Juan Luis Parra
Cinco años después del primer caso de covid-19 en México, lo que queda claro es que, si nos vuelve a caer otra pandemia, vamos directo al precipicio… pero ahora sin frenos.
El sistema de salud mexicano no sólo no aprendió nada, sino que está peor que en 2019. Así de crudo. No hay camas, no hay médicos suficientes, y si lo duda, pregunte en cualquier sala de urgencias donde los pacientes esperan sentados —si hay sillas— o tirados en el suelo. Literalmente.
Leyendo la gran entrevista de Proceso, me entero que según Samuel Ponce de León, experto de la UNAM, el sistema de salud vive una “pauperización cada vez más grave”.
O sea, vamos en reversa.
Y eso se nota: instrumental descompuesto, quirófanos que funcionan con “hilitos”, médicos que no alcanzan y, claro, hospitales colapsados. Pero eso sí, siempre hay un discurso oficial bonito que asegura que todo va viento en popa.
¿El plan para arreglar esto? Puro humo. Ni presupuesto hay, y de estrategia, ni hablemos.
Y ahí está el ISSSTESON, que no da una.
Con un déficit de 4 mil millones de pesos, está en jaque el financiamiento de su operación. El gobernador Durazo prometió que acabaría con el desabasto que provocó el gobierno federal y que viene arrastrando de sexenios pasados.
Prometió, eh. Porque la realidad es que te recetan cinco medicamentos y sólo consigues dos. Los otros tres “te los pueden surtir en farmacias subrogadas”… si es que existen.
Spoiler: no. Y al final, acabas pagando de tu bolsillo, si es que hay.
¿Y por qué tanta miseria del gobierno?
Porque el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2025 decidió apretarle el cinturón a los estados y municipios.
A la salud pública le asignaron casi lo mismo que el año anterior, pero en términos reales, eso significa menos. Mientras tanto, eso sí, aumentaron el presupuesto para vivienda, trenes y programas sociales.
En ese contexto es que la salud se convierte en un botín político.
Políticos sin escrúpulos ven en la miseria médica una mina de oro electoral. Y no se hacen bolas: saben que si hay enfermedad, hay oportunidad. Por eso vemos a legisladores aparecer como “salvadores”, repartiendo salud que deberían ser política pública, no caridad con logotipo.
Y así seguimos: con hospitales sin medicinas, médicos mal pagados, y una población que tiene que elegir entre comer o curarse.
El único plan es seguir improvisando. Porque hecha la enfermedad, hecha la medicina. Y hecha la ley, hecha la trampa.