Gonzalo García Ramírez
Me incluyo entre los mexicanos que no traemos nada contra la ex jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum. Ser una mujer con la trayectoria como la de ella es algo verdaderamente admirable. Inteligente, leal, capaz, talentosa y que se ha ganado un prestigio a su paso por los diferentes puestos de gobierno que ha ocupado. Sí merece ser candidata presidencial. Es la corcholata señalada como la favorita del presidente de la República Andrés Manuel López Obrador. Así como Marcelo, Adán Augusto y Ricardo Monreal, renunció a su cargo para darle más certeza al proceso en el que está inmersa la militancia de Morena para lanzar candidato presidencial. Es poca difundida la variable electoral, en que, por cuestiones de género, tal vez toque a ella ser candidata a la Presidencia. Como parte de una estrategia para competir en las urnas contra otra mujer (ya sea Beatriz Paredes o Xóchitl Gálvez), Claudia sería la abanderada de la alianza Morena-PVEM-PT. Sin embargo, tiene en contra la trayectoria de un político como Marcelo Ebrard, compañero, también, de mil batallas de López Obrador. Tiene en contra al representante de la nueva generación del animal político que se necesita para atemperar el mundo, en el siguiente periodo presidencial.
Mujeres como la astrónoma Julieta Fierro han hecho público su interés por pavimentarle el camino universitario para que, de ser nominada, la doctora Claudia Sheinbaum lleve de su lado a la comunidad ceuista. No en vano, ambas son ejemplos a seguir cuando de mujeres talentosas, capaces y universitarias se trata. Es de muchos conocido que el principal circulo de operación política de Claudia es encabezado por mujeres. Se percibe a un equipo claudista fuerte, compacto, muy unido y con una ruta muy clara para ganar, como cuando se alzó con la victoria a la jefatura de gobierno en el 2018. Está compuesto, en mayor medida, por mujeres nativas de la ciudad de México. Ahí radica su segunda desventaja, dado que Marcelo Ebrard también ha forjado una trayectoria a lo largo de más de 40 años, precisamente en la misma CDMX. Ambos han tejido alianzas y adversarios en esta enorme megalópolis. Es decir, si en una encuesta compitieran por el primer lugar una capitalina y un tabasqueño, seguro gana la de la ciudad de México, pero competir entre dos capitalinos, le lleva ventaja el que fue titular del GDF entre 2006 y 2012, años en que se consolidó el poder de la izquierda y años en que supieron gobernar a la altura de los requerimientos de un primer mundo.
Si se me permite mencionar una tercera desventaja para la ex jefa de Gobierno, es que la fuerza intrínsecamente fiel a la causa de Marcelo Ebrard está en la zona norte del país, estados en donde los seguidores de Claudia no tienen el peso y el raigambre que tienen los fieles seguidores del ex canciller. Si para estas fechas, el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, hace todo lo posible por mostrarse imparcial ante Claudia y Marcelo y ante los adeptos de ambos, no hay que pasar por alto que aún no se ha zanjado el exabrupto registrado por una cámara oculta el día en que se celebró la reunión del Consejo Político Nacional de Morena, en donde, ante los ojos de todos, Sheinbaum llamó la atención a un disciplinado Durazo. Ese 14 de julio quedará grabado al nivel de un video escándalo como los del 2004, que tanto daño hicieron a los seguidores del obradorismo.
Y ya que estamos hablando de la zona norte del país, en esa planicie está geográficamente ubicado el estado de Nuevo León, que hace frontera con la Unión Americana y aunque es gobernado por Movimiento Ciudadano, el electorado norteño se inclinará más por Marcelo que por Claudia. A la franja fronteriza le sigue el estado de Chihuahua, que a pesar de ser gobernador por la panista Marú Campos, los que acudan a votar (en la encuesta de Morena) en tierras chihuahuenses verían con mejores ojos al ex canciller, un político con más temple, carisma y agallas para negociar acuerdos con gobiernos emanados del panismo ancestral, que a la ex jefa de Gobierno que parece no poder ver ni en pintura a panistas como Jorge Romero o a Santiago Taboada o al menos a la delegada Sandra Cuevas. Si las ciudades de Mexicali, Tecate y Tijuana viven la gobernanza de mujeres de Morena, que habrían de apoyar a Claudia, ese contrapeso lo recupera Marcelo con todo lo que representa el movimiento naranja del estado de Jalisco (gobernado aún por Enrique Alfaro), su casi segunda casa, una casa llena de marcelistas.
Con ese capital político de Claudia y con ese arrastre del ex canciller, es que este miércoles 16 de agosto, Marcelo Ebrard dio un mensaje nacional a la militancia de Morena. El tema central del mismo fue protestar públicamente por los dados cargados a favor de Sheinbaum. Su paciencia y su mesura llegaron al limite cuando señaló que la cargada en favor de ella es simple y sencillamente un acarreo monumental. Ebrard, en ese mensaje directo y conciso, expresó lo que nadie se atreve a decir: que decenas o miles de funcionarios públicos (de los tres órdenes de gobierno) han sido aleccionados para, disimuladamente, votar en favor de Claudia.
Luego de cimbrar fuertemente al equipo de Claudia Sheinbaum y sabedor que eso iba a suceder, lo único claro fue lo siguiente: Ebrard Casaubón hará todo lo que esté a su alcance para ser candidato presidencial en 2024. Marcelo puso como fecha límite el 28 de agosto, para que cese ésta cargada en favor de Sheinbaum. Antes de dicho discurso, más de un analista político ha previsto que el ex titular de la SRE pudiera ser abanderado presidencial de MC, pero luego de lo expresado este miércoles 16, debemos ver como casi un hecho que el nombre de Marcelo aparecerá en las boletas en 2024, sea del partido que sea.
Es difícil imaginar que en dos semanas, la dirigencia nacional de Morena (esa comandada por Mario Delgado y por Citlalli Hernández) aplique un estate quiero a los promotores de Claudia. Y ahí es donde radica lo más grave para el partido del presidente: que surja una desbandada de la corriente marcelista, que de darse ésta, las votaciones presidenciales del próximo año se dividirán en tres (y ya no en dos, como está previsto) y al dividirse de tal manera, el partido político, para el periodo 2024-2030, que saldría perdiendo sería precisamente el del mismo Morena.
Hay dos ingredientes adicionales a lo antes expuesto: 1) en primer lugar, que en lo dicho por Marcelo (casi en cadena nacional o al menos en todas las redes sociales) hay un recordatorio que muy probablemente no será sopesado en su justa dimensión por las tribus morenistas: que en 2011 vimos a un Ebrard Casaubón disciplinado e institucional a la hora de reconocer que, a pesar de la poca diferencia, Andrés Manuel López Obrador salió en primer lugar en las encuestas que se realizaron para definir abanderado presidencial de la izquierda mexicana y 2) segundo, que si en verdad se le reconoce su experiencia, preparación, fortaleza y llamado a la unidad al interior del partido en el gobierno, Marcelo Ebrard merece aún más la candidatura a la Presidencia, dejando en segundo sitio a la ex jefa de gobierno.
El pasado priista de Marcelo, o el haber formado parte de gobiernos emanados del llamado viejo PRI, servirá para dos cosas: 1) para recordarnos que cualquier político como él, cuando se propone algo, lo logra y 2) servirá para recordarnos que como en cualquier competencia, si se está en ella sólo es por una razón: competir y ganar, que de no ser así, no tendría sentido apostar todo a la cita en las urnas. Una cita aún de pronóstico muy reservado, dado el ingrediente de la inseguridad lacerante en todo el territorio nacional.
La única diferencia entre Marcelo Ebrard y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, al igual que con López Obrador, es que ellos hicieron tres campañas presidenciales, de las cuales, el único que llegó a ese lugar sagrado, llamado la “silla presidencial”, fue el tabasqueño oriundo de Macuspana. La diferencia entre los tres, radica en que Ebrard Casaubón sólo competirá ahora o nunca, ante un electorado cada vez más politizado y radical, llamado a su cita en las votaciones del 2 de julio venidero.