Documental Político II
Emilio Trinidad Zaldívar
Andrés Manuel López Obrador cree que destituir al Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, sería un acto de debilidad pura. A pesar de sus múltiples fracasos, abusos y uso personal del poder conferido, confía en él, como confía en su “estrategia” de abrazos, no balazos, aunque vayan más de cien mil muertos por las bandas criminales que azotan al país y tienen si no de rodillas y sometido, sí en jaque al presidente y su gobierno.
No habrá poder humano que lo haga entender que su actitud, conducta y decisiones cotidianas, lejos de llevar a México a un terreno de prosperidad y cohesión, lo llevan a terrenos fangosos, de podredumbre, de confrontación permanente, que pudren cualquier tejido social que merezca otros horizontes.
El presidente es un hombre poseído por la sinrazón y la estupidez humana. Por la rabia de no aceptar que se piense diferente a él. No ha podido entender que luchar por el poder como lo hizo, con tesón, con voluntad, con decisión para sacudir de México tanto daño de sus anteriores autoridades, era la oportunidad para reivindicar nuestros profundos valores como nación.
López Obrador ha llevado a este país a la discordia y los odios; al estancamiento y la pobreza; a las falsas promesas y a los sueños de todo aquello que nos arrebataron. A un México carcomido por quienes en lugar de darle orden y orientación a las políticas públicas, las llevan por las rutas de la falsedad y el engaño, para seguir dilapidando nuestras raíces y riquezas naturales.
Gertz Manero será una más de las múltiples manchas que a diario el tabasqueño se autoimpone, que lo llevarán de forma irremediable a la pérdida de la confianza de los que su condición obliga a siempre confiar en la buena fe de las autoridades y políticos, porque su miseria, su pobreza, su situación de marginación y negación de oportunidades, no les ofrece nada, y en contraparte esperan que las palabras se conviertan en alimento, en empleo, en salud, en vivienda.
El Fiscal General carece ya de autoridad ejecutiva y moral pública. Huele a descomposición. Si quien vive en el majestuoso Palacio Nacional no entiende que también se puede equivocar, terminará en la peor de las mazmorras de la ubicación histórica. López Obrador va en reversa y cree que conduce hacia adelante.
Si nadie lo detiene y hace modificar algunas de sus muy erróneas conductas, las mayores pérdidas serán para los que seguiremos en la lucha cotidiana, mientras él se va a disfrutar su nueva riqueza familiar a la famosa finca “la chingada”.
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