Carlos Ferreyra
No imagino la mejor forma de tener presente a Male, mi incomparable compañera de poco más de 60 años de existencia que este 9 de septiembre en que cumpliría 80 años de vida.
Difícil de comprender pero cuando comenzó a perder memoria, a olvidar nombres y hasta confundir personas cercanas, coincidió con la reclusión forzosa por la aparición del bicho.
No soy fatalista pero tampoco masoquista, una larga existencia agnóstica me enseñó que la naturaleza es despiadada y que cuando eres víctima de sus designios no queda más camino que adaptarte.
Así fue., sin acordarlo, comenzamos con los hijos, a adaptar nuestra existencia de manera de hacer más grato, o menos ingrato, este mal.
Para mí los primeros tres años de encierro, fueron un aprendizaje por el que me sentí agradecido.
Pasaron los años y la permanencia perpetua a su lado, me hizo desarrollar un creciente amor y la sensación de que Dios, en quien no creo porque no puedo imaginar ser tan cruel o la naturaleza me asignaron la tarea más sublime que pudiese cumplir: el cuidado permanente, día y noche, de la persona que más pude querer,
Noches de insomnio, largos monólogos para mantenerla en paz, tranquila, y muchas noches sin dormir en la duermevela de impedir que le cale el frío, le agobie el calor o dando respuestas a las dudas que quedaron atrás con el tiempo.
Días y noches angústialas por visiones, imaginaciones y charlas con personas queridas que allí están pero hace mucho dejaron de existir.
Llanto en el alma cuando ves su sufrimiento y nada puedes, impotente, hacer para que su dolor sea menos. Mayor tortura para tú, que ignoras, no puedes saber el origen de su sufrimiento.
Y un día se marcha, piensas que al fin descansa. Y no, sufres al pensar en su soledad en un frío ni no, en la urna funeraria que esperas compartir.
Hoy, tu que presumías que no te enseñaron a llorar, tus lagrimas incontenibles, sólo te recuerdan tus deseos de pronto, muy pronto, alcanzarla. Jamás, en una vida en la que presenció toda suerte de vilezas humanas, pensó que se podría tener tal veneración por un ser humano.
Pueden creerlo, pueden dudarlo, pero hasta el fin de mis días, voy a venerar su memoria, su imagen.
Male, por siempre adorada, te llevo en mis entrañas hasta el fin…