* La mano que mece la cuna hace mutis en el escenario político, para ceder su lugar de preeminencia a ese personaje bíblico confiado en su autosuficiencia, aunque pierda el futuro
Gregorio Ortega Molina
Ahora entendemos una de las posibles razones determinantes en el destino de Luis Donaldo Colosio: estaba hasta el gorro de la disciplina que colindaba con la humillación.
Si la apreciación anterior es aceptada y asumida en su verdadera dimensión, puede deducirse que el PRI no desaparecerá por reales o supuestas derrotas electorales -es más, puede conservar el poder en 2018 con su piso del 30 por ciento del sufragio-, sino porque hará implosión, pues hace ya algunos lustros que perdió la brújula ideológica y el instinto de conservación, para transformarse en una maquinaria electorera que va en contrasentido del proyecto político que le dio vida.
Ernesto Zedillo Ponce de León, acusado de ser un tecnócrata fallido, supo tejer de manera impecable el silencio de Rodolfo Echeverría Ruiz y la llegada de José Antonio González Fernández a la presidencia del CEN de ese partido para una difícil tarea: conservar la unidad en la contienda interna, que a nadie dejó contento, pero condujo al cumplimiento de los acuerdos poselectorales de 1988, para que llegara la alternancia.
El PRI supo huir de la endogamia que, en asuntos de poder, transforma en deformes seres humanos a quienes lo detentan, como ocurrió con los Habsburgo. Fue, siempre, un partido incluyente. Después se impuso la anécdota de la mano que mece la cuna, y desde algún ático alguien dictaba instrucciones, tan dispares a veces, que provocaron rebeliones como la que produjo el resultado electoral de 1988, cuyas consecuencias en la transformación del quehacer político y en el recambio del proyecto de nación, ahora percibimos y padecemos con absoluta claridad.
El grupo Atlacomulco, consciente de que el poder no es una Gracia divina ni se concede, sino que se obtiene o se arrebata, preparó con precisión el asedio y la toma del PRI, sin preocuparse siquiera por el significado de la pérdida de algunas gubernaturas, que no son sólo poder político y fuente de recaudación fiscal (o de otra), sino que significan un fundo de sufragios que puede, o no, determinar una elección presidencial.
La llegada de Enrique Ochoa Reza a la presidencia del CEN del PRI es un intento burdo de regresar a los orígenes callistas, se comprende como el propósito de un nuevo Génesis, pero pueden llevarse una sorpresa y tarde, muy tarde, darse cuenta que hizo mutis del escenario la mano que mece la cuna, para ser sustituida por la mano de Onán, en ese misterio que hace a los hombres, particularmente a los hombres, creerse autosuficientes aunque pierdan la posibilidad de dejar el mundo sin herencia genética.