Si como dicen algunos de sus colaboradores, Miguel Ángel Mancera quiere ser el primer Fiscal de la República, debe poner orden en la policía capitalina, siempre cuestionada por la ciudadanía, pero que en esta administración está desbordada.
El caso del joven preparatoriano, Marco Antonio Sánchez, vino a detonar un problema por el que muchos capitalinos han pasado, el abuso de la policía preventiva de la Ciudad de México, a quienes los ciudadanos tienen más miedo que a los propios delincuentes.
La Secretaría de Seguridad Pública a cargo de Hiram Almeida, es un nido de ratas, pocos son los verdaderos policías que ejercer a cabalidad su función en beneficio de quienes habitamos esta ciudad. Prevalece la hermandad, el verdadero poder en la corporación y con ella, las viejas prácticas como el famoso entre, con el que los elementos aseguran su impunidad, al compartir parte de sus atracos a los jefes.
En la Ciudad de México los policías en muchas ocasiones no aplican el protocolo tanto para detener a una persona como para presentarla ante la autoridad correspondiente. De acuerdo al nuevo sistema de justicia penal, los preventivos sólo pueden detener a una persona en flagrancia y por señalamiento de un tercero, pero eso no siempre sucede porque en muchos casos detienen sólo por sus pistolas.
Un ejemplo son los jóvenes estudiantes o trabajadores que por el sólo hecho llevar una mochila son detenidos para una “revisión”, mientras que a los delincuentes nadie los molesta.
Mención aparte merecen los motociclistas del Grupo de Reacción Inmediata, considerados, junto con sus similares de Tránsito como como la vanguardia de la corrupción en la SSP. Estos señores lo mismo detienen a transeúntes que a automovilistas o motociclistas, aunque esto último no está en sus funciones y la mayor parte de las veces, es para extorsionarlos.
Sólo le pongo unos ejemplos señor Mancera, pero hay muchos más y pocos son los capitalinos que se han salvado de las arbitrariedades de sus oficiales. Si quiere ser fiscal, ponga orden, demuestre que tiene voluntad de acabar con un problema que tiene harta a la población. Cuando menos ponga controles de supervisión para esos malos muchachos. Y si llega Andrés Manuel López Obrador, olvídese de sus pretensiones y lo peor es que puede usted correr la suerte de Javier Duarte o Roberto Borege.
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