José Luis Parra
En México todo es posible. Robar petróleo es delito menor si lo comparamos con el nuevo nivel del crimen organizado: ¡ya refinan! Con más audacia que Pemex y menos burocracia, los huachicoleros evolucionaron de simples ordeñadores de ductos a empresarios del combustible. Montaron su refinería clandestina en Coatzacoalcos y producían diésel artesanal, nafta ligera y aceites tratados, sin permisos pero con mucha creatividad.
¿Y qué hizo el gobierno? Lo de siempre: reaccionar tarde y salir en la foto. Según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, el lugar representaba un riesgo para los ecosistemas. ¿Y Pemex? Callado. ¿Y la Secretaría de Energía? Asintiendo. ¿Y los proveedores de la zona? Bajo sospecha, pero con sus contratos vigentes.
Lo interesante no es que exista una refinería ilegal, sino que haya operado tanto tiempo sin que nadie, absolutamente nadie, la notara. Bueno, nadie que no forme parte del entramado. Porque para almacenar medio millón de litros de crudo y operarlo en siete tanques móviles, cuatro verticales y un sistema de tuberías con ingeniería artesanal se necesita algo más que silencio vecinal: se requiere complicidad.
El huachicol ya no se roba: se produce. El narco se sofisticó. Lo suyo ya no es sólo la droga; diversificó su portafolio. Crudo, diésel, aceites… el crimen organizado le hace competencia desleal al Estado mexicano. Tal vez por eso el Ejército y la Marina participaron en el operativo. Y por eso también participaron la Guardia Nacional, la FGR, Pemex y hasta Sener: todos juntos, como en las grandes tragedias.
Pero hay un detalle que no puede pasar desapercibido. En la zona operan células del Cártel Jalisco, el del Golfo, La Barredora y los Zetas. Todos tienen dos cosas en común: sed de poder y tentáculos en Pemex. Desde 2022, petroleros han advertido cómo el crimen les “invita” a colaborar con la ordeña. Muchos se resisten. Otros simplemente firman.
Y entonces surge la pregunta obligada: ¿Quién les vende el crudo? ¿Quién les enseña a refinar? ¿Quién les da acceso a tecnología que ni las refinerías de Dos Bocas entienden? Porque si los criminales ya refinan mejor que el Estado, entonces no sólo tenemos un problema de seguridad. Tenemos una crisis de soberanía.
Mientras tanto, la vida sigue. Pemex sigue perdiendo dinero, el gobierno sigue simulando y el crimen organizado… innovando. Lo que nos lleva a una conclusión inevitable: México no es un Estado fallido, es un Estado creativo. El problema no es que se roben el petróleo. El problema es que ya hasta lo venden con factura pirata.