La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
En el evangelio según Chico Che, no fue una serpiente, fue un peje
Nos indica la RAE, que una de las acepciones de augusto significa: “que infunde o merece gran respeto por su majestad y excelencia”.
En este sentido, justamente, con la gira por algunas entidades, en la que decidió convertirse en porrista de la revocación de mandato, el titular de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, perdió el respeto que infundía como interlocutor válido, lo tiró por la borda.
Como el Adán bíblico (en versión tropical, but of course), el tabasqueño decidió morder la manzana prohibida y haciendo uso de recursos públicos, incluido un avión de la Guardia Nacional, se travistió en líder partidista y a son de arengas, envuelto en la bandera de la 4T, ensalzó a YSQ y arremetió contra el INE.
Sabedor de que ley impide a funcionarios públicos, la promoción del ejercicio revocatorio, al encargado de la política interna le valió sorbete y, al grito de más vale pedir perdón que pedir permiso, se fue de animador de mítines de MORENA en Yucatán, Campeche, Guanajuato, Coahuila y Sonora.
Lo peor del asunto, es que a pesar de que sus alocuciones y traslados en el jet policial fueron documentados en foto y video, el otrora notario público se negó a dar fe de los hechos, como si fueran ‘canas al aire’, lo negó todo.
Más allá que, dentro de algunos meses los órganos jurisdiccionales emitan sentencia contra don Adán (con la misma ‘celeridad’ que en el caso de la maestra Delfina), el inquilino del Palacio de Covián se auto degradó como facilitador del diálogo político nacional, cambió su posición de garante de la gobernanza, para armarse de sendas matracas, ni hablar.
Entendemos que, como en aquellos tiempos del PRI-gobierno, no pasará nada, será cuestión de aguantar vara con el bombardeo mediático y, después, a seguir comiendo moras, ese tentador fruto que da un árbol, ubicado en el centro del jardín, llamado moral.