy opera una red de agencias en toda la Riviera Maya y en otros destinos turísticos de México.
Las propiedades rumanas, estadounidenses y mexicanas identificadas por OCCRP solo ofrecen una imagen parcial del portafolio de bienes raíces de la banda de la Riviera Maya.
Después de que Tudor montara su banda alrededor del año 2012, sus integrantes se dispersaron por el mundo, robando información de cuentas bancarias y retirando cantidades relativamente menores a la vez.
El dinero lo mandaba a sus cómplices en Rumania, entre ellos a Filip Sardaru y a su hija Alisa, esposa de Sorin Velcu. Junto con otros dos rumanos, la pareja fue condenada en Indonesia tras ser sorprendida con tarjetas bancarias clonadas.
Otro de los “socios” importantes de Florian, fue Ion Damián Nedescu, respetado filántropo, empresario de la ciudad de Constanta (Rumania) y especialista en marketing.
Tras enfrentar dificultades financieras, se mudó a México y se convirtió en 2014 en accionista en la empresa fachada Top Life Servicios, que la banda de la Riviera Maya usó para su estafa con cajeros automáticos.
Después de que la banda de la Riviera Maya firmara un acuerdo con el reputado banco mexicano Banco Multiva, Adrián Constantin Tiugan y Ion Damián Nedescu, obtuvieron licencias de distintas autoridades municipales para instalar sus cajeros automáticos alterados.
Tiugan, el skimmer, se enfocó en algunas de las zonas más turísticas del país, incluido el paraíso para surfista Sayulita y Puerto Vallarta.
En municipios de la Riviera Maya, como Playa del Carmen, Cancún y Tulum, la banda instaló cajeros sin ningún permiso de los gobiernos locales.
Adrián Constantin Tiugan, la mente maestra de los skimmers, creó la compañía a principios de 2014 utilizando documentos falsificados y una identidad falsa. Ion Damián Nedescu, alias “El cerebro”, fue uno de los accionistas y ayudó al grupo a instalar sus cajeros.
TESTIMONIO DE UN TESTIGO PROTEGIDO
Cristian Simion, de 44 años, técnico de radiotransmisión rumano, aceptó en 2014 un empleo en México. No sabía que trabajaría para la banda de la Riviera Maya, instalando dispositivos de skimming y software en los cajeros automáticos adulterados.
En 2017 dijo que quería irse, pero su decisión no fue bien recibida y vino la orden de matarlo. Logró escapar a Rumania, pero la banda localizó a su familia y la amenazaron. Se escondió y se convirtió en testigo contra Tudor.
Con el testimonio de Cristian, las investigaciones de las fiscalías, tanto de la General de la República como la de Quintana Roo y la de Rumania, los trabajos de investigación periodística, poco a poco se fue cerrando el círculo en torno a Florian Tudor, que terminó siendo atrapado y ahora está a punto de ser repatriado a su país que lo reclama para que responda de sus fechorías.
AM.MX/fm
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