La natural efervescencia que desató el presidente de la república con su anticipada sucesión al lanzar al ruedo a sus “corcholatas” y ahora con el proceso electoral del año próximo a la vuelta de la esquina, han encendido algunas señales de alerta en el panorama político nacional. Fiel a su estilo y desde el pulpito de sus mañaneras, el presidente ha manifestado que no tiene apego al dinero ni al poder, y que tampoco tiene la intención de erigir un nuevo Maximato.
Sin embargo, las señales aludidas muestran lo contrario, la Cuarta Transformación que pretendió en el 2018 convertir a México en la Utopía de Tomás Moro, no ha estado exenta de escándalos de corrupción, de falta de pericia en el desempeño de la administración pública y de sesgos autoritarios que hacen parecer los excesos de los antiguos regímenes un jardín de párvulos.
En este escenario la Cuarta Transformación parecía imbatible ante una oposición disminuida y es cuando sus trincheras fueron tomadas por sorpresa por el fenómeno de Xóchitl Gálvez, quien, de perfilarse para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, en un giro inesperado llegó literalmente a tocar la Puerta Mariana de Palacio Nacional anunciando que va por la grande.
Es aquí donde también surge la sociedad civil como un elemento decisivo frente a las jornadas que se aproximan. Ante una clase política que ha perdido credibilidad, se podría pensar que la sociedad civil está impoluta y es garantía de la ética y los principios morales que los mexicanos esperamos entre las virtudes que deben distinguir a quienes nos gobiernan, sin embargo, la sociedad civil, al igual que la clase política tiene sus luces y sus sombras.
De las sombras surgen quienes buscan obtener prebendas y privilegios desde el poder público, quienes se amparan en la deshonestidad para ser favorecidos y que no necesariamente necesitan un cargo público para lograrlo. Surgen aquí las fachadas de asociaciones civiles, agrupaciones o diversas personas morales que se convierten en cotos de poder, pretendiendo ser referentes morales y de opinión de la sociedad mexicana.
Hay quienes enarbolan banderas que son prioridades para la población lo cual los hace atractivos ante la opinión pública, pero también hay quienes llegan al extremo de sacar raja de una tragedia como la muerte o desaparición de un ser querido para obtener un lucro personal. No son pocos los casos a lo largo y ancho del país, de personajes que han usado una cámara o agrupación gremial como trampolín para obtener una candidatura.
A su vez también se da el caso de quienes han sido funcionarios que han pasado sin pena ni gloria o peor aún, sin resultados y quienes, al no tener cabida en nuevas administraciones públicas, se reinventan precisamente como flamantes líderes de cámaras u organizaciones gremiales. A todo lo anterior se añade la pobreza de la mayor parte de la población, lo cual los convierte en blancos idóneos de quienes utilizan los programas sociales y los recursos públicos como medio para ganar una elección.
Pero afortunadamente también hay luces en la sociedad civil, los nuevos tiempos de la mano de herramientas como las redes sociales y los medios electrónicos, han dado la oportunidad a los ciudadanos de ya no ser solo espectadores o actores pasivos de los acontecimientos que vive el país, sino protagonistas del cambio que aspiramos con la enorme ventaja de poder ejercer su Derecho a la libertad de expresión.
Hoy en día es muy difícil por no decir prácticamente imposible que un ciudadano alcance un puesto de elección popular por la vía independiente, desafortunadamente poco se puede hacer sin la estructura de una formación política. Pero antecedentes como el del jalisciense Pedro Kumamoto quien en 2015 ganó una diputación local, siendo candidato independiente con un presupuesto oficial de 18,600 pesos y la cada vez más activa participación de la sociedad civil son sin duda los cimientos que permitirán a los ciudadanos organizados, en un futuro no lejano decidir su porvenir.
Existen también casos como el del General Alfonso Duarte Múgica en Morelos. El General Duarte es un hombre honesto en sus bienes y conducta, un divisionario con una hoja de servicios intachable y probados resultados. Hoy aspira a gobernar su estado para pacificarlo y por ende devolverle el desarrollo económico y social perdido desde hace varios lustros.
El General Duarte lleva cuatro años en la honrosa situación de retiro, a su vez es también ejidatario y se dedicaba a las labores del campo hasta que sus paisanos le pidieron que pusiera su trayectoria al servicio de una entidad que raya en la ingobernabilidad.
Se ha convertido en un genuino aspirante ciudadano que proviene de la sociedad civil y que no obedece a ningún actor o grupo político, es un ejemplo fehaciente de un individuo que antepone el bien colectivo al particular, pero también de como un genuino perfil ciudadano, no solo dignifica el oficio de la política sino a su vez a la sociedad civil y a sus luces.