El Ágora
Octavio Campos Ortiz
La función primigenia de todo Estado moderno es dar seguridad a los ciudadanos, garantizar su vida y proteger su patrimonio. Por ello, en la próxima administración se debe proporcionar márgenes razonables de seguridad pública a los mexicanos para que deje de ser asignatura pendiente del gobierno.
La estrategia de seguridad tiene que basarse en la prevención del delito, lo cual reducirá la incidencia delictiva significativamente y permitirá a los ministerios públicos, con menos carga de trabajo, integrar mejor las carpetas de investigación y, ahora sí, reducir la impunidad en un país donde ésta es del 96 por ciento, es decir, de cada cien ilícitos denunciados solo se investigan cuatro y se consignan menos. Los delitos del fuero común son lo que hay que combatir, ya que los injustos penales federales solo representan el cinco por ciento del universo delictivo.
Lo importante para garantizar la paz y la tranquilidad social es que no se cometan conductas punibles, por ello es fundamental el papel de las policías preventivas, pero esos guardianes del orden requieren de presupuestos importantes que garanticen salarios dignos, capacitación, armamento y patrullas; sin embargo, lo más importante es que se necesita de una gran inversión en sistemas de inteligencia para la prevención, programas informáticos, de inteligencia artificial y cámaras de alta definición.
Parece verdad de Perogrullo o una utopía, pero gran parte del éxito que logró el secretario de Seguridad Ciudadana de la CDMX y próximo titular de Seguridad a nivel federal fue la tecnología para recrear en tiempo real la huida de los delincuentes; por su formación profesional es partidario de los servicios de inteligencia, práctica que debe replicarse en las policías preventivas estatales y municipales.
Tal vez para el presupuesto de 2025, que ya está comprometido, no se puede avanzar mucho en la reestructuración de los cuerpos policiales, pero para el 2026 se puede avanzar mucho en salarios, capacitación e inteligencia para la prevención, más que en patrullas o armamento. Los agentes del orden deben ser más proactivos que reactivos.
Duro reto será devolver al país la paz, la tranquilidad social y márgenes razonables de seguridad -el delito no puede desaparecer porque es una conducta consustancial al ser humano-, pero se puede avanzar hacia una mayor gobernanza y vigencia del Estado de Derecho si se inhibe el delito.
La mayoría de los uniformados en el país no son malos elementos, dan pobres resultados por la falta de apoyo de los mandos y la carencia de herramientas de trabajo, ausencia de capacitación y bajos salarios, lo que posibilita su reclutamiento por el crimen organizado. También es cuestión de valores, no todos los policías por tener bajos salarios se dejan cooptar por los mañosos, ni todos los agentes se dejan sobornar por el ciudadano de la calle. Para que se dé la corrupción se requiere también de la deshonestidad de la sociedad.
La verdadera connivencia entre servidores públicos y la delincuencia organizada se da entre los mandos. Por eso es urgente realizar una reingeniería en todos los cuerpos policiales del país. Con voluntad política se puede lograr. No pueden darse más casos de detención de cuatro directores de seguridad pública de sendos municipios coludidos con grupos criminales e involucrados en la desaparición de otro jefe policiaco y uno más prófugo.
Quienes debieran ser responsables de la seguridad ciudadana de Aculco, Coatepec Harinas, Tlatlaya y Acambay están coludidos con células criminales e involucrados en la desaparición del director de seguridad de Temascalcingo, quien también estaba en malos pasos.
Como ellos, debe haber otros mandos al servicio de las mafias, lo que demuestra que los exámenes de control de confianza no garantizan la honorabilidad y perfil para puestos de estructura. Salarios dignos y capacitación permanente pueden desalentar la incursión de policías en las filas de las bandas.
Porque no solo es el narcotráfico el mal que aqueja a nuestra sociedad y corrompe policías, son los extorsionadores, los que cobran derecho de piso y que asolan a comerciantes, los que intervienen en la política e imponen candidatos y jefes policiacos.
La reingeniería de las estructuras del orden debe atender desde la vocación de servicio -desechar aspirantes que quieren ser policías porque no tienen estudios o no encontraron otro trabajo-, crear una mística de la función policial, capacitar no en seis meses, sino planes de estudios anuales, impartir cursos sobre tecnologías de la información y ciberseguridad, técnicas policiales para la detención y sometimiento, uso proporcional de la fuerza e inteligencia para la prevención.
Las estrategias preventivas ayudarán a evitar que se cometan los delitos que más afectan a la ciudadanía como es el robo a transeúntes, los asaltos en cajeros, el secuestro exprés, el asalto en el transporte público.
Si resuelven esos temas y en el ámbito de la procuración de justicia se detienen criminales y se evita la puerta giratoria con carpetas de investigación bien integradas resolverán el problema de la angustiante inseguridad que se vive en todo el territorio nacional.
Tienen que cumplir con la función primigenia del Estado, garantizar la seguridad, y desterrar la connivencia de los jefes policiacos con el crimen organizado.