Dicen bien. Que el primer año de las administraciones públicas sirve a sus titulares para nombrar como colaboradores a aquellos con quienes se adquirió un compromiso. Pasado el primer año, el compromiso está cubierto y viene entonces el nombramiento de quien en verdad es un colaborador.
En la nómina del gabinete peñista hay varios casos, pero desde la semana anterior destacó el de la señora Mercedes Juan López, titular de la cartera de Salud.
El compromiso que el señor Peña Nieto haya adquirido con el cacicazgo de la Fundación Mexicana para la Salud –léase Guillermo Soberón— ya está más que cubierto.
Peor aún cuando este organismo para-gubernamental, al que se conoce por su acrónimo Funsalud, ha conseguido imponer como titulares a cuando menos cinco de los últimos ocupantes del edificio de Lieja, en la capital nacional: Soberón, claro, pero también Jesús Kumate, Juan Ramón de la Fuente, Julio Frenk y ahora la señora Juan Lópéz.
¿Y qué ha pasado en estos largos años de égida de Funsalud? Pues que se han consolidado cuando menos tres tendencias: la paulatina privatización de los servicios de salud, un enfoque administrativo en lugar de uno médico y el reciclamiento de programas con ya más de 25 años de edad y que hasta ahora han sido ineficientes, de acuerdo al experto en la materia Gustavo Leal Fernández, investigador de la UAM.
Ahora mismo, Mercedes Juan sólo replica todo aquello en lo que sus antecesores han fracasado estrepitosamente: Seguro Popular –al que ella niega recursos, tal vez pensando en un nuevo instrumento de afiliación electorera–, caravanas de salud, campañas de vacunación…
Respecto a ese cacicazgo de Funsalud, Leal Fernández ha dicho, incluso, que “es apenas un relevo de élites tecnócratas bajo el mando de un gobierno ineficaz”.
Con Mercedes Juan, empero, se equivocó Funsalud. Ni siquiera sirve a los no pocos intereses económicos que se mueven en la adquisición de insumos con valores millonarios que se mueven en el sector y de los que anteriormente han sido partícipes y beneficiarios los integrantes de la Fundación.
El tiempo de doña Mercedes en el gabinete presidencial, así las cosas, ya se agotó.
NO ESCRIBEN, NO LEEN
Ya le he comentado aquí que la señora Juan López ha sido becaria de empresas como Nestlé y PepsiCo –nada curiosamente patrocinadoras de la llamada Cruzada contra el Hambre–, pero no seguramente en materias económicas… o de demagogia oficial.
Se vio la semana anterior cuando, en un discurso para inaugurar una reunión de la Campaña Mundial de Prevención de la Violencia, impulsada por la Organización Mundial de la Salud, informó que cada año la violencia le cuesta a México “entre ocho y 15 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB)” debido a daños materiales, pérdida de productividad, atención médica, rehabilitación por discapacidades, servicios de seguridad y desinversiones…
La cantidad es multimillonaria. Brutal. Pero, ojo, no es la oficial. No es la que reconoció la fallida Administración de Felipe Calderón ni la que acepta el todavía novato gobierno peñista.
Lo dijo ella misma en su disculpa “por equivocarse” en el costo de la violencia.
Que, dijo, para la elaboración de su discurso se basó en datos del Banco Mundial y de la Organización Mundial de la Salud, y no en los del INEGI que son “las oficiales”: apenas un poco arriba de 1 punto del PIB.
Y además, que ya había puesto de patitas en la calle a quien le elaboró el discurso.
Nos deja con la duda la señora Juan. ¿Cuáles son las cifras reales, no las oficiales? ¿Las del Banco Mundial y la OMS? ¿Las del INEGI?
Cada vez es más frecuente esta situación con los discursos. Bien que por sus múltiples tareas la élite burocrática no los escriba pero, cuando menos, deberían leerlos previo a pronunciarlos. El caso del propio Presidente Enrique Peña Nieto es ejemplificativo.
También en un acto de salud –el Día del Médico– no pudo pronunciar la palabra epidemiólogo, lo que causó hilaridad. Pero, tras las risas, vino lo preocupante: “Me encontré un trabalenguas”, dijo el señor Peña quien, así, confesó que hasta ese momento leía en el telepromper lo que alguien más le había escrito. Y obvio, ni siquiera lo leyó antes. De haberlo hecho, seguro, hubiese tachado lo que él llamó “trabalenguas”.
Mercedes Juan es el otro caso. Dio por buenas las cifras que “le pusieron” en el texto y las leyó.
¿Todavía tiene compromiso el señor Peña con Funsalud?
De no ser así, habrá que ir buscando el relevo de doña Mercedes.
Y a lo mejor ya está listo, despachando todavía en la cabeza del Seguro Popular… otro invento de Soberón que le “compró” Vicente Fox.
Anote usted el nombre: Gabriel Jaime O’Shea Cuevas, quien fuera titular de Salud en el gobierno de Peña Nieto en el Estado de México.
Otro mexiquense al gabinete, pues.
Índice Flamígero: Epidemia tercermundista de cólera en Hidalgo y en el Estado de México… negligencia en hospitales públicos de Oaxaca, Sonora y Puebla, donde las mujeres tienen que parir en jardines o antesalas y los indigentes mueren a las puertas del nosocomio… retención de recursos económicos al Seguro Popular… “equivocación” en los costos económicos de la violencia… sume usted los “aciertos” de la gestión de Juan López. Por menos de eso, en una democracia avanzada o de verdad, ya hubiese sido regresada a su cubículo en Funsalud.