Una encuesta reciente de la empresa de Liébano Sáenz apunta que, entre 600 entrevistados, el 42.2% cree que el detenido sí es El Chapo, mientras que el 40.7% dice que no se trata de él. Si se contara a aquellos que participan activamente en redes sociales, en Twitter sobremanera, el porcentaje de incrédulos sería aún mucho mayor.
Tales cifras, empero, expresan que la desconfianza hacia la política, los políticos y los partidos políticos son espectaculares, desconocidas, sin precedentes. Cualquier expresión que usemos se queda corta para dar cuenta de un fenómeno que, no siendo nuevo, ha alcanzado niveles que no tienen parangón.
Curiosamente, el malestar ciudadano, el enojo generalizado con lo que ocurre se ha concentrado en la política por razones diversas: la principal, porque se ha producido la colusión de intereses entre la política y los negocios; pero también porque se ha hecho obvio que una parte de las decisiones políticas obedecen a razones que no son de interés colectivo sino de triste y siniestro afán privado; porque, cuando se ha expresado una voluntad política distinta, no se ha tardado mucho en comprobar la inutilidad del enunciado o la fragilidad real de la propuesta. En este grupo de razones pesa mucho el dominio del mercado, la condición “mercadocéntrica” de nuestras sociedades y el impacto sobre la totalidad de su funcionamiento social e institucional.
Y volvemos así, entonces, a la incomunicación que rodea al Presidente Enrique Peña Nieto.
Es evidente que el Ejecutivo actual da sensación de desbordamiento. Los resultados quedan lejos de las promesas electorales, que había ofrecido su llegada al poder como elemento suficiente para provocar un cambio radical de tendencia.
Peña dispone de mayoría en la Cámara Baja y de acuerdos “en lo oscurito” en el Senado, cuenta con la legitimidad emanada de las urnas, pero él mismo ha tenido sobrada ocasión de comprobar que eso no le basta para conectar con la sociedad. Necesita ayuda. Para contener el deterioro institucional, para avanzar en su proyecto, le toca pactar.
Pero el problema no es unipersonal. No es sólo de Peña Nieto. Es del sistema político todo.
Hay un evidente deterioro institucional que necesita de un rearme del sistema democrático. Es difícil concebir a los partidos políticos como instrumentos necesarios para corregir lo que ellos mismos se han encargado de llevar tan mal, pero eso es lo que les toca. Las urnas les legitiman y deben demostrar que son capaces de restablecer el prestigio de las instituciones, como primer paso para recuperar esa confianza que se va cuarteando y que no tarda en provocar el desplome del ya frágil andamiaje de las instituciones.
CRÍTICA, SIN CONSECUENCIA
Hace poco más de un año, el ahora senador Manuel Camacho planteaba en un artículo periodístico interrogantes que hasta ahora nadie ha podido o sabido contestar:
“¿La desconfianza que se alimenta es parte de una necesaria crítica que al denunciar permita corregir, o al no ofrecer respuestas convincentes del tamaño de los diagnósticos que se formulan, termina por reforzar el statu quo que provoca el malestar?
“¿Es creíble el discurso político que señala que todos los demás están equivocados, menos uno?
“¿Qué sentimiento se provoca en la sociedad cuando se repite la denuncia, pero no se logra ninguna consecuencia?
“¿Se puede construir una opción de cambio sin una esperanza de mejoría?”
Los expertos describen y denominan la actual situación como un caso de animadversión política. El problema de la animadversión política puede describirse como el sentimiento subjetivo de falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones democráticas cuyo resultado más evidente es el distanciamiento, aunque nada de esto cuestione la legitimidad del régimen político. La animadversión expresa la desconfianza que los ciudadanos tienen con las instituciones políticas porque las consideran insensibles a sus necesidades y además, porque se sienten incapaces de entender la lógica interna de la política.
Como resultado de todo ello se tiene la sensación de que la democracia ha perdido calidad. Se percibe que la democracia se sustenta sobre un conjunto de formalismos que no logran captar la atención de los ciudadanos. Se dice que la democracia ha perdido impulso cívico. De tal manera que cada vez es mayor la brecha que separa las instituciones políticas de los ciudadanos.
Algunos síntomas de la desafección política son: extensión de una conciencia social contraria a los partidos políticos y un desinterés hacia las formas tradicionales de representación política; suave e irregular descenso de la participación electoral; baja significativa de la afiliación política; cuestionamiento de la capacidad de los partidos tradicionales de conseguir la representación política y descenso significativo de los sentimientos de identificación partidista.
Y todo ello se da a partir de la ausencia de autocrítica por parte de los políticos y gobernantes, pero también porque ni se ve ni se oye a los críticos, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: En pleno y tardío control de daños, el vocero del gobierno federal, Eduardo Sánchez, negó que Joaquín Guzmán Loera haya financiado la campaña del hoy Presidente Peña Nieto, cual señaló –sin documentos, como él mismo reconoció– el ex jefe de inteligencia de la DEA, Phil Jordan. También negó que agentes del gobierno estadounidense hayan participado directamente en la captura del narcotraficante, cual informara The New York Times. Control de daños, pues. Y al mismo tiempo se dieron a conocer fichas sinalépticas del famoso detenido… aunque en un par de ellas haya una diferencia en estatura. Para el Departamento de Justicia de EU, El Chapo mide 5 pies 8 pulgadas que equivales a 1.72 metros, lo mismo que en la foto que le tomaron a su ingreso en Puente Grande. Pero en la fotografía ahora presentada, el originario de Guamúchil, Sinaloa, no llega a los 165 cm. Más elementos para seguir desconfiando, ¿o no? + + + Porque Telcel, es dueña de más del 70% del mercado mexicano de telefonía móvil; porque Telmex conserva, después de más de dos décadas de privatización, el 80% del mercado de telefonía fija, y porque en materia de acceso de banda ancha (Internet), Telmex y Telcel reinan con ¾ partes (75%) del mercado, Grupo Salinas solicitó ayer al Ifetel que regule al grupo económico de Carlos Slim por su condición indiscutible de preponderancia. “En esta coyuntura histórica –reza un comunicado de TV Azteca–, el grupo Telmex/Telcel tiene a un nuevo y manifiesto participante: Dish. La empresa satelital no podrá aprovechar los beneficios de la Reforma Constitucional, una vez comprobados sus obscuros orígenes.”
— pero competencia tiene telmex y telcel. solo q i.e. unefonefraude (lo digo xq lo tuve), y demas no logran penetrar. yo sigo y seguire con el sr. telmex, sus competidores no me convencen y los consumidores, hasta ahorita SOMOS LIBRES. .