Joel Hernández Santiago
Ya se acabaron los tiempos aquellos en los que los mexicanos éramos vistos en el exterior como los personajes amigables, de trabajo y alegría, de puertas abiertas de la casa para el “pase usted, que mi casa es su casa”, y todo eso que se agradecía de México y los mexicanos. Y nos venían a ver para estar con nosotros y en nuestro espacio vital. Muchos de quienes nos visitaban, incluso, se quedaban…
Aquí en México vivió, entre muinas y creación, DH Lawrence quien se instaló en el Distrito Federal a principios de los veinte, para luego trasladarse a Oaxaca, ciudad en donde pergeñó “La serpiente emplumada” y escribió “Mañanas de México”… ¿Y qué tal de Malcom Lowry que aquí hizo una de las obras cumbres de la literatura mundial: “Bajo el volcán”?… O Sergei Eisenstein quien llegó castigado aquí, pero se enamoró de México y comenzó-sin concluir su excepcional película “Que viva México”… y Katherine Ann Porter y su “Ship of fools”… Y tantos más…
Porque desde los “forasteros” que llegaban acá en el siglo XIX y luego los “viajeros” de principios del XX o el multitudinario turismo extranjero de los cincuenta en adelante: todos se encontraban aquí. México era el refugio de la creación, del trabajo artístico y productivo, del solaz y del encontrarse unos seres con otros seres humanos, para serlo todos juntos, precisamente.
Pues nada, que de pronto todo aquello cambió y poco a poco, como si proponérnoslo, México se transformó y muchos construyeron sobre su pobreza su solución particular: O bien salir del país para buscar la subsistencia propia y de la familia en tierra ajena, o trabajar “en lo que se pudiera” en las grandes ciudades” mexicanas, o reducir la vida a la delincuencia o, incluso hoy, al crimen organizado: las salidas fueron muchas y mucho se ha perdido desde entonces.
El gobierno incapaz por encontrar soluciones inició una guerra que al final ha sido una batalla en contra de sí mismo, porque ha causado miles de muertes desde el gobierno del panista Felipe Calderón y los que ya acumula el gobierno de Enrique Peña Nieto. Los famosos ‘daños colaterales’ son infames y envenenados, porque generan dolor, pero también procuran venganzas…
Así que de pronto en el exterior se comenzó a ver a México como un país de color escarlata, del color del que es la sangre; del de la violencia; del de la inseguridad; del peligro… corrupción… México volvió a verse como cuando Ambrose Bierce se internó en México durante la Revolución y proclamó al mundo que “ir a México es cometer eutanasia”.
Con frecuencia gobiernos de países distintos advierten a sus ciudadanos del riesgo de venir a México. Por ejemplo, apenas el martes pasado desde Londres, el Instituto de Estudios Estratégicos publicó su informe en el que tan sólo en 2016 hubo 23 mil asesinatos en México por culpa del narcotráfico: segundo lugar después de Siria, dice ahí…
Pero se olvida para muchos que México es un país enorme, una República con 32 estados y la ciudad de México. Que aquí hay 120 millones de mexicanos al grito de guerra que a diario trabajan, crecen, se reproducen y nunca mueren porque siguen ahí, luchando a brazo partido ya en la fábrica, en la escuela, en los oficios, en el campo, en el mar, en los desiertos, en los pueblos, ciudades…
Por todos lados cada mañana surgen los mexicanos de trabajo y creativos… Y sí, se gana la vida con el sudor de la frente. Y en paz. Eso también es cierto, a pesar de todos los pesares. Y que el mundo lo sepa.
Por eso es extraordinario que se haga la muestra de lo que somos y lo que hacemos, como ocurrió hace apenas unos días en cuando, con motivo de la celebración de los 150 años de Canadá como nación, se hicieron festejos como “Ottawa Welcomes the World”. Y México participó con la organización impecable de Alberto Foncerrada Berúmen, primer secretario de la embajada mexicana allá, quien recibió el apoyo del embajador mexicano Agustín García López, que deja la embajada a Dionisio Pérez-Jácome…
Así que del 5 al 7 de mayo ocurrió “Experience Mexico” con el que los mexicanos mostraron a los canadienses en Ottawa al México de la creación, del trabajo, del esfuerzo, del arte. Pero sobre todo subyace a todo esto que se mostró a un México vigente, vivo, inmensamente rico, artístico y solidario entre sí y con quienes extienden la mano, sobre todo si son socios como ocurre entre México y Canadá a través del todavía vivo TLCAN.
Muestras y eventos y expresiones como la de México en Canadá hacen falta en todo el mundo. Para mostrar ese momento de México en el que nos debatimos, como cualquier nación entre nuestras contradicciones, pero también con nuestras expectativas y aspiraciones, como todos en el mundo. Pero también como humanos que vivimos nuestro día a día en convivencia y en esfuerzo, con sobresaltos, si… pero ¿quién no los tiene en el mundo? Bien por México en Canadá.