José Luis Parra
De milagro, y no de política económica sensata, México sigue conservando su grado de inversión. Pero ya se escuchan crujidos. Uno de los más claros lo hizo sonar Joydeep Mukherji, director de calificación soberana en S&P Global, quien —en perfecto español técnico— nos dijo lo que muchos aquí callan o minimizan: el país está a un paso del sótano. En la escala de inversión, claro… aunque si nos vamos al terreno social, institucional o moral, ya tocamos fondo hace rato.
La advertencia fue lanzada con precisión quirúrgica desde la Convención del IMEF: narcotráfico desbordado, nula inversión pública y privada, y una clase política que no coordina ni en las selfies. La receta perfecta para el estancamiento.
Mukherji no descubrió el hilo negro. Pero lo que hace su comentario interesante es la fuente: S&P. Es una de esas instituciones que los gobiernos sí escuchan (o temen). Y desde allí lanza un dardo envenenado: no hay consenso mínimo sobre hacia dónde va el país. Y eso, para los mercados, es como ver un barco sin timón.
Aquí no hay debate nacional, ni siquiera discusión seria. Lo que hay son gritos de barra brava. Y mientras tanto, los inversionistas —esos que no se entusiasman con “abrazos, no balazos”— guardan su cartera y miran hacia otro lado.
Por si algo faltara, la advertencia también incluyó a ese eterno enfermo crónico llamado Pemex. Y de paso a CFE. Si el gobierno sigue jugando al rescatista compulsivo, comprometerá más deuda pública y elevará la carga de intereses. Traducido: se nos irá el dinero en pagar errores pasados, no en construir futuro.
Lo del narcotráfico ya es tema cliché. Pero lo interesante es cómo lo aborda Mukherji: como un problema estructural, no coyuntural. No es que esté fuera de control… es que siempre ha estado al mando. La diferencia ahora es que lo hace a plena luz del día y sin simulación. Hay regiones donde el Estado es apenas un rumor y el crimen organizado impone horarios, leyes y hasta candidatos.
Y si a esto sumamos la falta de inversión, el desinterés empresarial y un gobierno que cree que desarrollo es repartir dinero en efectivo, pues ahí está la ecuación: estancamiento, informalidad y riesgo país en aumento.
¿Quién manda? ¿Quién decide el rumbo? Nadie lo sabe. Y eso, en el mundo financiero, equivale a tener una brújula descompuesta en medio del mar. No hay norte compartido. Y eso es más peligroso que cualquier déficit.
Lo que dice Mukherji, sin decirlo, es que México no solo arrastra problemas de inversión: arrastra problemas de confianza, de credibilidad y de liderazgo. Y esos no se resuelven con spots ni mañaneras.





