Joel Hernández Santiago
Como en los casos del misterioso “Monje loco” –el de a deveras, el que actuaba Salvador Carrasco desde 1937 en la XEW de entonces–: “Nadie sabe, nadie supo, nadie sabrá la verdad sobre el pavoroso caso de…”. Así terminará por ocurrir con las razones y quienes intervinieron para que ocurriera la tragedia del lunes 3 de mayo en la línea 12 del metro de la capital de México.
Y como en muchos otros casos, al momento la respuestas de gobierno son vagas, elusivas y hasta mentirosas; todo para terminar por decir que ‘se ha contratado a una empresa extranjera que hará los peritajes pertinentes y así dilucidar lo que pasó y responsabilidades’. Hasta ahí; y ya desde ahora se presagia que ese resultado tardará días, meses, años en conocerse, en tanto ocurren las elecciones, en tanto se fraguan carreras políticas y se fortalecen figuras públicas de gobierno.
Para empezar desde Palacio Nacional ya se mandaron las coordenadas desde el momento en el que se deslizan protecciones tanto a la actual jefa de gobierno capitalino, Clara Sheinbaum, quien tiene dos años y medio en el cargo, así como al Canciller Marcelo Ebrard, quien fue el artífice de esa Línea 12 del metro durante su gestión como jefe de Gobierno del Distrito Federal de 2006 a 2012, quien contrato a las empresas que llevarían a cabo la obra y a quienes proveerían del equipo necesario. Se terminó la obra y “se entregó a la siguiente administración a su plena satisfacción”.
Aunque esa plena satisfacción concluyó pronto porque en 2013 comenzaron los problemas y a saltar por aquí o por allá las deficiencias estructurales y de operación de la famosa “línea maldita” como ya se le llama. Comenzó el jaleo. Las vías dieron muestras de que no estaban diseñadas para las ruedas que usaban los vagones y había riesgos mortales… y más.
Se suspendió la operación de esa Línea 12 por meses para revisión y arreglo. Así que si bien ésta costaría 17 mil 500 millones de pesos, terminó por costar –en ese 2012-Ebrard- 26 mil millones; y a esto habría que sumarle los costos de la nueva revisión y su arreglo, lo que la hace una obra súper costosa, pero también súper inútil y, ahora lo sabemos: muy peligrosa.
Y a eso mismo se le agregaría todo lo que aun cuesta, porque luego le han hecho ajustes, arreglitos por acá, arreglitos por allá, siempre costosos, como si fuera un barril sin fondo al que se le colma con recursos públicos, que es decir, con dinero que proviene de nuestro trabajo y de nuestro esfuerzo…
Por eso resulta absurdo decir que el Metro está subsidiado y que debería costar más el pasaje, aunque no se considera que precisamente todo lo que se hace, todo lo que se ha hecho y todo lo que se gasta y cuesta cada día proviene de eso, de nuestros impuestos, porque que se sepa no son los funcionarios que cometen los errores, los que pagan el servicio ni los costos de esos errores…
En cifras: Según la Cuenta Pública de la CDMX, en 2014, el STC-Metro tuvo 14 mil 291 millones de pesos; para 2015, éste aumentó a 14 mil 229 millones de pesos; para 2016, se registró 18 mil millones de pesos; en 2017, los recursos disminuyeron a 16 mil 548 millones, y el último año de la administración de Miguel Mancera el presupuesto se redujo a 15 mil 492 millones de pesos.
Para el primer año del gobierno de Claudia Sheinbaum, el Metro tuvo 17 mil 224 millones de pesos; para 2020, el presupuesto del transporte se volvió a reducirse a 15 mil 652, pero sólo gastó 14 mil 290 millones de pesos; es decir, el subejercicio fue de 587 millones de pesos. Lo último significa que el STC no gastó todo los recursos que le asignaron: “Política de austeridad”.
Una austeridad mal entendida y mal diseñada –si es que alguna vez se diseñó la manera cómo habrían de ahorrarse recursos públicos sin afectar bienes o servicios públicos también–.
Ahorrar para quedar bien con el jefe, “a costa de lo que sea” tiene consecuencias: y, una de ellas: 10.23 pm. de la noche del 3 de mayo: 26 muertos, 87 heridos, algunos con daños irreversibles.
¿A quién responsabilizar de todo esto? Es una pregunta que hacemos desde que ocurrió la tragedia (no “incidente” como intentan minimizar desde el gobierno capitalino). Y lo dicho: las respuestas son defensivas, evasivas, engañosas y hasta mentirosas o ridículas.
Por lo pronto ya hay manifestaciones de inconformidad que exigen justicia, como ocurrió la noche del viernes 7 de mayo cuando un grupo de vecinos del lugar y familiares de fallecidos y afectados salieron a la calle para exigir eso: justicia.
Eso es lo que se requiere en este caso, como en muchos otros: Justicia verdad, no huidas por las ramas, acusando a funcionarios menores a los que se les endilgará la gran responsabilidad de lo ocurrido. Para que esto no ocurra y para evitar que se acuse a inocentes intentaron crear una Comisión Especial en la Cámara de Diputados federal. Morena dijo: no. Y comienza el espejo de discordias y faltas a la verdad.
Mientras tanto el Metro sigue funcionando. Mal y de malas, porque tiene muchas fallas que no sabe o no puede resolver su directora General, Florencia Serranía, quien se aferra al puesto a pesar de todo los pesares, bajo el cobijo de sus jefes de arriba y de más arriba.
¿Y qué de las responsabilidades a las empresas que hicieron el diseño y la construcción de la obra y la adquisición de los implementos y vagones y vías y ruedas y todo eso que tiene costos inauditos y que pudieran tener responsabilidades profesionales y éticas?
¿Y hasta cuándo las respuestas? ¿Hasta cuándo la justicia? ¿Cuándo será políticamente correcto que den a conocer lo que ellos consideren oportuno y útil para ellos mismos? ¿Y la verdad? ‘¿Alguien la sabe-alguien la supo-alguien la sabrá?’