José Luis Parra
No hay nada más perturbador que un thriller político-militar mal escrito, donde los personajes empiezan a morir antes del capítulo final. Y donde el asesino podría estar en el mismo bando que los muertos.
La trama: dos capitanes de la Secretaría de Marina han muerto en días consecutivos. Uno se suicidó en su oficina. El otro, Adrián Omar del Ángel Zúñiga, “murió” en un “ejercicio de tiro real”, horas después de haber sido mencionado en una columna periodística de esas que incomodan más que una auditoría en casa ajena.
El guion es tan malo que se vuelve bueno: silencios sospechosos, versiones oficiales recicladas, y cadáveres que se multiplican como si alguien temiera que hablen… o que ya lo estén haciendo.
Ya se cruzan apuestas, como si esto fuera una pelea de campeonato: ¿quién sigue? ¿Aparecerá el culpable en una escena final a lo Agatha Christie, con todos reunidos en la sala y un discurso revelador? ¿O será más bien un cierre al estilo El Padrino, con tiros, traiciones y silencios pesados como plomo?
Porque, digámoslo con todas sus letras: el narcoestado ya no es hipótesis, sino estructura. Y cuando los marinos, encargados de combatir el crimen, se convierten en protagonistas de su encubrimiento (o víctimas de su traición), la pregunta no es “qué sigue”, sino “quién sigue”.
La mafia se afilia
Mientras tanto, en la otra serie —una tragicomedia de nombre “La 4T”—, el número 13 se convirtió en el nuevo tótem. Trece millones de votos para la Elección Judicial. Trece millones de personas salieron de la pobreza. Y, casualmente, trece millones de afiliados a Morena.
¿Coincidencia? No, propaganda.
Porque si la cifra fuera real —y no solo una construcción digna de una agencia creativa bien pagada—, tendríamos no un partido político, sino una religión. Morena está en todo, y todo está en Morena.
A cuatro meses de que termine el año, el obradorismo presume músculo electoral mientras se desangra institucionalmente. Porque los comités seccionales, las afiliaciones exprés y las matemáticas alegres no compensan un pequeño detalle: la violencia y la corrupción siguen siendo las únicas políticas públicas que funcionan sin contratiempos.
La batalla en casa
En ese contexto, Luisa María Alcalde parece ser la encargada de armar el nuevo ejército político, mientras Andy López Beltrán, el hijo incómodo, se mantiene en la sombra. El equilibrio de poder dentro del partido empieza a tener más drama que una novela turca. Y como buena telenovela, hay ausentes, protagonistas que se quieren comer el guion, y un patriarca que sigue dando instrucciones desde el backstage.
Mientras Alcalde suma cifras alegres y planea cerrar el año con todos los comités instalados, también espera —no sin nervios— el nuevo libro de AMLO. El número 21. Porque sí, también escribe libros. Sobre la “grandeza cultural” de México. Pero tal vez —como todo en esta administración— ese libro diga más entre líneas que en las páginas.
¿Será su testamento político? ¿O simplemente una distracción más mientras su entorno político se desmorona con cada escándalo?
La mancha en el uniforme
Volvamos a la Marina. Volvamos al silencio.
Rafael Ojeda Durán, secretario del ramo, ha sido señalado por sus vínculos con el huachicol. Adán Augusto, por temas menos legales y más tabasqueños. Y la familia presidencial —esa que iba a ser distinta—, ya es parte del paisaje de las investigaciones, los contratos opacos y las explicaciones que nunca llegan.
Es una colección de cadáveres, de omisiones, de cuentas pendientes. Un thriller de cuarta, sí. Pero con efectos reales, sangre real, muertos reales.
Y, aun así, el guion se mantiene.
Epílogo sin justicia
¿Dónde termina esta historia?
Tal vez en una elección donde todos sonrían mientras huelen a pólvora. O en un nuevo escándalo militar. O en un libro que hable de cultura mientras se hunden las instituciones.
O tal vez —como ocurre en los peores relatos— no habrá final. Solo una continuidad silenciosa, donde los muertos se olvidan, los responsables se jubilan, y los afiliados se cuentan como si la cifra lo resolviera todo.
Bienvenidos al país donde los misterios no se resuelven… se administran.
Y, finalmente, una pregunta: ¿ Alguien se acuerda de la elección de los acordeones en el Poder Judicial?
No, como cortina de humo, nunca sería recomendable. Pero ya sabe usted, los genios de la estrategia sobre control de masas son únicos.