Luis Farías Mackey
Platicando con un buen amigo las circunstancias diversas y encontradas de México en estos días, hallábamos un eje de unidad y de unificación en prácticamente todos los frentes: la locura.
Creo que es tiempo que cada quien en su fuero interno se pregunte si todavía estamos en condiciones de evitar terminar en una nación convertida en un psiquiátrico nacional en el que sea imposible diferenciar entre los internos y sus cuidadores.
Cuando la Castañeda estaba por ser cerrada para dar paso a los nuevos centros psiquiátricos, un grupo de universitarios fue a tocar sus puertas. Encontraron un manicomio en el más absoluto abandono: sin administración, sin cuerpo médico ni de apoyo, sin servicios de limpieza, con los matorrales tan desbordados como la desmesura de sus inquilinos. No hablemos ya de los baños y ropas de cama. Algo así como los rusos cuando entraron en los Campos de Concentración y Exterminio Nazis recién abandonados por éstos. Seguramente para el traslado de los enfermos de la Castañeda, todo el personal médico y administrativo estaba concentrado en los nuevos psiquiátricos mientras aquélla, en algo muy parecido a las cárceles en México hoy, estaba bajo el control de los internos y la locura desatada.
Para aquellos muchachos fue una inmersión directa en la locura sin sistematización, metodología ni asidero posible. Algo así como aprender la ley de la gravedad aventándose al vacío.
Pues bien, hoy en México hemos perdido toda posibilidad y distancia para observar la locura que nos envuelve y devora.
Para ver hay que tener cierta distancia. No es lo mismo ver la piel de un elefante en la punta de nuestra nariz que verlo y dimensionarlo en su totalidad a 10 metros de distancia.
Hoy la locura ya está al nivel de nuestros poros, lo que nos hace imposible verla y distinguirla de nosotros. Nos es propia y cotidiana, mientras silenciosamente nos penetra y domina hasta el alma misma.
Por eso es tan difícil deliberar lo público hoy en México. Cada quien ve exclusivamente su agenda y todos hablan el mismo lenguaje y desde la misma perspectiva: sobran alianzas y salvadores, los aspirantes a presidentes y propuestas para lanzar candidatos en busca de partidos colman el espacio sideral, la gastada cantaleta del voto útil, que no es otra cosa que el voto utilizado bajo un horizonte de lo que no queremos, sin que nadie se pregunte y pregunte qué sí queremos, se nos vende hoy en alianzas salvadoras, únicas y forzosas.
Los esfuerzos que se intentan para brincar esa trampa y ampliar horizontes y perspectivas no están exentos de la locura, la inmediatez, el pragmatismo, las agendas e intereses particulares y los protagonismos.
Somos como aquella vieja Castañeda en sus últimos días: una inmersión en la locura sin fronteras.
¿Será posible darnos la cordura y la distancia para ver nuestra locura en acción? O la inmediatez y el pragmatismo terminaran por devorarnos en un manicomio Nación.