Luis Alberto García / Moscú
*El cuarto lugar significó sangre fresca para los Tres Leones.
*No alcanzaba un sitio tan destacado desde julio de 1966.
*El 6-1 a Panamá encendió los ánimos y vinieron más triunfos.
“Harry Kane, cañonero del Tottenham, goleador en Rusia 2018.
Con más de medio siglo de pesares y sufrimientos desde que ganó la Copa Jules Rimet el 30 de julio de 1966, el equipo de Inglaterra también tuvo que caminar por el desierto durante cerca de treinta años para volver a jugar los siete partidos que la llevaron a las semifinales en la Copa FIFA / Rusia 2018.
Gareth Southgate, buen futbolista, seleccionado nacional en la década de 1990, tan elegante frente al espejo con su chaleco y pantalones azul marinos ajustados, corbata rojiblanca cual se fuese alumno de Eton y astuto en la pizarra como director técnico, le salió bien la especulación en la fase de grupos.
En la etapa inicial debió enfrentar a Bélgica, Panamá y Túnez, dejando de ser la misma promesa de cada cuatro años, con un equipo rejuvenecido, mezcla de árabes, africanos y antillanos, réplica de la monarca Francia, aunque con menor número de naturalizados, hijos y nietos de descendientes de inmigrantes de la antiguas colonias.
Inglaterra aplastó a Panamá (6-1) con tres goles de Harry Kane, que le ayudarían a llegar a la media docena para consagrarse campeón goleador del torneo, misma cantidad que hizo Gary Lineker en México 86; luego siguió otra victoria (2-1) sobre Túnez; y por último vino su primera derrota frente a Bélgica(1-0) gracia a una pincelada de Adnan Januzac.
Sin embargo, los ingleses se situaron en el lado amable de la llave, con una receta de éxito aplicada en el sufrido triunfo en octavos ante Colombia en tiros penales, que le sirvió para doblar a Suecia en los cuartos y, así, entrar a semifinales de una justa mundialista por segunda vez en su historia y la primera desde Italia 90.
La clave a un partido plomizo, táctico y disputado estaba, una vez más, en la estrategia, y en eso no falló la joven Inglaterra de Southgate, quienes dominaron a Suecia que no contó con el antipático y ególatra Zlatan Ibrahimovic, sino con más armas que el amor propio y una defensa fiera compuesta por Andreas Granqvist, Michael Lustig y Pontus Jansson.
Sin nada que hacer ante los resucitados ingleses, los escandinavos les abrieron la puerta para ajustar su cuadro, su calendario y recoger resultados que ni esperaban, y así llegar hasta un óptimo sitio del tablero mundial.
El grupo de los Tres Leones –así es su escudo nacional, orlado de rosas azules- tenía una deuda pendiente con sus leales y patriotas seguidores, y también con su sentido de creatividad, si se toma en cuenta que es el inventor de casi todo, ganador de casi nada desde 1966.
Roger Malone, veterano narrador de Independent Televisión (ITV), no del todo satisfecho al final del evento ruso, dijo que Inglaterra saltaba de Mundial a Mundial: “Lo hizo con la misma cadencia que pasaban de la ilusión al fracaso, con la misma velocidad que cambiaban esperanza por decepción”.
Recobrando el ánimo, Malone prosigue: “Y eso que habíaamos visto pasar por el estadio de Wembley a generaciones de jugadores fantásticos, como la de los `Fergie Boys`( Beckham, Butt, Scholes y los hermanos Neville) o la última generación encabezada por Gerrard, Rooney y Lampard.
En este fin de decenio aparecieron los ‘Southgate Boys’, que ya había alzado la mano desde sus participaciones juveniles, sin que haya sido inútil su tentativa de querer tocar el techo del mundo en Rusia.
En Samara, ante los suecos, no fue fácil que arrancara el buen futbol: la pelota giraba, pero a ritmo tedioso, imposible encontrara a un delantero vestido de rojo o de amarillo, mucho menos a los porteros Jordan Pickford y Robin Olsen y los vikingos les daba resultado la fórmula que lo había llevado hasta los cuartos.
Presión adelantada cuando el balón estaba en los sutiles pies de Pickford, retroceso masivo para colocarse por detrás de la línea del balón, una doble muralla de cuatro defensas y cuatro volantes bien pegados, siempre con la ayuda de su peligro punta, Marcus Berg , mostrando todos poco talento, mucho orden, método y sobre sacrificio.
Inglaterra cambió cuando se dio cuenta de que Pickford es hábil para tocarla con los pies, un pulpo con las manos, imposible de batir cada vez que los suecos se rebelaban a su monotonía; pero Southgate no tocó nada respecto del once que le ganó a la durísima Colombia en los octavos de final: mismo equipo, mismos problemas para circular el balón, mismas soluciones con la estrategia.
Roger Malone se convenció de que el director técnico tiene un mina de oro, genial al colocar a los suyos al efectuar jugadas a balón parado, véase si no con cinco de los once goles de Inglaterra en Rusia, que llegaron desde la pizarra, otros tres de penal, siempre ejecutados por Kane, más tres de jugada, y para eso tiene a más de un especialista, grandes lanzadores, mejores rematadores.
Para el periodista de ITV, Harry Maguire le ganó sin problemas en el área a los defensas rubios para mandar a la red el buen centro de Ashley Young, para que se tranquilizaran los jóvenes británicos y, olvidadas las imprecisiones, Kane siempre fue un problema, peligroso en el uno contra uno y en el tiro final.
En cada contraataque, los delanteros del entrenador Jan Andersson se encontraron con un mismo protagonista: Jordan Pickford, portero del Everton -que no pide nada a sus colegas David Seaman y Joe Hart-, inmenso en los penales frente a Colombia, con acciones que hacen pensar que Inglaterra encontró un arquero de altísima categoría; pero, sobre todo, y por fin, que los Tres Leones vuelven a estar entre los cuatro mejores cuadros del mundo.
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