CIUDAD DE MÉXICO.- A pesar de ser sabrosos y, en algunos casos, parecer reconfortantes, los productos ultraprocesados con alto contenido de grasas, sodio y azúcares, consumidos en exceso, podrían estar allanando el camino a mayor estrés y ansiedad y por ello, afectar la salud mental.
Lo anterior, lo advierte la investigación consultada por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO) en la que especialistas observaron que en el reciente contexto de la pandemia por Covid-19, las personas que aumentaron su ingesta de postres, galletas, tartas, brownies, rosquillas, helados, papas fritas, así como alimentos de restaurantes de comida rápida como McDonald’s, Burger King y Domino’s, alteraron sus rasgos cognitivos y de apetito, circunstancia que terminó por impactar perjudicialmente en su estado de ánimo.
Por otra parte, un estudio llevado a cabo en Estados Unidos y publicado en el Journal of Medicinal Food revela la conexión primordial entre el intestino y el cerebro, la cual radica en la capacidad del primero para producir, a partir de una microbiota sana, neurotransmisores como son la dopamima y serotonina, los cuales influyen en el estado de ánimo.
Bajo esa lógica, refieren los expertos, tener una nutrición balanceada con base en alimentos naturales como son frutas, vegetales, pescado, huevos, nueces, semillas, frijoles, legumbres y fermentados como el yogur, mejora la calidad de microbiota en el intestino y con ello la salud mental, circunstancia que se revierte cuando los excesos de grasas, sodio y azúcares alteran dichos componentes bacterianos.
Las investigaciones en la materia son recientes, siendo una de las pioneras la hecha en Australia y Nueva Zelanda de un ensayo denominado “Smiles”, de 2017, cuando especialistas dividieron en dos a un grupo de personas que padecían depresión clínica y que refirieron mantener una dieta mediterránea, es decir, consumían alimentos azucarados, carnes procesadas, bocadillos salados, y muy poca fibra, proteínas magras, o frutas y vegetales.
Al primer grupo se les brindó una atención rutinaria en términos psicológicos y farmacológicos, mientras que al otro —además de esos dos aspectos— se les asignó un especialista en nutrición que les diseñó una dieta en donde de reemplazaron los pastelillos, dulces y comida rápida por alimentos integrales como nueces, frijoles frutas y legumbres. Se les alejó de los cereales dulces en el desayuno que cambiaron por avena y dejaron de comer embutidos.
Entre los resultados observados, destaca que, si bien ambos grupos tuvieron una mejoría por la oportuna atención, el grupo que acató la dieta redujo de forma sobresaliente sus niveles de estrés y ansiedad frente a quienes no modificaron su forma de comer.
En el campo conocido como psiquiatría nutricional destaca otro estudio, en donde se revela el vínculo entre los trastornos depresivos graves y la ingesta insuficiente de ácidos grasos omega-3, fundamental en el cuidado y desarrollo del sistema nervioso central.
Y es que, a pesar de que la depresión es una condición extremadamente compleja y heterogénea se logró identificar una correlación entre el consumo de pescados y mariscos (fuentes de omega-3) con la protección contra la depresión posparto, el trastorno bipolar y el trastorno afectivo estacional, pues en los países de mayor ingesta de éstos la ideación suicida es, incluso, muy baja.
Entre otras fuentes originales de Omega-3 destacan los aceites de linaza, cáñamo, canola y nuez son, en general, fuentes ricas del omega-3 original.
Cabe destacar que, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), a nivel global, la depresión se ubica como la principal causa de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad, afectando más a la mujer que al hombre.
AM.MX/fm
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