En genuina solidaridad, la mañana del terremoto del 19 de septiembre de 1985, el pueblo de la capital de la República salió a la calle como un solo hombre a rescatar los despojos, a llorar a muertos propios y ajenos.
A poner orden ahí donde todas las instituciones gubernamentales y asistenciales habían sido rebasadas. Los mecanismos de prevención, seguridad pública y nacional ya no existían. Fueron declarados obsoletos en minutos.
Durante el terremoto, se cayó materialmente el mundo que conocíamos y asistió en su desdicha, otro mundo que emergió ante la necesidad y la súplica de los impotentes. Había nacido otra ciudad.
Surgió un rostro escondido. Todavía no se cumplía un año del desastre de San Juanico y se había presentado una situación de emergencia que puso al país de cara a sus verdaderos alcances.
Emergieron héroes civiles en un país apático. Se produjeron movilizaciones sociales en reivindicación y demanda de los desposeídos, pues la sociedad se dio cuenta que podía y debía organizarse sola.
Los viejos sistemas de negociación caducaron. La obsolescencia demandaba nuevas prácticas. Empezó a acabarse el consenso de que en México el Estado había creado a la nación sólo por una necesidad de legitimar sus actos de autoridad.
A partir de ese momento tendríamos que empezar a ver las cosas desde el otro ángulo: la sociedad iba a tener que crear un Estado a la medida del reclamo ancestral y éste debía ser escuchado si queríamos vivir en paz.
¿Por qué no pudimos hacerlo antes?, se preguntaba la opinión pública. ¿Por qué no pusimos un alto a la voracidad y al uso ilegítimo del poder autoritario y desenfrenado? Y la respuesta no tardó.
Mientras, en los campamentos improvisados, en los camellones y en los campos deportivos cercanos, la misma gente se atendía, se daba de comer, se procuraba, tendía sus bolsas con cadáveres, con esperanza de identificarlos.
Educaba a base de ejemplos a los niños malcriados de El Sistema, que todavía insistían en querer dar órdenes desde la atalaya y hasta rechazaban, soberbios, la ayuda internacional. El llamado Presidente enmudecía y se demacraba a media calle al sentir temblar la tierra en sus réplicas obligadas.
Ahí se perdió el respeto al poder, la reverencia al Tlatoani, la obediencia asumida. Siglos de sumisión al “absoluto” quedaron entre los escombros de una ciudad apabullada, derrumbada, por fuerzas desconocidas y descomunales.
Elegir al Jefe de Gobierno, un cambio radical
Una cuota de miles de muertos, sin respuesta oficial sobre la desaforada ambición de los constructores que habían edificado una ciudad vulnerable, sin respuesta de un sistema corrupto, tenía que reflejarse en una factura política del tamaño de la tragedia.
De ahí surgió la necesidad de llegar al acuerdo de elegir a la autoridad del gobierno del Distrito Federal, reconociendo –no había de otra– la edad adulta de su pueblo. Cambiar la figura del Regente encargado a la medida del capricho del Ejecutivo, por la de un Jefe de Gobierno.
Una medida adecuada del Constituyente Permanente para encauzar la fuerza de las organizaciones, las demandas de sus bases, la participación efectiva y regimentada en el diseño, en la idea y las necesidades que proyectaba la ciudad.
La elección del Jefe de Gobierno cambió radicalmente la imagen del sistema político. Fue el principio de una serie de pactos y negociaciones que empezaron a demoler los usos y costumbres de un aparato demasiado cerrado, insensible a la movilidad y a la legalidad de las prácticas sociales en boga.
La Asamblea del Distrito Federal, fue absorbiendo eficazmente labores legislativas propias y votó disposiciones en materia de libertad sexual, apoyo a las capacidades diferentes, auxilio a la tercera edad, a las madres solteras y a la población vulnerable en situación de calle, entre otros sectores, que marcaron un hito en el país.
Varias disposiciones que se hicieron costumbre en el ánimo de los capitalinos, sensibilizaron a las poblaciones de otros estados, quienes las aceptaron y reglamentaron siguiendo el ejemplo de lo que hoy se llama la Capital Social.
Las verificaciones de automotores contaminantes –hoy remozadas y actualizadas por instancias sensibles al entorno económico– el Hoy no Circula, el apoyo al trabajo comunitario, el financiamiento a los programas de grupos de la sociedad organizada…
El DF, convertido en la capital social del país
La elección del 2012 en el Distrito Federal marcó un registro político de envergadura que nunca se había alcanzado. Postulado por un frente amplio de partidos, Miguel Ángel Mancera logró un récord histórico al obtener el más del 63% de los votos emitidos.
Una cantidad de votos sensiblemente mayor a la que hubieran alcanzado cualquiera de los tres gobernantes anteriores. Un gran compromiso con la población, que reclamaba un trato personalizado, diferente.
A ningún observador imparcial escapa el hecho de que Mancera ha tratado de ser neutralizado por los grupos de presión y de interés representados al interior de su gobierno y en la conformación de los cuadros dirigentes en las delegaciones.
No han ido muy lejos por la respuesta. El Gobierno del DF se ha abocado a conjugar las labores de instituciones de asistencia privada y social, en pro de los mismos objetivos en el uso y aplicación de los recursos, como tarea básica que ha sido emulada por gobiernos de avanzada.
Los programas médicos que se dispensan a domicilio en brigadas de profesionistas y especialistas que acuden a las zonas más deprimidas de la Ciudad, cubriendo una necesidad cuya satisfacción es inalcanzable para gente de escasos recursos, son una realidad.
Se atienden jóvenes en brazos de la drogadicción, adultos que padecen esquizofrenia, Alzheimer, enfermos postrados y terminales, población necesitada que no tiene acceso a la seguridad social, sin molestar con la rimbombancia publicitaria del “Seguro Popular”.
Reciben atención tanto las mujeres capitalinas que deciden por la interrupción del embarazo, como las que lo sostienen sin un control prenatal. Todas las opciones son respetables. La gente tiene el absoluto derecho a disponer de su vida.
Los grandes centros de empleo, cultura, profesionalización, salud y educación que se montan, bajo la apariencia de exposiciones de creatividad y espectáculos digitales han abierto la puerta del trabajo a miles de jóvenes en el DF.
Respaldados por las becas de financiamiento educativo para adolescentes y jóvenes que han truncado sus estudios. Educación, salud, empleo, cultura y recreación, un abanico de mínimos de bienestar en medio de horizontes de miseria.
Mancera, como abogado privilegia orden y ley
La idea del gobernante ha sido fortalecer el tejido social. Canalizar las energías de todos, en lugar del fomento a la violencia, a las actividades de desarrollo comunitario, los proyectos creativos y la convivencia en las delegaciones.
Para quienes no entendieron que los programas debían favorecer a los más necesitados, ahora viene el trato justo: pedir la renuncia a todo su gabinete y evaluar el desempeño y los resultados que han ofrecido.
En las materias sensibles, la procuración de justicia y la seguridad, los titulares serán los primeros en pasar a la báscula. Moleste a quien moleste, la decisión es brillante, arrojada y ejemplar, para quien la quiera oír.
Marca un hito en la toma de decisiones ejemplares de la historia reciente. Ya que se tomó la delantera de las ideas debe continuarse hasta que tope, incluso en el replanteamiento del diseño de la CDMX.
Debe entenderse como una respuesta solidaria al 63.6 % de los electores capitalinos.
No se olvide que Mancera es un abogado con formación puntual. Sus decisiones, en el rubro que puedan venir, deben ser apegadas estrictamente a la ley.
Al fin, por encima del compromiso, la ley.
Índice Flamígero: La noche del viernes más reciente, Azteca 13 transmitió el documental Cárdenas: Oportunidad, Poder, Desolación, producido por Azteca Opinión y que aún puede disfrutar usted siguiendo la liga de arriba. Oportunidad periodística, pues exactamente hoy hace 27 años se llevó a cabo aquella elección presidencial calificada como fraudulenta, que aquel priísmo venido a menos –el que dejó sola a la sociedad tras el terremoto de 1985, el de la crisis del “lunes negro” de 1987, el de la inflación de casi 200%– le arrebató al ingeniero. El guión y conducción son de Estela Livera, la producción de Samuel Prieto y la dirección de Adriana Delgado. ¡Enhorabuena!
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que bonita cd Mancera en la ud vive !!!! y sobre todo la ley, la ley mancera y no justicia precisamente.