La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
En los protocolos ‘a la veracruzana’ la carga de la prueba cae en el sospechoso
En alguna ciudad de Veracruz, con más de 50 mil habitantes, cuyo nombre sabemos pero no debemos decirlo, existe una clínica del IMSS y el director cuenta lo siguiente.
A finales del mes de marzo, seis derechohabientes se presentaron con síntomas muy parecidos a los del COVID19, por lo cual, después de hacer una valoración, el galeno los urgió a realizarse una prueba en una clínica privada y procedió a darles la bendición.
El funcionario federal no tiene idea de lo ocurrido después, es decir, no hubo seguimiento.
Así pues, surgen cuatro conclusiones:
Las (escazas) pruebas para detectar el COVID19, están concentradas en pocas ciudades.
El IMSS (y suponemos que el ISSSTE), no tiene los medios para atender a los presuntos enfermos. En el caso señalado, los pacientes debieron ser confinados y tomarles la muestra, para no perder el control sobre sus movimientos.
Es altamente probable, que los sospechosos, al no ser puestos en cuarentena, hicieron un contagio comunitario con la consiguiente propagación del mal.
Por último, la suma de las tres reflexiones previas, nos permite afirmar que todo lo dicho por el gobierno federal, en el sentido de que estamos preparados para el fenómeno, es una mentira del tamaño de una pandemia.