La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Ni hablar, cuando no te toca ¡ni con tómbola!
La capacidad ejecutiva, de Marcelo Ebrard, como funcionario, no está en duda, el ex canciller es un todoterreno de la administración pública, lo cual le permite realizar tareas tan disímbolas, como negociar con el titular del Departamento de Estado y, en un canal paralelo, con los dueños de los hospitales privados en México.
Su vida profesional la comenzó muy joven, bajo la tutela de Manuel Camacho, quién lo hizo secretario general de Gobierno del DF, con alrededor de 30 años, esto, después de su paso por la SEDUE. Como operadores políticos en la capital, hacían el 1-2 para los intereses del salinato, justamente, esto le facilitó el acercamiento con Andrés Manuel López Obrador.
Posterior a su caída en 1994, ambos personajes anduvieron errantes, hasta que fueron rescatados por el tabasqueño en el 2000, de ahí, Marcelo logró la jefatura de Gobierno de la CDMX en 2006, para reaparecer como titular de Relaciones Exteriores en 2018.
Sin embargo, son las situaciones extremas padecidas, las que demuestran que el aludido, no sabe moverse fuera del poder.
Con su primer mentor, ulteriormente al desatino del 94, fundó el Partido de Centro Democrático, que fue un fracaso absoluto. Cuando concluyó su administración en la capital del país, los errores legales le impidieron acceder a una curul bajo el amparo de Dante Delgado, por lo que tuvo que exiliarse, ante el acoso de Mancera y del gobierno de EPN.
No sobra recordarlo, AMLO le ‘comió el mandado’ en 2012 y, además, tampoco supo elegir a su ‘delfín’ en el 2006.
A todos estos traspiés, se suman los errores actuales, lo cual confirma que lo suyo es lo gerencial, no el arte de la política y, mucho menos, en circunstancias adversas.