Vida y Memoria
Abraham Gorostieta
El sexenio que duró su gobierno al frente de Quintana Roo fue un sueño para Mario Villanueva. Aprendió el arte de ejercer el poder en los sexenios priistas absolutos. Mario Villanueva no se guardo ningún capricho y en seis años fue dueño y amo de un estado: Quintana Roo.
Mario Villanueva fue un cacique. El gran cacique irrepetible de Quintana Roo. Roberto Borge trató de imitarlo pero ignorante, Borge no supo que en la vida como en el país, los contextos importan demasiado.
Durante su sexenio, Villanueva cobró por todo, pedía una comisión por cualquier negocio que se quisiera instalar o hacerse en su estado. Hoteleros, restauranteros, sindicatos, todo, incluso, hasta pasar una tonelada de cocaína, don Mario pedía su mochada. El periodista Jorge Fernández Menéndez publicó muchas veces en su columna de los negocios chuecos de Mario Villanueva.
El periodista llegó a afirmar que el mandatario lavaba dinero del narcotráfico, que se reunía con capos y que los protegía y hacía negocios con ellos en distintos rubros. “Construyó equipos de seguridad que respondían al propio Villanueva y que cometieron innumerables crímenes siguiendo sus órdenes”, escribió el columnista. Años más tarde frente a un juez en Estados Unidos, el propio Mario Villanueva se declaraba culpable ante la Corte Americana el 2 de agosto de 2012. Así lo reconoció: “De 1993 al año 2001 participé en una conspiración para organizar transacciones financieras, sabiendo que se trataba del producto de una actividad ilícita, para ocultar el carácter y el origen de ese producto”, declaró ante el juez de la causa Víctor Marrero.
Y es que Mario Villanueva era uno de esos políticos priistas que se formó desde los sótanos del poder como muchos de los líderes naturales que constituían las llamadas “fuerzas vivas” del PRI.
La infancia de Villanueva estuvo marcada por las carencias y la pobreza. Vivió en uno de los barrios más pobres de Chetumal conocido como “Las Casitas”. Desde toda la vida su físico ha sido delgado, de baja estatura siempre fue entrón para todo. Para la chamba y para el los golpes. Su padre Ernesto Villanueva Martínez era un hombre de mal carácter y severo, sin embargo, en mayo de este año a través de una carta, Mario Villanueva salió a la defensa del honor de su padre y negó que fuera un bebedor o mujeriego. También negó que su padre haya sido asesinado.
Desde muy joven Mario Villanueva fue conocido en los barrios bajos porque era un tipo de agallas. No medía el peligro. A la menor provocación se agarraba a los golpes y casi siempre salía airoso. Incluso cuando cayó en desgracia unos músicos del pueblo le compusieron un corrido donde narraban sus épicas batallas, como aquella donde un día en medio de una borrachera se agarró a golpes con 18 policías.
Ese era el Mario Villanueva, un político entrón que no le temía a nada ni a nadie. De organizar pequeños comités en las colonias que se iban fundando en los alrededores del viejo Chetumal a mediados de los setentas, pasó a la filas del PRI como un incipiente político sin imaginar siquiera que algún día llegaría a gobernar el estado de Quintana Roo.
*****
Mario Villanueva hizo muchos negocios, muchos en verdad, desde una panadería en el centro de Chetumal hasta la venta de ganado, de la noche a la mañana le crecieron tantas propiedades como a un nopal, casas por todo el estado, 65 fincas en total y cuatro ranchos: El Frutrillo, Ubre Blanca, Cenotillo y El Mostrenco. Restaurantes de comida deliciosa como el Calderitas, o algunos en el malecón de Chetumal que él mismo mando a reconstruir. Tejió una sociedad con Johnny Nicolás Barudy Estefano, en ese entonces distribuidor de la Cervecería Corona y Coca Cola; con Mario Rendón Monforte, concesionario de la cervecería Superior y dueño de un restaurante de Bacalar, se hizo de la propiedad de poco más de 120 placas de taxis del Sindicato Andrés Quintana Roo, fue dueño de una casa de cambio en Cancún, de una empresa de seguridad, de la empresa de compra venta de bienes raíces Arvrica y accionista de dos equipos de béisbol.
Durante su corta etapa como prófugo de la justicia, tuvo sociedad con políticos de Costa Rica y Panamá, con quienes incluso produjeron ganado de alta calidad. Se fue a Chile y de allí a Buenos Aires. En la capital argentina, compró un departamento en el barrio de Recoleta, y una estancia a un conocido excorredor de automóviles y se metió al mundo del espectáculo y la política. Financió, incluso, parte de la campaña electoral de Enrique Duhalde y el excantante Palito Ortega.
Quienes lo conocen de cerca dicen que Mario Villanueva como enemigo era temible e implacable pero con sus fieles era generoso y hasta bondadoso.
Y generoso y bondadoso fue con ciertos periodistas y con muchos dueños de periódicos. Como gobernador Villanueva gastaba cantidades millonarias en publicidad para glorificar su imagen. Planas y planas enteras dedicadas al señor gobernador. Ríos de tinta para elogiarlo. Los periodistas de Quintana Roo recibían una cuota por los favores mediáticos. Para la Prensa, Mario era en ese entonces simpático, sin defectos, el prohombre que se daba el lujo de utilizar los aviones del gobierno para sus fiestas. Solía viajar a Estados Unidos y regresar con un par de las vaqueritas de Dallas o con despampanantes escorts, rubias y esbeltas a las que agasajaba como reinas por todo el Caribe mexicano.
Durante su gubernatura decenas de mujeres cubanas llegaron a Quintana Roo, tantas que se contaban por cientos.
El periodista Carlos Ramírez en su muy leída columna Indicador Político desde 1999 publicaba sobre los turbios negocios del gobernador en ese entonces: el tráfico de personas, sobre todo de cubanos. El periodista escribió que Amado Carrillo Fuentes se asoció con Villanueva y juntos trazaron rutas que pasaban por Cuba que fueron usadas tanto para el tráfico de mujeres como de migrantes.
Y es que el gobernador Mario Villanueva era considerado como el enlace de México con Cuba. Sin embargo, Villanueva quiso ir más lejos, cuenta Carlos Ramírez: “Villanueva organizaba el tráfico de cubanos a México en los 90 en sociedad con Roberto Robaina, quien era canciller del régimen castrista en ese entonces. Tiempo después, Robaina cayó de la gracia del comandante Fidel Castro porque convirtió ese contrabando en un negocio personal, pero la ruta establecida continuó dando frutos por varios años más”.
El comandante Castro ya había tenido una experiencia anterior parecida a la de Robaina y Villanueva, la del general Arnaldo Ochoa y los hermanos La Guardia, fusilados bajo cargos de haber traicionado a la Revolución Cubana. La diferencia era que ellos -y otros altos cargos de la élite castrista- formaban parte de la red de tráfico de drogas en Cuba.
El día que lo atraparon después de permanecer dos años prófugo de la justicia y de no presentarse a la entrega de poderes a su sucesor, Joaquín Hendricks, Mario Villanueva se transportaba a bordo de una camioneta de un ex policía judicial, Manuel Chan Rejón.
El día que lo detuvieron, el 24 de mayo de 2001, una caravana indeterminada de autos y miles de simpatizantes protestaron por las principales calles de Chetumal exigiendo su liberación.
La prensa que tanto vivió de él y tantas fiestas disfrutó junto a él, los columnistas que un día lo elevaron a los altares como un héroe de repente, tras su arresto, lo convirtieron en un monstruo. Ningún periodista derramó una lágrima cuando cayó en desgracia.
Mario Villanueva cometió muchos errores, uno de ellos, sentirse dueño de un estado.
Su falta de experiencia política lo llevó a una confrontación con el presidente Ernesto Zedillo. “En mi estado mando yo”, decía Villanueva para dejar en claro que en Quintana Roo no se podía mover la hoja de un árbol sin su consentimiento.
Caro, muy caro pagó por las ofensas al Presidente. Villanueva fue muy cercano a Raúl Salinas de Gortari quien influyó de manera decidida para que su hermano el presidente Carlos Salinas de Gortari lo impusiera como el candidato del PRI a la gubernatura, de lo demás Mario Villanueva se encargaría. Con una enorme popularidad a cuestas fue el gobernador que con mayores niveles de votos arribó al poder. Mucha gente del pueblo veía a Mario Villanueva como un Robin Hood caribeño.
*****
Mario Villanueva nunca fue del agrado de Ernesto Zedillo quien siempre lo vio con malos ojos.
Mario Villanueva trataba de caerle bien al presidente, en verdad se esforzaba y conociendo el gusto de Ernesto por descansar en Cancún, por el ciclismo y por salir a correr por las mañanas, Villanueva mando a construir la ciclovía junto a la avenida principal de la zona hotelera de tal forma que el presidente Zedillo pudiera recorrerla en bicicleta o corriendo. Sin embargo, Ernesto Zedillo ya había dado una orden para que se siguiera todas las veces que fue a descansar a Cancún: Bajo ningún motivo quería ver a Mario Villanueva ni recibirlo.
¿Por qué esa animadversión del presidente por el ingeniero agrónomo? Mario Villanueva se había ido a estudiar a Ciudad Juárez la carrera de agronomía en la Universidad Autónoma de Chihuahua. A su regreso a Quintana Roo se acercó a los caudillos locales hasta que llegó a ocupar un puesto en el Programa Nacional de Solidaridad que había lanzado Carlos Salinas de Gortari junto con Carlos Rojas y Luis Donaldo Colosio. Esto le dio el suficiente empuje para hacer diferentes negocios en Cancún junto con diferentes empresarios y políticos, pero sobre todo, con don Luis Yañez, cuñado del presidente Salinas de Gortari. Fue así que Mario Villanueva se logró colar a la familia presidencial e hizo gran amistad con Raúl y Adriana Salinas. En poco tiempo acumuló suficiente poder para desplazar a los grupos y dirigentes políticos locales que no se subordinaban a sus órdenes.
Como gobernador ese talante autoritario creció más. Hizo expulsar a muchos políticos de su estado, a delegados de dependencias federales les decía qué hacer y con quién. A quiénes contratar y por cuánto. Quiénes seguían sus órdenes gozaban de su amistad y hasta de su generosidad, a quienes se oponían les llegaban amenazas de muerte y tenían que salir huyendo del estado.
Nunca tuvo un grupo político.
Descobijado de la figura presidencial encontró asilo bajo la figura de Manuel Bartlett y Roberto Madrazo, y tiro por viaje iba a comer y a platicar con su padrino político, Víctor Cervera Pacheco.
Se hizo querer por la gente, repartía dinero entre los reporteros, meseros, taxistas. Ayudaba a la gente con trámites, actas, pagos prediales. Invitaba a gente a Cancún, mucho de lo que es ahora Quintana Roo se le debe a él. Tenía buen ojo para ver proyectada esta tierra como uno de los polos turísticos más fructíferos del planeta. Construyó malecones, carreteras, escuelas, estaciones de bomberos, pavimento calles, atrajo inversionistas para que le metieran dinero a este estado y claro, extraer un porcentaje de ello.
El gobierno de Zedillo lo toleraba. Pero siempre a la distancia lo observó. Villanueva, dueño del carisma que conquistaba gentes y corazones. Villanueva, el cacique de extraños manejos financieros. Villanueva el que se le veía públicamente con muy malas compañías. Villanueva, el todopoderoso señor de Quintana Roo que removía a quien no le fuera leal o funcional, un cacique a la vieja usanza del PRI. En su gobierno realizó 47 cambios en su gabinete, nombrando a sus allegados, familiares y compadres en todo puesto público que hubiera: procuradores, secretarios, secretarios particulares, senadores, diputados. Tuvo siete presidentes estatales del PRI a su modo y capricho. Movió, quitó, cambió, expulsó, encarceló a sus adversarios políticos, incluso muchos que se creían sus amigos.
Pero el servicio de inteligencia de México ya lo tenía en la mira. El CISEN ya había entregado la ficha de Mario Villanueva a Ernesto Zedillo y con ello la suerte del gobernador estaba echada.
El 25 de noviembre de 1998 el New York Times informaba que el gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva era investigado en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico, e incluso proporcionó el nombre con el que sería conocido por esas operaciones: “El Chueco”.
A partir de entonces el gobierno de Zedillo “sello” la Península de Yucatán, comenzaron las operaciones para incautar las propiedades a los cárteles de droga y la violencia comenzó a ser parte de la vida de Quintana Roo.
*****
En abril de 1999 la Procuraduría General de la República lo puso bajo su lupa. Por órdenes del procurador general Jorge Madrazo Cuéllar, el encargado de llevar a cabo las investigaciones fue el Subprocurador Mariano Herrán Salvatti, llamado el “Zar antidrogas” era el responsable de combatir a la delincuencia organizada. Herrán Salvatti interrogó varias veces en el Palacio de Gobierno de Chetumal a Mario Villanueva y fue el propio Mariano Herrán Salvatti el encargado de fincarle los delitos por lo que Villanueva fue puesto en prisión. Fue y es acusado de los delitos de delincuencia organizada, asociación delictuosa e intimidación y lavado de dinero. Actualmente enfrenta una sentencia por el proceso penal 101/2003.
Desde su arresto, Mario Villanueva no tuvo ningún amigo más. Los periódicos no lo volvieron a ensalzar y si ocupaba planas enteras era con su ropa de preso. Ni siquiera el periódico Por Esto! de Mario Renato Menéndez por el que tanto hizo Villanueva.
Cuenta el periodista Jorge Fernández Menéndez en su libro “El otro poder” del extraño pleito de ese diario con el exbanquero Roberto Hernández, en ese entonces director del grupo Banamex-Accival. Villanueva con el fin de ayudar a Mario Renato escribe una carta de su puño y letra a Roberto Hernández:
“Roberto: Anoche estuve con el licenciado Chuayffet (En ese entonces secretario de Gobernación). Me entere que te has quejado ante al presidente, acusándome de ser el autor de la campaña que Mario Renato con el periódico Por Esto! trae contra ti.
“En enero de 1995 Mario Renato me hizo lo mismo. La alternativa era acabar con él o negociar. Soy gente de conciliación y preferí un mal arreglo en bien de mi tranquilidad como gobernador y mi prestigio personal.
“En tu caso hablé con Mario Renato para conocer el origen de su encono. Te busque enseguida. Me informaron que estabas en Europa y hablé con tu director de relaciones. Le hice ver que la campaña tiene un fin: dinero. Mario Renato se queja de que, en cuatro años, Banamex no le dio publicidad. Nunca les dije a tu gente que les diera tres millones de pesos. Les dije que te informaran y que estaba en la mejor disposición de apoyarte por mi actual relación con Mario.
“Esta es la parte de la aclaración; deberías sentarte a hablar conmigo. Sí decides, por el contrario, continuar con tu actitud, es asunto tuyo y te reitero, sin fundamento. Creo que me debes una disculpa”.
Firma Mario Villanueva.
Por supuesto que Roberto Hernández no se sentó a hablar con Mario Villanueva ni la campaña de desprestigio paro en el periódico Por Esto!, que tenía un adeudo de 11 millones de pesos con la papelera Pipsa, la cual se negaba continuar surtiendo de papel al diario. El gobernador Villanueva hizo importar papel desde Panamá para regalárselo a su amigo Mario Renato y de paso continuar con los negocios en ese país con el vicepresidente Felipe Alejandro Virzi.
A Mario Villanueva nunca le gustó la crítica. El columnista especializado en temas de seguridad nacional y delincuencia organizada, Jorge Fernández Menéndez cuenta una anécdota que retrata de cuerpo entero a Mario Villanueva Madrid. “Alguna vez recibí una corona mortuoria en la que entonces era mi casa. El remitente no era en absoluto anónimo: la envió el gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva Madrid, luego de que publicara una extensa investigación sobre el funcionamiento del narcotráfico y otras ramas del crimen organizado en su estado. Llevaba la corona una tarjeta que decía, ‘siempre te leo, Mario’”.
En un intento desesperado y ya en el ocaso de su poder, Mario Villanueva decide visitar al columnista en su oficina, Fernández Menéndez cuenta: “Llegó Villanueva ensombrecido, apagado, con un tono de voz tenue y se sentó frente a mi escritorio. Recuerdo que enrollaba con sus dedos su corbata mientras me decía que todo lo que yo había publicado en los últimos años sobre él, era verdad, que había recibido dinero, que había ayudado a que ingresaran personas de Cuba, por Cancún, y varios otros temas, pero que él no era narcotraficante”.
La de Mario Villanueva es una historia de encuentros y desencuentros con el destino. Pero para contar eso y más queda mucha Vida y memoria por delante.