FRANCISCO RODRÍGUEZ
Cuando los senadores romanos exigieron al emperador el castigo a través de la ley a los esclavos insurrectos por vez primera, éste les contestó que no era prudente legislar selectivamente, no porque no lo merecieran, sino porque se iban a dar cuenta de que ellos eran más, lo que pondría a los privilegiados en una condición insostenible. Aplicó el criterio de oportunidad.
Hace unos años, dos investigadores de la ciencia jurídica se dieron a la tarea de explicar cuáles consideraban los vacíos sociales en los que era mejor la no aplicación del Derecho, la ley dura y pura. Lo hicieron buscando el mejor objetivo, la preservación del bien mayor, aunque sólo lograron desviar la atención sobre lo fundamental.
Peter Häberle y Luigi Ferrajoli, que así se llamaban los investigadores, quisieron explicar que la función del Derecho es reducir al máximo posible los excesos del Estado autoritario y aumentar los derechos esenciales de los ciudadanos frente al poder descarnado.
Pero, agregaban, lo importante para una comunidad es que ningún acto del poder quede ajeno a alguna forma de control, sea jurisdiccional o político. Si es previsible que la autoridad se exceda en sus funciones, debe existir el medio institucional que repare la afectación.
Si es deseable que en ocasiones la autoridad no aplique la norma, porque así se ocasionan menores perjuicios a las personas, agregaron, debe existir también el órgano que valore y resuelva sobre esta decisión, para que el árbitro no acabe siendo arbitrario. Toda esta teoría se ha venido abajo, cuando lo selectivo se impone sobre lo general, cuando el capricho y el desconocimiento se entronizan como razones de Estado.
La 4T no aplica la ley. Es permisiva con sus castas doradas
El grupo de interés político que asumió el poder en México llegó haciendo gala, en sus declaraciones públicas, que su objetivo era transformar para fomentar el empleo y la distribución equitativa del ingreso. Pero nunca presentó un programa válido para aplicar la ley en todo trance. Demostró que no se sentencia a quien se oponga.
Se desgarra las vestiduras prometiendo arrasar con los errores y vacíos del pasado, pero nadie hace profesión de fe política sobre el objetivo prioritario: aplicar la legislación vigente. Todos se hacen cruces inventando otro tipo de ideas para confundir al respetable, pero nadie se ha ceñido a lo que disponen la Constitución y sus leyes secundarias.
Porque los políticos en México lo que evaden declarar es que su objetivo prioritario, al no aplicar la ley a los mendaces, corruptos y trapaceros, es su principal despropósito, pues al no aplicar la ley, al ser permisivos con sus castas doradas y depredadoras, logran ahuyentar cualquier tipo de inversión, local y foránea, y acrecientan los apetitos y la ambición de los suyos.
Todo lo tapan con la cobija de la amnesia o el descuido judicial
El reino de Jauja prevalece. Un Estado cutre que deja hacer y deja pasar cualquier desfalco al erario, cualquier violación a la soberanía jurídica, cualquier esbozo de independencia, aunque haya formado parte de su ideario fundamental de campaña, de lealtad las esperanzas de los desposeídos, desdiciendo todo propósito social.
Hasta la fecha no hay un solo expediente judicial, siquiera una averiguación somera acerca de los desenfrenos de sus claques, de la voracidad con la que pretenden acabarse al país, si todavía podemos llamarlo así. Todo lo tapan con la cobija de la amnesia o el descuido judicial desde las posiciones de ventaja.
Cuando en todo el mundo se sabe que en un sistema tan regulado penalmente, al menos en el papel, no puede ser posible la abstención para actuar jurídicamente y no puede argumentarse la carencia de instrumentos legales, el objetivo del grupo en el poder sigue siendo nadar de muertito sobre los sonsonetes populistas y demagógicos, para permitir la impunidad de los que se enriquecen a velocidades turbo.
No han leído la Constitución o las leyes más emblemáticas
El grito de guerra de los corruptos, la consigna superior en el ejercicio del poder es que en México todo se puede. Hasta que ya no se pueda. Nadie ha podido demostrar que aquí la ley se aplica sin distingos ni exclusividades, como lo demanda uno de los artículos más representativos de la Constitución, en el que se apoya la visión nacionalista, democrática, plural y el diseño del país.
Posiblemente ésa sea la razón de nuestro desamparo. Pues está demostrado que los grupos que se hacen del poder, los que levantan el santo y las limosnas en México, nunca han leído siquiera la Constitución o las leyes más emblemáticas del sistema jurídico – político.
¿Qué esperaban, que las instituciones funcionaran solitas?
¿Los llegados de Tepetitán conocen el espíritu de nuestras leyes? ¿Se han preocupado por saber dónde están sentados? ¿Les ha servido siquiera como referente para sus desenfrenos? ¿Saben acaso por lo que lucharon los hombres de ideas de nuestro país? La respuesta es un rotundo ¡no!
Porque si fuera diferente, ya seríamos otro país, verdaderamente transformado, pues teníamos todo para serlo. Con el garlito de que las instituciones son infalibles y lo único que fallaron fueron los hombres, han tendido el velo de la impunidad. ¿Qué esperaban, que las instituciones funcionaran solitas?
Así es que la no aplicación de la ley, respetando el criterio de oportunidad, o preservando el bien mayor, simplemente no caben como argumentos válidos en este sistema. Lo que prevalece es la no aplicación de la ley por encubrimiento, por temor, por ignorancia de los alcances de las normas.
Los verdaderos hombres de poder actúan, no amenazan
Cuando los improvisados deciden usar el poder del Estado para aparentar que remedian las condiciones, solamente dan palos de ciego. El uso del poder está reservado para aquéllos que lo conocen. No para quienes sólo amenazan con utilizarlo para cubrir los errores. Las amenazas son el refugio imperdonable de los débiles. Los hombres de poder actúan, no amenazan.
Las leyes sólo están de adorno en los anaqueles de los próceres. Los códigos, empolvados y olvidados duermen el sueño de los justos y de los incomprendidos. De nada sirve tener montañas de legislación contra la corrupción, si nadie sabe cómo ejecutarlas. Es como enseñarle una moneda a un puerco.
Evaden la ley, lo que es sinónimo de debilidad y de soberbia
Las últimas decisiones revelan el catatonismo y la improvisación de los mandarines en la Silla. El desconocimiento absoluto del espíritu de las leyes: grito de independencia y desfile militar sobre las pilas de cadáveres de la pandemia. Exoneración anticipada de los corruptos. Así nada se puede. El que protesta es visto como un extraterrestre.
Buscar el apapacho de las multitudes acarreadas cuando todo mundo está pensando en cómo resolver las incertidumbres y la miseria. Evadir el uso de la ley sólo para que funcione la utilización mediática de la supuesta lucha contra la corrupción, es sinónimo de soberbia y de debilidad. No hay nada en qué apoyarse para celebrar ni argumento para evadir la aplicación de la ley.
Se equivocan tratando a la ciudadanía como si fuese débil mental
Así que ¡fuera máscaras!
El desenlace no tarda en aparecer.
Caerá por su propio peso.
El pueblo tiene una edad adulta que no admite subterfugios ni más engaños.
No admite el tratamiento para débiles mentales.
Le indigna la pasividad y la mentira.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Realizar las audiencias del ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, a puerta cerrada representa una violación al principio de transparencia y máxima publicidad reconocidos en la Constitución, pero –peor todavía–, como escribe el jurista Martín Vivanco Lira, “…si bien el respeto al debido proceso no importará mucho en el caso de Lozoya (porque no será juzgado), será fundamental en los demás casos que se pretendan derivar de la colaboración del exdirector de Pemex. En este terreno las cosas no van bien. Todas las filtraciones a medios en donde se señalen “presuntos culpables” y, más importante aún, todas las mañaneras en donde el Presidente hable del tema, contaminan los procesos futuros, por la simple y sencilla razón de que se está juzgando en medios, lo que debe ser juzgado en tribunales. Basta recordar la famosa sentencia del caso Cassez para ilustrar lo anterior. En esa se dijo que llegó a tal grado el linchamiento en medios de Florence que ese fue su verdadero juicio, a tal grado que el proceso judicial ‘no podría ser más que una mera formalidad’. Si continúan las filtraciones y siguen las menciones al asunto en la mañaneras, exactamente eso puede suceder: que el proceso judicial se convierta en una mera formalidad y nadie, nadie, pise la cárcel…”
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