Desde Nueva York
Ruben Cazalet
No crea apreciable lector el motivo de este texto, se me ocurrió por arte de magia.
Se lo debo a un alumno del taller “Jóvenes Emprendedores”.
Precisar la ubicación resulta sencillo, un salón en el consulado de México en Nueva York o, en Passaic Nueva Jersey, en Casa Puebla, en mi condición de facilitador de la Secretaría de Economía de México, de la mano con el IME (Instituto de los Mexicanos en el Exterior) en la zona triestatal; Nueva York; Nueva Jersey; Connecticut.
La finalidad de los talleres, capacitar con previsión** razonable regresarán a su origen con suficientes herramientas a considerar un negocio redituable en el terruño para dejar atrás la zozobra cotidiana de vivir sin papeles.
Dignamente retornar a casa. Ellas o, ellos, generarían derrama económica adicional al país. (Circunstancia cuestionable. ¿Qué es mejor, generar divisas a pesar los riesgos les sucede? ¿O, derrama económica en México? Tarea, para los colegas astronautas-economistas-, quienes ni en buen día le pegan a un ganso en el horizonte.
En el gabinete, el escritorio, tal idea es plausible, si él o ella, funcionarios de cacumen con conocimiento de causa hubieran caminado esos estados con la brillante iniciativa bajo el brazo, la reprobarían, el secretario de estado del momento descalificaría tal programa sin cuestión (Los hubiera, hubiese, mera excusa ante lo insustentable)
Si jamás apareciste en la zona triestatal, cómo ejecutar tan encomiable proyecto.
Me recuerda a esos pobres acercamientos de datos/índices/estadísticas confusas del INEGI. Que lo único generan son previsiones pobres, que desvirtúan la iniciativa del promotor de cualquier sector social-económico de México.
Lupe, el alumno en cuestión. -Pa’ que volver a Puebla, aquí gano más, en México es imposible competir contra los ricos que acaparan todo. En las grandes, medianas empresas, los salarios no equivalen a lo en una hora hacemos aquí. Pagan una miseria. De poner un estanquillo, o, vendes Coca o Pepsi, o Barcel o, la otras, esas, las Sabritas, nos limitan sus marcas, igual con las chelas, los helados, la latería o no vender los similares. ‘Tonces ‘onta el negocio, arrimados a sus condiciones”.
Como el, otros, una decena, de los dos centenares o más, pasaron por los talleres, con un 85 por ciento de deserción, cada cual me refirió su negocio, desde cosméticos, granjas para sembrar tilapias y otras especies acuáticas, taller para confeccionar ropa, importación de artesanías, obvio, cocina-restoranes-rosticerías-taquerías, además de aplicar otras habilidades como electricistas, jardineros, albañiles con deseo a brincar a “arquitectos-constructores”, carpinteros, en fin, todos trabajadores, sensatos, arraigados al origen, a cumplir un compromiso económico para el bienestar de los suyos. Sin preocuparles su situación migratoria.
Mi situación no era para loar su verdad, tal circunstancia, nunca atiende a dos amos a la vez, con alguno la encomienda será fallida.
Confieso, me apegue a esos diez en bona fide. De buena fe, cobré un simbólico dólar, o acepté la invitación a casa a un buen almuerzo, o cena. Siempre enriquecedores a ambos bandos.
La lealtad no tiene precio.
“Cualquiera no resiste un cañonazo de cincuenta mil pesos, a la manera de un dicho popular que durante La Revolución Mexicana 1910-1917, sin existir consenso de la fecha final, dijo que nadie refuta tal tentación, dineros, codicia, avaricia, probable poder…
Mi conclusión fue ir a México, a indagar, eso mis paisanos comparten a medias, el caso de la competencia, más otras momerías de reglamentos, procedimientos legales para establecer su mini empresa; pagos por licencias, más lo que conocemos. Para el trámite sea expedito hay que considerar, “x” emolumento para lograr con celeridad la medallita.
Al buen entender de los paisanos, prefieren el riesgo migratorio, sostenerse allende del Bravo, firmes, en donde pueden realizar sus habilidades sin ningún yugo, excepto, su formalidad, la calidad de sus servicios.
En mis andares, con ceguera industrial, lo comenté a una persona allegada a mí, y, el personaje en situación parte de una de esas grandes corporaciones en observación, las cuales se quejan mis paisanos. El buen hombre, me sugirió, inscribirme al ITAM, al diplomado sobre Derecho en Competencia Económica.
¡Ay! Jana, menos mal no existía la COFECE, y tu abuelo, ¿O, padre? La Comisión Federal de Competencia, excelentemente dirigida por Santiago Levy, sin las vastas atribuciones que tiene la COFECE, él, limitado, muy atado, hizo lo posible, y, te dejó herencias razonables, la Ley lo permitió. Operó con sapiencia su mandato.
Me inscribí a la escuelita-ITAM-, me dije, ir y venir una vez a la semana de NY a CDMX, no problema, a esta altura del partido, después de la UNAM, donde di clase, LSU, LSE, NYU, Gotham NY, CIDE, “pos’ otro cursito no cae mal”. Me mantiene alerta.
Sorpresa grata, el coordinador/director de tal actividad Carlos Mena Labarthe, entonces autoridad de investigación de la COFECE, resultó un atinado maestro, colega, sin en ningún momento temer a atraer personajes, jueces, ex comisionados a compartir sus conocimientos.
A todos mi gratitud mayor.
Aprendí. Igual me di cuenta, como mis indelebles compañeros con quienes mantengo comunicación cotidiana, es que tal tema solo es el principio. Somos segunda generación del ITAM, sin importar como llegamos, sin cuestión, no refutamos la libre competencia, al contrario, somos los defensores de tal argumento cada cual en su trinchera.
La Comisión Federal de Competencia Económica*, ha resultado un severo vigilante de actos anticompetitivos en contra de la bolsa de los consumidores, fomentando el desarrollo de nuevos gladiadores en la misma arena con las mismas condiciones.
Con sensatez, equilibrio en profundas indagaciones, honestidad, con un cuerpo de funcionarios de varias avenidas, de gran tacto-olfato, conocimiento permite exponer, enjuiciar y, a puesto a temblar a grandes corporaciones, instituciones gubernamentales, léase IMSS, PEMEX-TRI, además de pisar callos en varios estados de la república por reglamentos absurdos, como aquel donde el director de tránsito encabeza a la asociación de transportistas, que delicia.
Ese monopolio lo único fomenta, son tarifas altas para acarrear productos básicos, sin permitir a otras placas de otros estados ajenos a Tamaulipas a realizar la tarea en condiciones favorables al consumidor final.
El sabio de tránsito prefiere mantener ese lucrativo obsoleto parque vehicular para remendarlo en sus talleres, doble falta, o los hábiles propietarios- de tales vehículos- para no caer en sus garras requiere de constantes vueltas a esas ubicaciones, o, de manera hechiza arreglar lo que no tiene solución.
El afectado como siempre es el consumidor, en vez de pagar menos por el producto, mayor calidad la frescura, apechuga, no se vale.
La avaricia de un imbécil arrodilla a los consumidores. ¡Basta!
Los abusivos tentáculos tocan base en sectores agroalimentarios, automotrices, ni se diga al AICM donde la administración de ese aeropuerto regula arbitrariamente los slots, sin descontar a los taxistas, al proveedor de las gasolinas para los aviones, y, hasta donde sé, no le ha metido el diente a las concesiones a reglamentos absurdos estatales con un solo fin: “Cancha pareja”.
Desarrollar. La opción a elegir entre un producto o servicio acuerdo
La comisión es acuciosa, dentro de la ley, permite la réplica del afectado la oferta de opciones de productos similares.
Acciones simples, alentar la producción de nuevos productos dentro de una arena con las mismas reglas y condiciones, circunstancia mejor calidad, precios adecuados y… el servicio al consumidor.
La particular visión sobre la competencia económica de un joven emprendedor
* “Promover, proteger y garantizar la competencia y libre concurrencia; así como prevenir, investigar y combatir las prácticas monopólicas, las concentraciones ilícitas y demás restricciones al funcionamiento eficiente de los mercados. Además, puede ordenar medidas para eliminar barreras a la competencia y libre concurrencia, regular el acceso a insumos esenciales y ordenar la desincorporación de activos, derechos, partes sociales o acciones de los agentes económicos”. Art. 28 de la Constitución.
**El término previsión se lo debo al doctor José Luis Farah, académico del ITAM, sabio de los números, con quien comparto la pobreza de los índices del INEGI, a pobre información, pobres previsiones. Como marinos que la brújula medio indica el norte, te das cuenta cuando chocas con geiser como el Titanic. Quien me hizo reflexionar, entre pronosticar o prever. Igual se las dejo de tarea.
Arriba dije ¡Ay Jana! De haberme conocido antes tu función, me hubieras metido al bote por colusión, previa sacro multa de hartos UMAS, y dejarme sin chamba por cinco años.