DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
La década fue promisoria para los jóvenes políticos que buscaban escalar los sitios principales de esta actividad. Roberto Borge, Javier Duarte, Alejandro Moreno, Alejando Murat y, principalmente, Manuel Velasco, consiguieron ser gobernadores de sus respectivos estados.
Por circunstancias de la vida, todos ellos pertenecían a la región sur del país, la más rezagada en la vida económica del país y la que menos oportunidades otorga a sus pobladores.
Los cinco mandatarios coincidieron en ser propuestos por el PRI como candidatos, lo que los hermanó aún más y establecieron nexos cercanos.
Giró la idea de que uno de ellos fuese incorporado como propuesta para la inminente candidatura presidencial del partido tricolor y aunque Manuel Velasco no era de origen priista, si había postulado a petición del PRI y en alianza con su entonces socio el Partido Verde.
Para entonces los priistas ya venían en picada y las rapiñas del gobierno de Peña Nieto habían provocado la pérdida de siete entidades de las doce que fueron a los comicios en 2016.
Para entonces Javier Duarte y Roberto Borge ya iban de salida y Murat entrando apenas, por lo que el respaldo a Manuel Velasco no se pudo consolidar.
Sin embargo, el güero como se le conoce en Chiapas estaba reconocido como un buen organizador, creando un par de partidos locales y sosteniendo al Partido Verde como atractivo para los electores.
Los aliados no pudieron concretar su propósito, con todo y que las figuras priistas eran minúsculas: Luis Videgaray y Miguel Ángel Osorio, por lo que desistieron de su propósito y Velasco se dedicó a consolidar su “imperio” chiapaneco.
Se resistió en un principio a que Rutilio Cruz Escandón fuese el candidato, pero acordó en alianza secreta con MORENA que fuese postulado y él delineó a uno de sus protegidos, Luis Fernando Castellanos, alcalde de Tuxtla Gutiérrez, como candidato del Verde, un mes antes de los comicios, dejándole ver a Rutilio que su fuerza estatal se encontraba viva.
Velasco sabía que sería bien recibido por el virtual triunfador en los comicios presidenciales, Andrés Manuel López Obrador, viejo amigo de la familia, especialmente de su abuelo, Fernando Coello.
Por eso, aprovecho una serie de situaciones que si bien no eran ilícitas si resultaban sorprendentes.
Fue incluido en la lista plurinominal del Partido Verde, sin dejar de ser gobernador, solicitó licencia para asumir su cargo de senador, después hizo lo propio con la investidura senatorial y regresó a gobernar Chiapas, para culminar su sexenio e incorporarse nuevamente a su papel de senador.
En el Senado se convirtió en coordinador de sus compañeros del Verde y correa de transmisión de los deseos del Presidente y del secretario de Gobernación, cuñado, por cierto, del gobernador de Chiapas.
No destacó para nada en sus intervenciones. Ni mucho menos en sus propuestas de iniciativas de ley, aunque se le reconocía la relación con los sus ya aliados de MORENA.
Ahora el güero revive sus intenciones de ser partícipe de la sucesión presidencial y se ofrece como opción para ello, aunque no define si lo será dentro de la alianza con MORENA, con sus viejos conocidos del PRI o buscará la candidatura por el PVEM.
Tal vez el senador sea una buena opción para la alianza de panistas, priistas y perredistas, al fin que con los primero y segundo ya el partido Verde fue aliado presidencial en el pasado.
Sin embargo, en Chiapas hay quienes recuerdan el boquete financiero dejado en la entidad y no ven con agrado una promoción presidencial.
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