MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Las versiones respecto de un panorama oscuro en el proceso electoral en curso, no aluden necesariamente a la guerra sucia o guerra de lodo entre los aspirantes a la Presidencia, tampoco al destino que tendrán en las urnas el domingo 1 de julio, por encima de las encuestas que hace rato dejaron de ser confiables y definitorias.
Y es que, mire usted, sin ánimo catastrofista ni alarmista, la presencia del crimen organizado en el espectro político nacional, ya ni qué decir en los procesos electorales en los que ha operado incluso con la designación de candidatos, no es como para presumir que el clima es de paz y tranquilidad.
No hay que ir muy lejos. Ahí tenemos el caso del obispo de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, cuya mediación con capos de la delincuencia organizada en el estado de Guerrero, específicamente en la región de Tierra Caliente, ha tenido como consecuencia el compromiso de éstos de no matar a candidatos a cargos de elección popular, bajo la condición de que cumplan sus ofertas y no anden regalando dinero.
Otros casos de tiempos no muy lejanos, refieren ofertas de jefes del crimen organizado, cárteles del narco en el norte del país algunos, a candidatos de diferentes partidos.
Recuerdo el comentario, en confianza, de uno de esos candidatos que, durante una reunión con simpatizantes, se encontró con personeros de un capo. Éstos le dijeron que su jefe, el patrón, le enviaba un vehículo –lujoso y blindado—para su transporte en la campaña. Pero, al abrir la cajuela se encontró con maletas repletas de dólares.
No tuvo posibilidad de rehusarse a aceptar el obsequio. Pero, a partir de ahí tomó a decisión de no ganar la campaña. Palabras más, palabras menos, me comentó que si ese era un presente para la campaña, qué le pedirían si ganaba la elección.
Pero, vaya, de acuerdo con información oficial en el proceso electoral que arrancó en septiembre del año pasado, han sido asesinados más de treinta candidatos a cargos de elección popular o políticos en activo; hay otra información que alude a una cifra superior al medio centenar.
Por ello la importancia del protocolo de seguridad personal para los candidatos presidenciales, presentado por la Secretaría de Gobernación, en el que participarán elementos del Estado Mayor Presidencial y de la Policía Federal.
No es una ocurrencia; es un procedimiento elemental en tiempos de campañas electorales, especialmente federales por la relevancia de los candidatos al cargo de elección popular más importante del país.
¿Ricardo Anaya Cortés y Andrés Manuel López Obrador recordarán lo ocurrido el 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana?
No, no es pregunta ñoña. Usted se habrá enterado de lo que los dos candidatos presidenciales opinaron de la seguridad personal puesta a disposición por la Secretaría de Gobernación, cuyo responsable, Alfonso Navarrete Prida, anunció al inicio de esta semana.
Veamos. El candidato presidencial de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya Cortés, rechazó solicitar a la Secretaría de Gobernación protección en la campaña. Francamente, dijo que no consideraba requerir elementos de seguridad que lo estén vigilando. El que nada debe nada teme, parafraseo.
Incluso, dice que no tiene guaruras ni nada, ningún tipo especial de seguridad.
En tanto, Andrés Manuel López Obrador, candidato presidencial de Morena, fanfarroneó: el que lucha por la, justicia no tiene nada que temer.
Incluso, en un acto en el estado de Nuevo León, presumió: “Ahora que yo salga de aquí, ustedes mismos me abren espacio, me cuidan. No voy a estar rodeado, no voy a utilizar los servicios del Estado Mayor Presidencial, el Estado Mayor Presidencial va a pasar a formar parte de la Secretaría de la Defensa”.
¿Valentonadas? No son tiempos de fanfarronear ni presumir de valientes. El crimen organizado es cosa seria. Sus propuestas no son invitaciones a un día de campo ni para asociarse en organizaciones de caridad.
¿A qué le apuestan? ¿Quieren ser mártires? La situación del país no está como para atender puntadas de esa naturaleza. No es que nada tema el que nada debe ni que el pueblo lo vaya a cuidar. Los intereses que se tocan en las ligas mayores que entrañan las campañas políticas no son para menospreciar. ¿Otra Lomas Taurinas? Conste.
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